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Supuesto golpe de Estado Honduras 2009

Después de 7 gobiernos civiles consecutivos, cuando se creían extinguidos los fantasmas de los golpes de Estado militares, el mundo se enteró que el 28 de junio el presidente Manuel Zelaya había sido capturado por unos militares y enviado en avión a Costa Rica.

La condena a esta acción fue inmediata y universal en la comunidad internacional, y se catalogó como un golpe de Estado.

En ese día del 28 de junio, en horas del mediodía, el Congreso Nacional decidió improbar la conducta del presidente Zelaya, destituyéndolo, y procediendo a juramentar como presidente de la República al señor Roberto Micheletti, que hasta ese momento se había desempeñado como presidente del Congreso Nacional, y a quien correspondía completar el período de cuatro años que le correspondía a Zelaya, según el orden de sucesión que establece el artículo 242 de la Constitución.

Prejuicio en el exterior

Contrario a la mayoritaria opinión negativa en el exterior, la destitución del presidente Zelaya tuvo un amplio apoyo interno en Honduras. Externamente se creía que el «golpe» era impopular, por que no se imaginaban otra reacción posible.

Esta diferencia de percepciones se debió a una intensa campaña de desinformación de la prensa internacional —en la que pusieron especial empeño los que tenían tendencias izquierdistas— y al temor de los gobernantes del mundo de ser víctimas de un evento similar.

Honduras, que hasta ese momento había recibido muy poca atención de la prensa internacional, salta abruptamente a la escena mediática con esta expulsión repentina del presidente en funciones; pero como no se le había dado seguimiento a la cadena de eventos que llevaron a la expulsión de Zelaya, se pensó que la crisis política había empezado el 28 de junio, y se desestimaron los antecedentes que condujeron a tomar la difícil decisión del Congreso Nacional, y el marco legal que la justificaba.

Se trató de hacer encajar lo sucedido dentro del marco del clásico golpe de Estado militar, por que no se le podía concebir de otra manera. Las reacciones que se dieron desde el primer momento fueron viscerales, no hubo espacio a la reflexión. Pero ese consenso internacional basado en la desinformación y en las reacciones viscerales generó una rigidez en la postura de los distintos países que no permitió el reconocimiento del gobierno interino de Micheletti.

Nadie niega en Honduras que el procedimiento que se utilizó para expulsar a Zelaya del país fue ilegal. Sin embargo, la comisión de delitos dentro de un Estado de Derecho no implica el rompimiento de éste. El orden constitucional no se rompió en Honduras, por que continuaron funcionando los tres poderes del Estado dentro del mismo orden legal, lo único que cambió fue la titularidad del Poder Ejecutivo, y el cambio de gabinete de gobierno. El Congreso Nacional y la Corte Suprema de Justicia siguieron intactos, por lo tanto aquí no hubo un golpe de Estado.

Los militares que expulsaron a Zelaya del país recibieron una orden de captura de la Corte Suprema de Justicia para poner a Zelaya a la orden de los tribunales. En Honduras no existe la figura del juicio político, por lo que esta captura del presidente era legal. Las autoridades judiciales tienen la atribución de pedir la contribución de la fuerza pública para ejecutar sus resoluciones. Lo ilegal fue haber expulsado a Zelaya del país en vez de presentarlo a los tribunales.

En una entrevista a un periódico de Miami, el asesor jurídico de las Fuerzas Armadas, el coronel Herberth Bayardo Inestroza, argumentó que se sacó al presidente del país para evitar que se dieran muchas muertes de hondureños.

Este temor estaba justificado, pues Zelaya había asaltado con una turba las instalaciones de la Fuerza Aérea el 25 de junio, lo que puso en peligro la vida de estas personas. Se temía que en un incidente similar el desenlace podía ser fatal, por lo que se decidió sacar a Zelaya del país por motivos humanitarios.

Esta decisión pudo o no haber sido acertada, pero es la decisión que se tomó bajo la presión de las circunstancias del momento.

La orden de captura contra el señor Zelaya fue emitida el 26 de junio, por los delitos contra la forma de gobierno, traición a la patria, abuso de autoridad y usurpación de funciones.

La cuarta urna

El suceso que precipitó esta decision judicial fue un evento electoral que Zelaya pretendía realizar con el fin de derogar la actual Constitución política de Honduras, y cambiar la forma de gobierno.

