¿Tiene futuro la Reforma Agraria?

Por: José S. Azcona Bocock

La historia de las pretensiones de la sociedad hondureña de construir un régimen agrario más justo y eficiente ha estado plagada de grandes males a lo largo de sus décadas de historia. Este desprestigio y desilusión ha sido tan masivo que se ha perdido completamente la intención de poder intervenir en reformar la producción primaria.

Confundir los malos resultados anteriores con la imposibilidad de efectuar una reforma agraria es peligroso, además de ser incorrecto. Debemos analizar qué era lo malo del proceso de reforma y de modernización agraria pasada, y cuál es el interés de la sociedad relacionado con el campo hacia el futuro.

La reforma agraria falló por dos razones primarias: Era colectivista en su naturaleza, porque como “lo que es de todos es de nadie” un desarrollo imperfecto del sentido de pertenencia resultaba en una ineficiencia terrible. La segunda causa es que era estatista, habiendo un nulo incentivo tanto para los burócratas que manejaban el proceso como para los financistas y beneficiarios de lograr desarrollar unidades de producción viables, pues el gobierno garantizaba todo.

Luego el proceso de “modernización” agrícola tampoco ha rendido los frutos esperados, puesto que en la práctica ignora y deja fuera del sistema a la mayor parte de nuestros productores. Si combinamos esto con el aberrante paternalismo demostrado por las condonaciones masivas de deudas a grandes productores, sin verificar los estados reales de las pérdidas, resulta por consiguiente que el eficiente es castigado y el ineficiente premiado.

Si vemos los malos resultados de estas dos políticas en contraposición con la aspiración del pueblo hondureño de tener eficiencia, competitividad y oportunidades en el campo es posible pensar en lo que debemos hacer como sociedad para corregir estos problemas.

En primer lugar es necesario facilitar el acceso a la tierra a productores individuales, de forma ágil y con acceso a créditos privados. Avanzar con el proyecto del Instituto Nacional de la Propiedad y demás medidas para regularizar la tenencia de la tierra es el primer paso en este sentido. Las compras de propiedad de escala menor deben de estar sujetas a condiciones de créditos más favorables.

Es necesario que exista un sistema de seguro de producción institucionalizado. La producción agrícola es sujeta a muchas más variaciones o posibles causas de fracaso que la industria o los servicios, sin embargo estos riesgos se pueden contabilizar e incluirse dentro de los costos de producción. El seguro de producción es un excelente ejemplo de que la solidaridad es un principio que debe de seguir aplicándose en el agro.

Otra de las razones ostensibles para la reforma agraria es la necesidad de poner las tierras ociosas en producción. Se debe de tasar de forma diferenciada la tierra con uso productivo de la que no lo tiene. Esto será un incentivo para que los productores, especialmente los latifundistas con grandes extensiones en reserva, racionalicen su producción. Es necesario además llevar la protección laboral, aunque requiriese una modificación al Código de Trabajo, al campo. No es posible que la mitad de nuestra población económicamente activa no tenga acceso a un tipo de auxilio de nuestra población laboral.

Desgraciadamente, la naturaleza urbana de la mayor parte de nuestra dirigencia no nos hace pensar en la magnitud de los problemas y el potencial de nuestra agricultura. Si embargo es tiempo que todos los hondureños apoyemos de forma decidida un proceso para que el sector primario de nuestra economía sea un motor de nuestro desarrollo y le garantice una vida digna a quienes laboran en él. Debemos superar los prejuicios derivados de las malas experiencias pasadas.

(2004, LT)

Tomado del libro “Construyendo una Honduras Mejor” de José S. Azcona Bocock. Graficentro Editores. 2005.

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