Archivo por meses: octubre 2010

Secretarías de Estado de Honduras – Sitios Web

Poderes del Estado

Secretarías de Estado

Antiguos Ministerios de Honduras

Por: Raúl Lanza Valeriano (circa 1993)

Según la realidad que vivimos con la tan necesaria modernización del Estado, todo parece indicar que hasta la fecha y después de muchísimos años de cacarear sobre tan ingente necesidad, lo único que se ha modernizado en relación con la organización real de la nación hondureña, es el cambio a veces impropio de los nombres de las principales dependencias que conforman el engranaje del Estado.

Vemos que durante los últimos doce años, la “modernización” referida, es cambiar la nominación de algunos ministerios y ciertas instituciones autónomas y semi-autónomas.

Antes del gobierno del Dr. Ramón Villeda Morales, el gabinete gubernamental lo integraban los Ministerios de Gobernación, Justicia, Sanidad y Beneficiencia; Fomento, Agricultura y Trabajo; Guerra, Marina y Aviación (risible porque contábamos con dos pequeñas lanchas guardacostas, la Zambrano en el Atlántico y la Goascorán en el Pacífico); Relaciones Exteriores, Instrucción Pública; Hacienda, Crédito Público y Comercio, y la Secretaría Privada de la Presidencia de la República, que ostentaba cargo ministerial, con su principal dependencia la Oficina de Cooperación Intelectual, en sus mejores tiempos dirigida por el recordado periodista Alejandro Castro Zelaya.

Colateralmente, el gobierno contaba también con un Tribunal Superior de Cuentas, integrado por un Presidente, varios Contadores glosa y por un Fiscal General de Hacienda.

Esta institución era algo así como la actual Contraloría General de la República; la Dirección General de Ingresos y la Contaduría General.

El Ministro de Gobernación era algo similar al Primer Ministro de algunos países europeos o al Secretario de Estado de los Estados Unidos de América; lo integraban los 17 gobernadores políticos encargados de gobernar en cada uno de los 17 departamentos en que estaba dividida la nación, desde el punto de vista político, geográfico y administrativo.

Su importancia decayó cuando el gobierno de facto de Oswaldo López Arellano, creó el Ministerio de la Presidencia, al cual le confirió poderes similares a los que tradicionalmente ostentaba Gobernación y Justicia.

Por estrategia política, todas las necesidades de que adolecían los sectores rurales del país eran evaluadas en el nuevo Ministerio, cuyas oficinas operaban, como hasta hoy, en el Palacio Presidencial, marginando totalmente al ente ministerial que había organizado científicamente el gobierno de Marcos Aurelio Soto, allá por la penúltima década del siglo pasado [XIX].

Sin embargo, el Ministerio seguía siendo vital para la vida de la nación, por tener a su cargo también, las carteras de Sanidad y Beneficencia con el Dr. Manuel Cáceres Vigil, como su primer titular, precisamente en enero de 1955.

Fue así como el tradicional Ministerio de Gobernación, Justicia, Sanidad y Beneficencia quedó dividido en dos, así: Ministerio de Gobernación y Justicia y Ministerio de Sanidad y Beneficencia, hasta que otra reforma lo bautizó con la nominación actual: Ministerio de Salud Pública.

Igual ocurrió con el Ministerio de Fomento, Agricultura y Trabajo, el cual fue convertido en tres Secretarías de Estado, así: Comunicaciones, Obras Públicas y Transporte; Recursos Naturales y el Ambiente; y Trabajo y Previsión Social.

El Primer Titular del nuevo Ministerio de Recursos Naturales fue el ingeniero Miguel Lardizábal Galindo, quien precisamente cuando tenía sesenta años de edad descubrió sus aptitudes naturales para el periodismo, creando durante varios años la recordada crónica DISECCIÓN DE LA NOTICIA, en el diario LA PRENSA y posteriormente en LA TRIBUNA.

El profesor Mariano P. Guevara fue el primer ministro de Trabajo y Previsión Social cuando se hizo la división citada.

La Oficina de Cooperación Intelectual creada por el Gobierno del General Tiburcio Carías estuvo a cargo sucesivamente de recios intelectuales, entre otros el propio Secretario Privado de la Presidencia, Lic. Marcos Carías Reyes, Celeo Murillo Soto, Hostilio Lobo, Manuel Luna Mejía, Virgilio Zelaya Rubí, Santos Juárez Fiallos y otros distinguidos intelectuales de la época.

