Archivo por meses: marzo 2010

Efemérides del mes de Abril en Honduras

Abril 4, 1827: El Coronel Justo Milla pone sitio a Comayagua.
Abril 5, 1826: Instalación de la primera Asamblea Ordinaria del Estado.
Abril 6, 1839: Morazán triunfa en la batalla de El Espíritu Santo.
Abril 8, 1783: Nace en Choluteca don Dionisio de Herrera.
Abril 10, 1812 Se publica en Tegucigalpa el primer número del periódico bisemanal El Cronista.
Abril 10, 1897: Comayagüela recibe el título de ciudad.
Abril 12, 1843: Santa Rosa y Danlí reciben el título de ciudad.
Abril 14, 1931 Fundación de la Fuerza Aérea Hondureña.
Abril 16, 1883: Creación del departamento de Intibucá.
Abril 17, 1824: La Asamblea Nacional Constituyente de las Provincias Unidas de Centro América decreta la abolición de la esclavitud.
Abril 25, 1816: El licenciado don Narciso Mallol es nombrado Alcalde Mayor de Tegucigalpa
Abril 26, 1856: Muere en la ciudad de Gracias el Lic. don Juan Lindo.
Fuente: Un viejo calendario del desaparecido BANCO EL AHORRO HONDUREÑO, S. A., e información de periódicos.

Pensamientos para el Día del Padre

El padre debe ser el amigo, el confidente, no el tirano de sus hijos.
—Gioberti

Prudente padre es el que conoce a su hijo.

¡Cuan grande riqueza es, aun entre los pobres, el ser hijo de un buen padre!
—Juan Luis Vives

No hay palabras ni pincel que llegue a manifestar amor ni dolor de padre.
—Mateo Alemán

El hacer el padre por su hijo es hacer por sí mismo.

Mucho tienen que hacer los padres para compensar el hecho de tener hijos.
—Nietzsche.

¿Con qué derecho pedirá favor a la Providencia Invisible del Padre Omnipotente el que ultrajó la providencia visible de sus padres?

Tomado de la «Antología de las Fiestas Escolares Hondureñas», de la Profa. Alma Nubio Briceño de Zúniga, y el Prof. Hernán Zúniga Reyes. (Colección Artística).

El Gobierno de Tiburcio Carías Andino, un Guerrillero y Sobrio Patriarca

John D. Erwin.

El Embajador John D. Erwin estuvo al frente de la representación diplomática de los Estados Unidos de América en Tegucigalpa de 1937 a 1947 en la época de Tiburcio Carías Andino. Erwin nació en Meador, Kentucky, asistiendo al Colegio McCallie y a la Academia Militar de Baylor en Chatanooga, Tenessee. Trabajó como reportero para el periódico “Chatanooga News” y fue corresponsal de “New York Evening World”, “Nashville Tennessee” y “Memphis Commercial Appeal” en Washington. Fué Secretario de dos senadores norteamericanos antes de ingresar al servicio diplomático de su país.

Por: William Krehm, ex-corresponsal de la revista “Time”.

En la escala del peso físico, Tiburcio Carías Andino es, con ventaja, el Presidente más grande de América. En su presencia uno se da inmediatamente cuenta del triunfo de la materia sobre el espíritu: la pesada bola de su cuerpo remata en una cabeza terca y obtusa. Dícese que en su juventud era capaz de romper un rifle sobre la rodilla: ahora cuando da la mano, deja los huesos machacados.

Nació hace unos sesenta y ocho años como miembro de una familia numerosa, con abundante sangre india y negra, y feroces ambiciones de clan. A los diez y seis años sirvió como ayudante de cocina en una banda de las guerrillas liberales, capitaneadas por sus hermanos. En la guerra de 1907, en la que el dictador nicaragüense Zelaya ayudó para que los liberales llegaran al poder, Carías mandó un destacamento liberal. Sus estudios fueron interrumpidos para ir a la guerra, y en cuanto los liberales llegaron al poder lo recompensaron con el grado de Leyes. En América Central los abogados llevan el título de Doctor y, en virtud de su grado espurio, Carías lleva el doble prefijo de “Doctor y General”. Sin embargo, su carrera como jurista fue corta: tuvo un asunto y lo perdió.

