Huelga del Amor

Indios se Niegan a Tener Hijos Para que No los Conviertan en Esclavos

Por: Winston Irías Cálix

Al igual que el Cacique Lempira, los indígenas olanchanos son héroes autóctonos de la soberanía nacional. Defendieron con la vida sus tierras, sus mujeres y su cultura y combatieron con firmeza a los invasores. En una de estas batallas perdió la vida el famoso conquistador Juan López de Grijalva, quien se había destacado en México junto a Hernán Cortés.

Consumada la conquista, los indígenas fueron convertidos en esclavos en su propia tierra, destinados a morir en la explotación minera y también vendidos en el extranjero como fuerza de trabajo. Al respecto, mi amigo, el poeta, escritor y gran historiador olanchano, don Medardo Mejía, repetía: «¡Qué tierra tan padecida y tan sufrida!», y así lo expresó varias veces en su destacado drama «La Ahorcancina».

Don Medardo me explicó que al iniciar la conquista los indios de Olancho protagonizaron la primera huelga de América, consistente en una acción de resistencia contra el sexo, abstinencia total, para que las mujeres no resultaran embarazadas y no nacieran niños que en su juventud fueran convertidos en esclavos.

Curiosamente, a ese rechazo se le denominó «La Huelga del Amor», durante la cual «los indios juraron por sus dioses no tocar indias para no producir inditos, que crecidos eran cazados y llevados a Trujillo, donde sus captores los cambiaban por vino».

«A los indios se les herraba y eran conducidos en barcos de carga a la Española (Santo Domingo), isla en la que se les vendía por segunda vez para llevarlos a los cañaverales, a trabajar sin descanso, hasta la muerte», es el relato conmovedor de don Medardo en torno al ultraje y sufrimiento a que fueron sometidos los indígenas olanchanos.

«La ‘Huelga del Amor’ triunfó en el siglo XVI. Ya no volvieron los cargueros de Santo Domingo a Trujillo por más esclavos indios» pero su sufrimiento no terminó.

El maltrato, los abusos y el asesinatos de indígenas por parte de los españoles continuó, aunque el Reino Hispano ya había enviado evangelizadores con la misión, además, de que los conquistadores les dieran un trato humano.

A pesar de esta actitud de la Iglesia Católica, ocurrió una tragedia como consecuencia de lo sucedido entre un capitán español, Alonso Daza, y un jefe indígena tawahka capturado durante un enfrentamiento armado, hecho ocurrido en el municipio de Catacamas.

Inesperadamente, el cacique abofeteó fuertemente a Daza, pero este gesto de dignidad y orgullo de la raza tuvo un castigo cruel: Según historiadores, el capitán español le ató «la mano izquierda con una liga a la cintura y le clavó la derecha contra un árbol, con una herradura de caballo y ocho clavos».

Al ser encontrado con sus súbditos, el jefe nativo preparó su venganza, lamentablemente consumada en un evangelizador; los hechos se desencadenaron cuando el reverendo Esteban Verdelete y sus acompañantes visitaron a los indígenas y les increparon que estarían condenados si no cambiaban su religión, actitud que causó aun más disgusto y terminaron por darles muerte.

Varios sacerdotes ofrendaron su vida en su tarea cristianizadora, ya que los abusos de los conquistadores provocaba algunas veces una actitud hostil de los indígenas en su contra, como ocurrió con Fray Verdelete.

Tomado del libro «Catacamas: del ayer al año 2000» de Winston Irías Cálix.

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