Primero Zelaya habló de una «cuarta urna» que había que colocar en las elecciones generales programadas para el 29 de noviembre, donde se elige el presidente, diputados y miembros de cada corporación municipal. Para cada una de estas categorías se coloca una urna, por lo que hay tres urnas donde los ciudadanos depositan sus votos, pero Zelaya quería colocar una cuarta urna donde se le preguntaría a los ciudadanos si estaban de acuerdo con la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente que aprobara una nueva constitución política.

Para promover esa «cuarta urna» el gobierno de Zelaya realizó una gran ofensiva publicitaria, donde presentaba la idea de que con una nueva constitución se podrían solucionar todos los problemas de Honduras.

Al público no le pasó por desapercibido el hecho de que la idea de Zelaya de derogar la actual Constitución y crear una nueva tenía relación con la estrategia de Hugo Chávez y sus adláteres del ALBA de crear nuevas constituciones para perpetuarse en la presidencia y concentrar el poder en la figura presidencial, creando dictaduras con el barniz democrático de dudosos procesos electorales.

Por eso desde el principio Zelaya enfrentó la oposición del Congreso y la Corte Suprema de Justicia, quienes señalaban que el proyecto de la cuarta urna era ilegal. También se opusieron a la cuarta urna la Procuraduría General de la República, el Ministerio Público y el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos; así como asociaciones de la sociedad civil, grupos de empresarios y las iglesias católica y evangélicas.

Los únicos que apoyaban la cuarta urna eran ciertos grupos gremiales de sindicatos, especialmente los sindicatos magisteriales. Estos grupos se convirtieron en «resistencia» tras la expulsión de Zelaya del poder.

Zelaya, siendo consciente de que su proyecto de la cuarta urna era ilegal, intentó legitimarlo por medio de un proceso electoral intermedio, por medio de una «consulta popular» que se realizaría el 28 de junio, donde se le preguntaría a la población si estaba de acuerdo con la colocación de una cuarta urna para preguntarle a los ciudadanos si estaban de acuerdo con la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, que aprobara una nueva constitución política.

Para evadir problemas legales, Zelaya le cambió el nombre al evento de «consulta popular» a simple «encuesta de opinión», pero el sistema de votación propio de un evento electoral se mantendría intacto.

Ese evento electoral fue abortado el 28 de junio, día en que se realizaría la «encuesta», cuando Zelaya fue sacado abruptamente del poder. El día siguiente se informó que la cuarta urna era una farsa, por que el gobierno de Zelaya pretendía convocar inmediatamente a una Asamblea Nacional Constituyente, que habría disuelto todos los poderes del Estado.´

Se había descubierto un decreto ejecutivo, publicado en secreto por el periódico oficial La Gaceta el 25 de junio —el cual solo acostumbran a leer profesionales del derecho—, donde se establecía que la citada encuesta convocaría a una Asamblea Nacional Constituyente. La acción de expulsar al señor Zelaya había salvado el orden constitucional en vez de romperlo, pero el mundo no lo entendió así.

En realidad, cuando Zelaya fue expulsado del país, él ya no era presidente de Honduras, en virtud de la inhabilitación automática que plantea el artículo 239 de la Constitución de la República, que hace cesar en su cargo a todo funcionario público que promueva la reelección presidencial, que está terminantemente prohibida en ese artículo. El artículo 239 es un artículo irreformable de la Constitución, en el cual naufragaron las veladas pretensiones continuistas de Zelaya.

Según el informe del Comisionado Nacional de Derechos Humanos, Ramón Custodio, Manuel Zelaya, desde las gradas de la casa presidencial, hizo el 25 de junio un llamado público a una Asamblea Nacional Constituyente que aboliera la prohibición de la reelección presidencial. (Ver video en Youtube).

Por lo tanto, la sustitución presidencial que se hizo fue legal, el artículo 239 de la Constitución inhabilitaba a Zelaya y el artículo 242 habilitaba a Micheletti, por lo tanto no hubo golpe de Estado.

Los militares que expulsaron a Zelaya deberán responder por esa acción en los tribunales, pero el Estado hondureño sigue funcionando normalmente. Aquí no se ha roto el orden constitucional.

La supuesta renuncia de Zelaya

El día 28 de junio en el Congreso se leyó una renuncia a la presidencia, supuestamente firmada por Manuel Zelaya, aunque éste negó en todo momento haber firmado una renuncia. Pero el Congreso no se basó en esta supuesta renuncia para improbar la gestión de Zelaya y hacer el traspaso presidencial al señor Micheletti.

Todavía no se sabe si esa carta de renuncia fue firmada realmente por Zelaya o no. No se descarta que Zelaya la haya firmado, pues es conocida su manera compulsiva de actuar, así como su frecuente recurso a la mentira.