Dos décadas de actividad revolucionaria, como liberal, no lo llevaron a ninguna parte. Sin resultados efectivos, decidió entonces cambiar de caballo. En 1923 fue candidato nacionalista (conservador) a la presidencia; y aunque no tuvo mayoría,logró la votación más amplia de los tres candidatos. En la guerra civil subsiguiente, Tegucigalpa fue bombardeada por sus aeroplanos, y de allí salió como el auténtico hombre fuerte respaldado por la United Fruit Co. Pero en 1924 y luego en 1928 conoció el amargo gusto de la derrota electoral. El país no se daba prisa alguna en reconocer a su salvador.

Durante estas décadas de intentos fracasados Carías era un hombre pobre. Estaba sostenido por su mujer;que poseía una pequeña fonda o merendero en Zambrano, en la carretera septentrional. Sus días transcurrían tendido en una hamaca, o bien dedicado a cuidar un pequeño huerto de verduras, a la manera de Cincinato de vuelta de la guerra.

Pero a fin de cuentas la fortuna le sonrió. Cuando fue exaltado al poder por el Trust bananero, diversos factores concurrieron para asegurarle un prolongado dominio. La expansión del totalitarismo le ofreció un modelo y un apoyo propicio; el Buen Vecino le procuró armas y apoyó su régimen, moral y financieramente. Las dictaduras perennes que se asentaron sobre el Istmo, durante la cuarta década (los “treintas”) de este siglo, coordinaron su represión y mutuamente se cubrieron los flancos.

Además había la fuerza aérea. En noviembre de 1932, después del triunfo “electoral” de Carías, un sector de la oposición liberal se alzó en armas y marchó sobre la capital, desde San Lorenzo. Un arriesgado piloto de Nueva Zelandia, Lowell Yerex, que había fundado una pequeña compañía de aviación, los Transportes Aéreos de Centro América (TACA), se alió al Gobierno en la hora de peligro. Los dos aeroplanos de Yerex se armaron en El Salvador, hicieron reconocimientos en las líneas enemigas y ametrallaron a los rebeldes en El Sauce. En la lucha Yerex perdió un ojo, pero sus aeroplanos lograron dispersar a los rebeldes, cuando ya estaban a las puertas de la victoria.

A cambio de su ojo Yerex recibió una jugosa concesión que dio origen a la fenomenal carrera de la TACA. Transportando por el aire armas, licores, mercaderías y la pesada maquinaria de las minas de oro, remediando la falta de caminos mediante los aviones que surcaban el cielo hondureño, la TACA se convirtió en una institución única, primero en Honduras y después en toda Centro América. Pero los hondureños nunca han olvidado la forma como empezó sus actividades esta empresa. Sólo cuando la Transcontinental and Western Airways de los Estados Unidos adquirió intereses para controlar la explotación y eliminó a Yerex de la Gerencia, pudo la TACA hacer las paces con el pueblo hondureño.

Tiburcio Carías Andino fue elegido en 1932 para un mandato de cuatro años, bajo unas normas constitucionales que prohibían la reelección. Mediante una serie de enmiendas a la Carta Magna del país, su Congreso le permitió continuar ocupando el Palacio presidencial hasta 1949. Nunca hasta entonces en la historia de Honduras un Presidente se había aferrado a un segundo período y sobrevivido el fin de él.

Desde 1932 no ha habido elecciones al Congreso. La autonomía de las ciudades más populosas quedó suprimida. En 1933 se puso en vigor el uso de pasaportes internos. Con breves intervalos la ley marcial fue mantenida desde el momento en que Carías subió al poder hasta la primavera de 1946, en que Spruille Braden, Secretario adjunto de Estado en Norteamérica, hizo presión para que se liberalizara el régimen. El turista que visita la Jefatura de Policía de la capital con objeto de recoger uno de los tres sellos indispensables para su pasaporte advierte un cuadro animado aunque caótico del sistema penal hondureño. El aire está lleno con el tableteo de las marimbas, el rasgueo de las guitarras y la flatulencia de las trompetas: los prisioneros, en sus celdas del piso bajo, practican sus lecciones de música, y hacen saber al visitante que el progresivo régimen del doctor y general Carías se asegura la colaboración de las musas para redimir a sus ciudadanos descarriados. Pero hay otras prisiones que no se enseñan a los turistas. En la Penitenciaría de la capital cientos de prisioneros políticos se pudren en húmedos calabozos. Algunos arrastran cadenas a las cuales van sujetas bolas de hierro de sesenta libras; otros se ven obligados a permanecer con el rostro hundido en la tierra humedecida del pavimento, con un peso en la espalda, durante interminables semanas. Hay una silla eléctrica cuyo voltaje es insuficiente para matar, pero lo bastante fuerte para despertar la lengua, y celdas donde no se puede estar ni de pie ni echado. Muchos de los reclusos han perdido la razón, y otros han muerto. Los azotes se administran con un látigo denominado “verga de toro”, hecho con el órgano genital de una res, distendido y seco, con un alambre atravesando su canal.