Aparte de la Tesorería General de la República que durante el régimen cariísta dirigía don Esteban Díaz, funcionaban otras tesorerías especiales como las de la Dirección General de Caminos, Policía Nacional, Penitenciería Central, Empresa Nacional de Agua y Luz, Comunicaciones Eléctricas, etc…

Recordamos como titulares de la Pagaduría de Caminos al general Benjamín Henríquez y al lic. Ernesto Divanna y don Antonio Urquia (Coco) como pagador de la Policía Nacional. El edificio que actualmente ocupa el Ministerio de Salud fue contruido con fondos del Servicio Cooperativo Interamericano de Salud Pública (SCISP) y una contraparte del Gobierno Central, en principio únicamente contaba con dos pisos, siendo el gobierno de don Julio Lozano el que le mandó a contruir el tercero, donde precisamente está el despacho del señor Ministro por el cual han pasado sobresalientes galenos, entre otros los doctores, Manuel Cáceres Vigil, Rafael Martínez Valenzuela, José Antonio Peraza, Enrique Aguilar Cerrato, Rubén Villeda Bermúdez, César Castellanos Madrid, y tantos más, quienes en una u otra forma, desarrollaron una labor positiva.

Hasta 1957 los despachos ministeriales mencionados funcionaban en el viejo Palacio de los Ministerios, donde ahora solo despachan los titulares de Gobernación y Justicia y el de Defensa.

En aquellos tiempos funcionaban dentro del mismo edificio los Ministerios de Guerra, Marina y Aviación: Relaciones Exteriores, Educación Pública y Gobernación y Justicia en la segunda planta, y los de Hacienda y Crédito Público, Fomento, Agricultura y Trabajo en la primera, junto a la Tesorería General de la República y la Oficina Técnica de Ingeniería, desempeñada ésta por el Ing. Lisandro Suárez y posteriormente por sus colegas J. Francisco Mejía y Antonio Bonilla.

Los titulares eran por su orden: Juan Manuel Gálvez Durón, Edgardo Valenzuela, Jesús María Rodríguez, abuelo del Arzobispo de Tegucigalpa, Monseñor Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga; Abraham Williams Calderón, Julio Lozano h., y Salvador Aguirre.

Por esos días se suscitó una tragedia, precisamente frente a las oficinas del Ministerio de Guerra, cuando se quitó la vida el entonces Oficial Mayor del mismo, Lic. Pompeyo Bertot, persona ampliamente estimada por los círculos políticos, sociales e intelectuales de la época. El hecho consternó al país en general y el Palació se cubrió de luto durante varios días.

A estas alturas del tiempo muchos recordamos con respeto a prominentes hondureños que dejaron los mejores años de su vida al servicio del pueblo desde las diferentes dependencias ministeriales. Para ejemplo, se recuerda la entrega total observada por el inolvidable compatriota Lic. Santiago Chavarría en el Ministerio de Guerra y posteriormente desde la Secretaría Privada de la Presidencia de la República, a cargo entonces del Dr. Galvez Durón; al abnegado educador nacional Lic. Eufemiano Claros en el Ministerio de Educación, y desde luego al infatigable Oficial Mayor de Gobernación, Br. Bernardo Aguirre sin dejar de valorar en todo su peso el dinamismo, capacidad y abnegación del recordado amigo Lic. Don Cecilio Colindres Zepeda, desde la sub-Secretaría de Relaciones Exteriores y también de la Secretaría y Cátedras en la entonces Universidad Central de Honduras.

De don Chilo cuentan jocosas anécdotas: Dicen que cuando fue separado de la Sub-Secretaría de Relaciones Exteriores en 1958, después de casi medio siglo de vida de servirla, se dirigió al nuevo Presidente de la República, Dr. Ramón Villeda Morales, su ex discípulo, en estos términos:

“Mirá José Ramón, si en algo estimas nuestra amistad devolveme el cargo que he venido desempeñando durante tantos años, porque de lo contrario tendrás que lamentar mi deceso antes de tiempo “Quiero volver a mi querido Ministerio aunque sea de conserje… ¿Te parece José Ramón…?”

Cuentan que el Dr. Villeda Morales, quien admiraba y respetaba a su viejo maestro, al instante ordenó que Don Chilo regresara a su antiguo cargo, del cual al fin salió pero por motivos de mala salud.

La Policía Nacional por esos tiempos era dirigida por el Gral. Camilo R. Reina, con el Br. Ángel Rodríguez en la jefatura de la Oficina de Investigación Criminal, y en la Secretaría General con el recordado compatriota Lic. Antonio C. Rivas.

Actuaban de Comandantes los coroneles Julio Zelaya, Tomás Neda y otros cuyos nombres lamentamos no recordar.