Pepe Lobo – Presidente Electo

Pepe Lobo celebra su triunfo electoral.
Foto: El Heraldo

Las elecciones de ayer resultaron un éxito. Con la abundante participación que hubo los hondureños reafirman su deseo de vivir en democracia y de rechazar las injerencias extranjeras.

El boicot anunciado de los grupos anti-democráticos que respaldan a Manuel Zelaya fracasó. No hubo mayores disturbios ni actos terroristas. El pueblo acudió con confianza a las urnas.

Lo importante es que ha ganado Honduras.

Perdió Manuel Zelaya, Hugo Chávez e Insulza.

Al parecer, la arrolladora victoria del Partido Nacional, y su candidato presidencial Porfirio “Pepe” se explica por el voto de castigo del pueblo contra el Partido Liberal, por ser el gobierno liberal de Manuel Zelaya el causante de la crisis política que nos ha tenido sumergido los últimos meses del año.

Incluso en el bastión del liberalismo, el departamento de El Paraíso, en el que los nacionalistas han perdido siempre desde que el país retornó a la democracia, esta vez ganó la alcadía de Danlí un candidato nacionalista.

Funcionó la estrategia de Pepe Lobo, que muchos analistas daban por equivocada, de no tomar partido en la crisis política y de apostarle al diálogo.

La UD despedazada

César Ham, el candidato presidencial de la UD, arenga a sus correligionarios en marzo del 2,009. Al fondo se observa todavía la foto de Doris Gutiérrez, que luego se retiró del partido luego del escándalo de las dispensas.

Foto: El Heraldo

Por: Marvin Ponce Sorto *

La UD recoge hoy en pedazos lo que ellos mismos fraguaron: su autodestrucción; su oportunismo, su inconsecuencia en la vivencia de los principios que le dieron vida, su corrupción interna y su distanciamiento de la población que le dio vida le dan el golpe de gracia al que fuera una vez la más reciente esperanza de jalonar cambios en la nación hondureña.

La Unificación Democrática fue fundada en 1991, su declaración ideológica es de izquierda de amplio espectro. Nació de la fusión de los partidos izquierdistas clandestinos: Partido para la Transformación de Honduras, Partido Revolucionario Hondureño, Partido Morazanista de Liberación Nacional, Partido Renovación Democrática, antiguo Partido Comunista de Honduras.

Nace bajo decreto No. 189-93, el lema del partido es “UD marca la diferencia”, y sus pilares son ética, democracia, criticismo, propuesta y lucha. Se suponía se caracterizaba por los colores rojo y amarillo que simbolizan la sangre de los mártires y el nuevo amanecer, respectivamente.

Todos esos ideales, uno a uno fueron pisoteados por sus dirigentes quienes repitieron en pequeño lo que los partidos tradicionales hacen en grande, crearon camarillas antidemocráticas, se adueñaron del partido cual hacienda privada, apostaron por la mentira, la deslealtad y así cavaron su propia tumba.

Uno de sus recientes pero grabe [sic] error es que se prendieron de las faldas de Zelaya y Patricia Rodas y perdieron toda su autonomía e identidad, eso resultaba vergonzoso e insultante para todos los que un día creímos que por la UD vendrían los cambios al país; después de manera oportunista se clavaron en la “Resistencia” para luego quitarse la careta y demostrar que sólo andaban detrás de los votos de los incautos al negarse a retirarse del proceso electoral.

Por decenas y en desbandada sus reservas éticas fueron saliendo de ese barco ignominioso, lo hizo primero el digno Matías Fúnez, le siguió la aguerrida Doris Gutiérrez y creo que también el siempre honroso Juan Almendares Bonilla y hoy se anuncia por los cuatro puntos cardinales la renuncia de decenas de sus líderes en los cargos de elección popular.

Desde el candidato a alcalde de San Pedro Sula hasta decenas de candidatos a diputados y regidores en todo lo ancho del territorio han tirado la renuncia en las extremidades de Hans [Ham] en solemne actitud, de como diría Leonardo Boff iracundia sagrada o indignación ética, por la improcedencia moral de ese instituto político.

Lástima que la UD nunca dio el salto para convertirse en una sociedad popular, nunca trabajó sus bases en la ética y la concienciación, no dejó de ser más que una pobre sucursal de empleos, nunca tuvo voluntad de renovarse, de ejercer democracia interna y así desdibujó su bello ideario en el que tantos soñadores creímos.

La UD se transformó de un partido popular en una cúpula de notables, de corte electorero, con una característica de corte patronal en donde lo que importan son sus cabezas y sus privilegios como la deshonrosa venta de las dispensas vehiculares, sectarios, con anomia doctrinal, pinché [sic] agencia de empleos que en nada se diferenció al final de los dos partidos mayoritarios.