En 1934, cuando el gobierno empezó a preparar unas elecciones que nunca llegaron a celebrarse, el periódico oficial “La Epoca” avanzó la teoría de que el “crimen útil” es necesario para la salud del Estado. No era ésta, precisamente, una declaración hueca: Carías eliminaría a sus adversarios inexorablemente, dentro y fuera del país. En 1938 los generales liberales Justo Umaña y M. A. Zapata fueron asesinados en Guatemala por los pistoleros de Jorge Ubico, en inteligencia con su camarada de Tegucigalpa.

Tiburcio Carías, Juan Manuel Gálvez, Ángel G. Hernández, Carlos Izaguirre, Fernando Zepeda Durón

En la gráfica aparecen de izquierda a derecha, entre otras personas, el profesor Angel G. Hernández, el doctor Juan Manuel Gálvez, el presidente Tiburcio Carías Andino, el profesor Carlos Izaguirre y el periodista Fernando Zepeda Durón.

Visto desde la capital Carías presenta el aspecto de un patriarca de mano firme, más bien que el de un dictador sadista. Sus adversarios políticos no pueden viajar en automóvil; algunos de ellos tienen sus carros “prisioneros” en la Penitenciaría. Los abogados enemigos de Carías ven crecer la hierba delante de sus puertas, porque cualquier cliente que se arriesgue tiene la seguridad de perder el pleito. Carías impide a los propietarios alquilar sus casas a los miembros de la oposición, y a los jóvenes que cortejen a sus hijas.

Pero en los Departamentos la situación es aún más tenebrosa. El nombre de Carlos Sanabria, Gobernador de Colón, se ha convertido en el equivalente hondureño de Atila. En efecto, Sanabria desempeña voluptuosamente todas las funciones rutinarias de un sápatra del dictador: es propietario de casas de juego y otros centros de vicio; detenta y explota el monopolio local de licores; levanta contribuciones a los empresarios; encarcela y asesina a los contados miembros de la oposición. Rodeado de sus sicarios, Sanabria ha destruido pueblos enteros, sospechosos de veleidades democráticas, y ha llevado su venganza a las familias liberales hasta la segunda y tercera generaciones. Muchas de las familias principales de Trujillo han huido del país. Cuando una delegación de mujeres fue a la capital y pidió a Carías que eliminara a Sanabria, el dictador tuvo esta rápida respuesta: “Ojalá tuviera diez y siete Sanabrias: uno para cada departamento de Honduras”.

Incluso los clubs de beisbol fueron suprimidos por Carías como posibles focos de conspiración. Sin embargo, en 1943 un sobrino lejano del dictador, el general Calixto Carías, director de una inexistente Escuela de Artillería, volvió de una visita a Cuba con entusiasmo febril por ese deporte, y convenció a su tío de que permitiera el beisbol, porque era muy útil para que los soldados aprendieran el lanzamiento de granadas. Se importó un profesional, y el juego recuperó su antigua popularidad.

La fórmula aplicada por los dictadores centroamericanos para justificar su aferramiento a la presidencia es muy sencilla, y varía muy poco de una república a otra. En primer lugar han asegurado el orden en el país, lo cual significa que las cárceles están llenas y los espías son omnipresentes. Además han emprendido importantes obras públicas. Basta referirse a una carretera pagada por los contribuyentes norteamericanos, y a un aeropuerto construido por la Panamerican Airways, para probar cómo es indispensable mantener el Presidente en su cargo durante quince años, y prorrogarle su permanencia por Otros veinte más, de modo que pueda “cumplir su misión”. Placas de bronce señalan cada alcantarilla, cada garita de guardia construida bajo el dictador. Sumadas unas a otras, estas “obras públicas” logran convertir al régimen en una “época” y en una “edad”. Una barraca o un puente se ofrecen en compensación de cientos de vidas tronchadas, de una generación de espinazos rotos y almas violadas. Es un sistema de contabilidad común a estas regiones, y no faltan diplomáticos y periodistas extranjeros dispuestos a certificar que los balances cuadran perfectamente.