La Comandancia de Tránsito la dirigía el capitán Luis Aguilar González. La Policía Montada el Cnel. Tomás Martínez y el Juzgado de Policía el Lic. Bernardo Rivera.

Por esos días, la Oficina de Emergencia o Clínica para casos de urgencia, estaba a cargo de los Dres. Infieri Manuel Bueso Gómez, fallecido recientemente y José Jacinto Moreno, quien murió hace algunos años en la ciudad de Danlí, dejando gratos recuerdos por su abnegación, virtud que también cultivó profundamente el recordado Dr. Bueso, tío del mayor Saúl Bueso Mazariegos, Subdirector de la Policía Preventiva. -Buen día.

Tomado del libro Arrastrando Lejanías: Crónicas del Ayer 3 de Raúl Lanza Valeriano. Graficentro Editores. 2003.

Necesitamos feriados predecibles

Por: José S. Azcona Bocock

Aunque resulta antieconómico e ineficiente visto desde un punto de vista inmediato, tenemos razones para darnos días feriados. Existen algunos de ellos de dudosa validez, como ser el 14 de abril, fecha de fundación de la Unión Panamericana (actual Organización de Estados Americanos), la cual es una valiosa y querida organización, pero la vasta mayoría de los países de América no reconocen este día como feriado nacional. Sin embargo, la mayoría de ellos son aceptados por los diversos sectores como justos y legítimos.

El problema principal con los feriados no es su cantidad, sino su ubicación errática dentro de la semana laboral, o que su aplicabilidad y movimiento son arbitrarios. Hemos visto feriados cambiados, cancelados, reaprobados, etc. resultando en una gran confusión, con todos sus efectos negativos. Por esto proponemos que se haga una tabla única a comienzo de cada año, con criterios permanentes de eficiencia, que permita al gobierno, particulares y empresas hacer una planificación anual.

Existen días festivos los cuales no es factible celebrar en días alternos, los que incluyen el 1° de enero, jueves y viernes santo, 15 de septiembre y 25 de diciembre. Estas son fechas definidas, las cuales no sería prudente pretender racionalizar u organizar de una forma más eficiente. Todos los demás feriados sí son susceptibles a ser celebrados en un día distinto, y por tanto es factible moverlos al lunes más cercano. Su definición puede hacerse en el calendario de conformidad con una sucesión aproximada dentro del mes, como ser “tercer lunes de octubre” (12 de octubre).

Colocar estos feriados los lunes tiene múltiples ventajas. Una interrupción del ciclo laboral dentro de la semana tiene consecuencias negativas en muchas actividades productivas. Está probado que una interrupción del ciclo normal de trabajo durante la semana afecta el rendimiento durante la semana entera. Se elimina el “puente”, ya sea real o psicológico, por lo que el día feriado no abarca al vecino, afectando al mínimo la producción. Los recipientes del feriado también resultan beneficiados, ya que los días libres concentrados son de suma utilidad para emprender actividades no realizables en un fin de semana ordinario. El lunes tiene la ventaja adicional de que corresponde al inicio de la jornada laboral general. No existiendo un final de semana laboral definido (pudiendo ser este viernes o sábado), no se puede aplicar en ninguno de estos días sin crear un puente o hacer el feriado superfluo.

Saber desde inicios de año las fechas de los feriados es de gran utilidad para todos los actores económicos: las empresas pueden planificar sus movimientos de personal, recursos, y ciclos de trabajo. Los ciudadanos podemos planificar nuestro tiempo libre de una forma más efectiva. Lo más importante es la ausencia de incertidumbre: existiendo la absoluta certeza de cuando todas las instituciones estarán fuera de servicio (o activas) conduce a una mayor confianza y orden en la vida nacional.

La eliminación de la arbitrariedad en la fijación de nuestros días festivos y la racionalización de su ubicación dentro del calendario debe resultar en una mejor planificación y eficiencia económica, y en un mejor aprovechamiento por parte de los ciudadanos económicamente activos. Un pequeño avance más en la construcción de una sociedad más eficiente, ordenada, y una mejor calidad de vida para todos.

(2000; L.T.)

Tomado del libro Construyendo una Honduras Mejor de José S. Azcona Bocock.

Procesión de los Angelones en el Día de Difuntos

En otros tiempos, en los que en la ciudad de Comayagua se celebraban las festividades religiosas con más esplendor y solemnidad que ahora, para el día de Finados, dos de noviembre de cada año, las iglesias enlutaban sus naves con largos cortinajes y practicaban solemnes ritualidades litúrgicas.

Desde las cuatro de la tarde comenzaban en todos los templos, las esquilas de difuntos, las que venían repitiéndose de hora en hora, hasta otro día, al amanecer, en que los Sacerdotes celebraban las tres Misas de difuntos, en un solo acto.

