¿Quién se robó la Turca?

El caso trágico de la bella Norma Zablah.

Recuerdos tristes de la Tegucigalpa de ayer.

Por: J. Augusto Irías Cálix

Transcurrían los plácidos años de las postrimerías del gobierno del Dr. y Gral. don Tiburcio Carías Andino en la ciudad de Tegucigalpa; cuando un acontecimiento vino a estremecer el ambiente social de aquellos días; y fue el desaparecimiento de una joven encantadora, de sonrisa angelical y alegre; que hacía sus estudios secundarios en el Instituto María Auxiliadora.

El impacto social y político fue por lo menos de 500 kilotones de T.N.T., y en los círculos sociales y políticos más destacados la pregunta era: ¿Quién se robó la Turca?

En cierta oportunidad nos encontrábamos reunidos en un salón del “Hotel Las Américas”, con los licenciados: Eliseo Pérez Cadalso, Hostilio Lobo Cálix, Esteban Mendoza y este servidor, cuando a alguien se le ocurrió decir:

“¿Por qué no consultamos con un fakir de la India que se encuentra hospedado en este hotel?”. Todos se rieron de la ocurrencia, y algunos dijeron: ¿por qué no?.

Así pasaron los días y el caso parecía no tener solución. Se decía que un alto personaje del gobierno la había raptado y secuestrado, y después, para hacer desaparecer las evidencias, su cadáver fue lanzado al mar desde un avión.

Antes de estos acontecimientos tuvimos la oportunidad de platicar con la deslumbrante y simpática Normita Zablah, a quién —junto a otros compañeros de estudios— la abordábamos cuando con un grupo de alumnas se dirigía a su centro de estudios, el Instituto María Auxiliadora.

Normita Zablah vivía en un establecimiento de sus padres, que estaba situado en la calle del comercio frente al Parque “La Merced”, y se llamaba Bazar Jerusalén, exactamente donde hoy se encuentra el edificio Midence-Soto.

Nadie puede conocer los sentimientos y pensamientos del ser humano, especialmente cuando se trata de una aberración por controlar y disfrutar del cariño y el amor de una bella mujer, la cual no puede ser conquistada por los medios tradicionales de atraer el cariño y el afecto cuando es correspondido por el mutuo consentimiento.

Los acontecimientos continuaron su curso, las suposiciones de los diferentes estratos sociales señalaban a un alto personaje de la administración pública, un destacado abogado, escritor y poeta. Por los medios radiales y de prensa se informó que este personaje había sido nombrado en el cargo de Cónsul General de Honduras en la Ciudad de Nueva York.

Este nombramiento suscitó muchos comentarios y suposiciones dentro de los diferentes círculos sociales y políticos de la Capital; y —cosa inesperada— de improviso la tragedia cobró otra víctima —que en este caso fue el antes mencionado abogado, escritor y poeta— quien no soportó la presión psicológica sobre su persona.

Ese trágico día, iba yo por la esquina de la Frutería “El Rábano”, cerca de la Farmacia Arles, como a las 10 de la mañana, acompañado del señor William Shoemaker —quién se desempeñaba como agente de Scotland Yard de Londres en Tegucigalpa— cuando escuchamos la fuerte detonación de un disparo de pistola automática. Cundió la alarma entre los vecinos del sector y la casa que estaba situada frente al Teatro Pálace. Todos nos dirigimos a investigar lo sucedido en la casa antes mencionada. Desgraciadamente, el hecho quedó comprobado. El señor antes mencionado, que era funcionario del gobierno, ¡se había suicidado!

Y como colofón decimos: Que el cuerpo de la turquita nunca apareció, y tampoco se pudo comprobar que en el crimen haya tenido participación directa el funcionario gubernamental que se suicidó, ya que muchas personas son supersensibles y pueden sufrir una profunda alteración psicológica.

Y los padres de la turquita se trasladaron a vivir a México, y hasta allá van nuestras sinceras condolencias, a través del tiempo y el espacio.

Y entonces, decimos nosotros: ¿Quién se robó la Turca?

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