Carías también juega este juego, pero sus fichas son ridículamente escasas. Con un aire de la mayor gravedad afirma que la obra más importante de su gobierno ha consistido en el embellecimiento de la capital. Tegucigalpa se aglomera en torno al palacio presidencial, como un mísero poblado alrededor del castillo de un barón de polendas. Su lánguido encanto deriva del hecho de que ha cambiado muy poco desde los tiempos coloniales. Las calles, empinadas y tortuosas, están construidas para los asnos: no para los automóviles ni las personas. No hay una sola pavimentada a la moderna; durante la estación lluviosa corren por ellas torrentes de lodo y agua. Durante trece años Carías sólo ha empedrado unas pocas. También ha acondicionado una estrecha plaza con grotescas imitaciones, en concreto, de ruinas “en estilo maya”. Terminó además un puente comenzado antes, para enlazar la capital con la polvorienta Comayagüela, al otro lado del río, y se hizo erigir un busto en la plaza central de dicha población.

La despedazada carretera de Tegucigalpa al Golfo de Fonseca se encuentra en peor estado que hace una década. En los últimos trece años las únicas obras viales dignas de mención se reducen a la Carretera Interamericana que rodea el Golfo de Fonseca (y fue pagada casi en su totalidad por los Estados Unidos), y otra a lo largo del lago Yojoa, a su vez financiada del principio al fin por Washington. Además, el único Instituto educativo que se ofrece a la publicidad es la espléndida Escuela de Agricultura, establecida en Zamorano por la United Fruit Cómpany. En esta obra los políticos hondureños no han tenido otra participación que la de vanagloriarse de ella. En medio de tal desolación, las pretensiones de Carías como un “hombre providencial” resultan ser un tanto desmesuradas.

El doctor y general Carías es un hombre de gustos simples, cuyos años de poder no han logrado despojarlo de su condición de rústico guerrillero. Hace un decenio un secretario nicaragüense le enseñó a llevar bastón y leontina, e incluso le convenció para que redujera sus fieros mostachos y proporciones adecuadas. El mismo secretario aconsejó también a la señora de Carías respecto a modas y peinados. Pero esta era una capa de barniz delgada y frágil, que pronto se quebraba. Es proverbial en don Tiburcio recibir a los diplomáticos con una barba de dos días. Su vida semeja la de un patriaca sobrio: nunca fuma ni bebe, e impone este mismo código puritano a las gentes que lo rodean. Cuando puede, despacha los asuntos de Estado mucho antes del mediodía, y pasa el resto de la jornada en su granja Villa Elena, que lleva el hombre de su esposa. Con razón está orgulloso de esa finca, lo mismo que de su rancho La Moderna en Guasculile, y de otras propiedades extendidas a lo largo de la carretera septentrional. A esas fincas ha llevado ganado de importación, de pura raza, e introducido modernos métodos de cría. Esta es, en efecto, su única contribución al fomento económico de Honduras.

En los días en que administraba el merendero de Zambrano, su mujer gozaba de muy alta reputación como persona de buenos sentimientos y como excelente cocinera. Una vez por semana, en los primeros años del gobierno de su marido, solía enviar una nota a las gentes conocidas, informándoles que se venderían tamales en el palacio presidencial en una fecha determinada. Como los tamales de doña Elena son justamente famosos, podía hacerse con ellos un pingüe negocio. Pero la avaricia pronto borró los buenos sentimientos de su corazón. Doña Elena obtuvo el monopolio del suministro de tortillas para el ejército. Comenzó a adquirir granjas, y los camiones del ejército crujían bajo el peso de las verduras, la leche y la leña, que eran transportadas para su venta en la capital. Su verdadera pasión, sin embargo, fue la adquisición de cuadras enteras de edificios en Comayaguela, el suburbio ya mencionado de Tegucigalpa al otro lado del río. La gente empezó a hablar duramente de ella, y le puso de apodo Doña Barrios. Ya no sacaba la cabeza, como en los primeros años, por un balcón del segundo piso del palacio presidencial parar charlar con las amigas que por ahí pasaban, sino que se mantuvo junto a sus sacos de monedas y empezó a temer al pueblo.

El hijo primogénito de Carías, Gonzalo, dentista de profesión, es el Cónsul general en Nueva York. En memoria de los viejos tiempos, cuando los dictadores solían acariciar sueños dinásticos, Gonzalo se iba formando como posible heredero. Dedicóse a recorrer el país regalando radios a las municipalidades e interesándose por conocer a su pueblo. Pero esto pertenece a un pasado distante y dulzón. Ahora es un hombre ineficaz, cerca de los cuarenta, que soñó vagamente con hacer cosas grandes. En septiembre de 1939 obtuvo una vasta concesión del Gobierno para establecer empacadoras de pescado, carne, frutas, etc.; fábricas para la producción de jabón, manteca y todo género de sustancias oleaginosas; construcción de almacenes, carreteras y ferrocarriles; instalación de granjas ganaderas y productoras de granos. La coñcesión le permitió importar todos los materiales necesarios para realizar esos planes, sin pagar otros derechos arancelarios que un octavo de 1% -la octava parte de un centavo- por kilogramo.