A las siete de la noche salía de la Santa Iglesia Catedral, una lúgubre procesión, por todas las calles de la ciudad, con la Cruz alta y los ciriales, encontrándose en aquellos momentos, la ciudad, triste, fría y azotada por los fuertes aquilones de noviembre.

Un sacristán piadoso, portando una palangana de plata y una sonora campanilla, iba enseñando devotamente, el Santo Rosario, y al mismo tiempo pedía a los fieles de la ciudad, una limosna para las Ánimas benditas del Purgatorio.

Al llegar la enlutada procesión, a cada casa, entonaba a grandes voces el canto monótono y quejumbroso que decían: Ángeles somos que del Cielo venimos a pedir pan para el Sacristán… y entonces, el dueño de la casa, lleno de miedo y tembloroso alargaba su mano, por el postigo de la puerta o de la ventana y daba su limosna.

Entonces los Angelones, agradecidos por la piadosa dádiva para el alivio de las benditas Ánimas, entonaban, con las mismas voces estentóreas, este otro canto: Estas puertas son de cedro y las almas en el cielo…

La procesión de Angelones seguía caminando por las calles, rezando el Santo Rosario y cantando el Miserere, hasta llegar a la puerta de la otra casa, en donde repetían su pedimento de limosna para las ánimas, siempre entonando sus monótonos y quejumbrosos cantos.

Pero si desgraciadamente en aquella casa no respondían o no salían a la puerta o postigo, para dar el pan para el Sacristán, entonces los angelones, airados y con voces estentóreas, entonaban este canto: Estas puertas son de hierro y las almas en el Infierno…

Y mientras la funeraria procesión recorría los tristes y silenciosos barrios de la ciudad, las campanas de los templos, plañideras y dolientes, llenaban los espacios con sus esquilas de difuntos; y el viento de noviembre, tétrico y funerario, gemía sobre los húmedos tejados de esta legendaria y conventual Valladolid.

A las diez de la noche, la procesión de los Angelones hacía su regreso hacia la Catedral, en donde se decían las últimas preces, para el alivio y descanso de las Benditas Ánimas del Purgatorio; y después de lo cual, todos los Angelones se dispersaban, entonando el Ave María, para ahuyentar el Demonio que también deambulaba por calles y plazas, en aquella noche de difuntos.

Después de la procesión de Angelones, y como a eso de las doce de la noche, aseguraban nuestros abuelos, que salía de la derruida y antigua iglesia de San Blas, distante como un kilómetro de la ciudad, la macabra procesión de Ánimas, formada de muertecitos que semejaban muchachitas como de doce años, todas ellas vestidas de largos y blancos camisones, con las cabezas peloncitas y los pies desnudos y amarillentos, los que no tocaban el suelo; pues se les veía caminar como a un pie de la superficie, llevando todas, en las manos, candelas encendidas que despedían luces amarillentas, parecidas a fuegos fatuos.

La primera visita que hacían era al Cementerio, en donde todas las tumbas se abrían, saliendo los esqueletos de los difuntos, quienes se postraban sobre las lozas de sus nichos, con los brazos extendidos en forma de cruz, y entonaban, con voces roncas y destempladas, el Miserere.

Después de estos cantos, salían en macabro consorcio, en procesión por las calles de la ciudad, hasta llegar a los cementerios de los viejos conventos de San Francisco y La Merced, en donde repetían sus salmodias y cantos funerarios, entre esquilas y dobles de campanas de los templos que no cesaban durante toda la noche…

Pero si algún curioso se atrevía a salir o a asomarse a la puerta o postigo de la ventana, en el acto volaba una Ánima Pelona y se le plantaba al frente, dándole una candela que despedía  mortecina luz fosforescente, la que, al tomar en la mano el atrevido curioso, se le convertía en hueso de muerto, por lo que el aterrorizado curioso huía lleno de espanto, al interior de su casa, medio loco y con fuerte frío de calentura.

La procesión de Ánimas continuaba deambulando, entre cánticos de tumbas, dobles y esquila de funerarias campanas y bajo la helada y pertinaz lluvia, hasta el amanecer que cantaba el primer gallo, con lo que, como por encanto, se esfumaba y desaparecía aquella macabra procesión.

Momentos después, las campanas de los templos llamaban a los fieles a oír las tres Misas que los Sacerdotes oficiaban, para alivio y descanso de las benditas Ánimas del Purgatorio.

Fuente: Leyendas y Mitos de las Hibueras. Autor: Ramiro Colindres Ortega. Graficentro Editores. 2000