Un nuevo meteoro parecía cruzar por el horizonte económico de Honduras. Pero Gonzalo tenía un apetito tan agudo, que sólo deseaba negociar o traspasar su concesión a intereses extranjeros; en realidad no hizo nada hasta que se asoció con Henry Klapisch, un americano de gran prestigio en el comercio internacional del arenque. Comenzaron a comprar, en condiciones monopolísticas, la pesca levantada por los pescadores del Golfo de Fonseca, y a llevarla en aviones del ejército hasta la capital. Ambos socios explotaron también un amplio negocio de exportación de huevos, aves de corral y carnes a Panamá, contribuyendo notablemente al alto costo de la vida en Honduras.

Otro hijo menor, Tiburcio, vive permanentemente en el extranjero, como Cónsul en Liverpool. Carías tiene especial predilección por su hija Marta, que ha heredado la firmeza del viejo, mucho más que sus hermanos. Es la mujer divorciada de un elegante guatemalteco, a quien se le dio como justa dote el puesto de Ministro hondureño en Francia. Marta tiene un hijo de seis años que es la niña bonita de los ojos del dictador; sus risas son el único rayo de sol que penetra en las tinieblas del palacio.

Del libro “Democracia y Tiranías en el Caribe”, Unión Democrática Centroamericana, México, D.F., 1949. Visto en El Heraldo, del 30 de Mayo de 1997.

Cómo eran las matrículas en la UNAH

Salida de la UNAH

La tecnología ha venido a revolucionar las matrículas en la UNAH, pero no hace mucho la situación era diferente.

Cuando ingresé en la UNAH en 1997, el edificio de Registro estaba donde ahora es el Edificio Administrativo. Había que hacer largas filas en cada matrícula, y muchos dormían dentro de las instalaciones de la universidad con el fin de obtener los primeros puestos.

Era algo insano. Los relajos que se hacían. Nunca faltaba alguien que llevara bebidas alcohólicas para calentarse por el frío la noche. Toda una odisea para asegurar los cupos en las clases.

Había que hacer filas aparte de solo hombres y solo mujeres, para impedir que las chicas fueran manoseadas, porque siempre había personas que les daba por empujar.

En ese tiempo no habían exámenes de admision. Cualquiera que quisiera estudiar en la UNAH podía hacer, con el único requisito de haber aprobado la secundaria. El único problema eran los cupos.

Ahora, con las matrículas por Internet hay mucho stress que se ahorra, mucha de la tensión que se vivía en aquellas filas ha terminado. Y entre los más gananciosos de esta nueva modalidad de matrícula se encuentran los dueños de cybercafés, que hacen obtienen más ingresos por este sistema, ya que la mayoría de estudiantes universitarios no tiene el privilegio de tener una computadora propia o tener conexión a Internet en sus casas.

No es lo mismo desvelarse y asolearse haciendo largas filas que estar uno tranquilo en el cyber tomándose un fresco, chateando mientras esperamos que se agilice la red. Los estudiantes más beneficiados son los que viven en otras ciudades, ya que ahora no necesitan viajar a su centro de estudios para matricularse, ahorrando así en transporte y otros gastos.

Pero la UNAH se tardó mucho en implementar este tipo de matrícula. La UPNFM se le adelantó en este respecto. Si mal no recuerdo, la matrícula por Internet en la UNAH empezó apenas en el año 2007, y al principio los servidores quedaban rápidamente fuera de combate por el alto tráfico de visitas, el sistema se caía a cada rato.

Hasta el día de hoy, el sistema de matrícula por Internet no deja de tener problemas. La cantidad de personas que intentan matricularse en la UNAH hacen de la página de Registro de la UNAH uno de los sitios web más visitados de Honduras.

Todavía en el 2007 era fácil hacer un cambio de carrera, en ese año, después de haberme graduado de la carrera de Economía hice un cambio a la carrera de Contaduría Pública, sin que el sistema de registro detectara que me había graduado, por lo que nunca se me cobró una cantidad extra en la matrícula como se suponía debía de hacerse.

Pero ahora, para cambiar de carrera hay que esperar un largo proceso, y con el sistema de exámenes de admisión hay personas a las que se les niega injustamente la entrada a la UNAH.