Ahora que han quedado en envidencia que se alisten para recibir el repudio de los que en algún momento les vieron con simpatía; ellos serán los grandes perdedores de este proceso pues los tradicionales tienen su voto duro que les respalde, pero el pueblo no es tonto y no perdonará, la UD que se aliste para recoger el 30 de noviembre el cadáver político que ellos, su dirigencia asesinaron.

*Asesor de la Pastoral Juvenil en Honduras
Tomado de “La Tribuna”, del sábado 28 de noviembre del 2,009.

Los argumentos de Carlos H. Reyes

Carlos H. Reyes
Foto: El Heraldo

El líder sindical Carlos H. Reyes era el primer candidato independiente a la presidencia de la República, sin embargo no supo aprovechar esa oportunidad que se le dió. Carlos H. Reyes ha renunciado. Su candidatura, que ponía en precario su «independencia» al apoyar a Zelaya, estaba destinada al fracaso desde el principio.

Manuel Zelaya no lo dijo abiertamente, pero era fácil adivinar sus intenciones continuistas con el proyecto de la «cuarta urna», que buscaba instalar una Asamblea Nacional Constituyente con el propósito de cambiar la forma de gobierno del país. Carlos H. Reyes apoyó el ilegal proyecto de la cuarta urna, que de haber tenido éxito hubiera permitido la reelección de indefinida de Zelaya por medios fraudulentos. No tendría sentido proponer una candidatura a la presidencia en tales condiciones.

Ahora que Zelaya fue destituido por el Congreso, Carlos H. Reyes dice que no participará en las elecciones, alegando que por el golpe de Estado éstas no son válidas, y que es necesario retornar al orden constitucional restituyendo a Zelaya a la presidencia.

Ayer, en declaraciones a HRN, Carlos H. Reyes declaró que apoyar las elecciones es apoyar el golpe de Estado, y que nadie de la «resistencia» contra este golpe de Estado va a votar o a apoyar las elecciones, por que apoyar las elecciones es apoyar el golpe de Estado.

Sin embargo, ayer mismo, el Partido Unificación Democrática, partido de izquierda que ha venido apoyando a Zelaya, anunció que participará en las elecciones.

Los argumentos de Carlos H. Reyes no convencen.

Se ha repetido hasta la saciedad que el proceso electoral es independiente de la figura del presidente de la República, y que es administrado en forma autónoma por el Tribunal Supremo Electoral. Que Zelaya habría sido automáticamente inhabilitado en su cargo antes de ser llevado a Costa Rica el 28 de junio pasado, en virtud del artículo 239 de la Constitución, que establece que cualquier funcionario público cesa inmediatamente en su cargo con el solo hecho de proponer la reelección presidencial. Y que en virtud del artículo 242, Roberto Micheletti debía sustituirlo, por ser el presidente del Congreso en ese entonces.

Que Zelaya perdió su cargo por haber propuesto la reelección queda claramente establecido por lo que dijo en este video que sigue en Youtube, en el que menciona la posibilidad de que Rafael Leonardo Callejas pueda volver a aspirar a la presidencia, tratando de apartar la atención sobre sus intenciones continuistas:

No hubo pues, golpe de Estado, siendo la sustitución de Zelaya legal. Además, en un clásico golpe de Estado, como el que se dio en contra del presidente Ramón Villeda Morales en 1963, se disuelven todos los poderes del Estado, y una Junta de Gobierno o Jefe de Estado gobierna por medio de decretos-leyes.

La sustitución del presidente Zelaya en Honduras no tiene precedentes, por eso es incorrecto etiquetarlo de «golpe de Estado». A diferencia de lo que sucedió en los clásicos golpes de Estado, en Honduras funcionan con legitimidad que está fuera de toda duda el Congreso, la Corte Suprema de Justicia y el Tribunal Supremo Electoral.

Pero aun suponiendo que se hubiera dado un rompimiento constitucional el 28 de junio, la postura de Carlos H. Reyes resulta siempre contradictoria. Dice Carlos H. Reyes que no participará en las elecciones por que son ilegales, por darse dentro de un contexto de golpe de Estado, pero no tuvo problema alguno en respaldar las ilegales elecciones disfrazadas de encuestas de la cuarta urna. Dice que es necesario el retorno al orden constitucional, cuando ese orden constitucional es contrario a la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente que él promueve. No se entiende para qué insiste en el retorno al orden constitucional, si su objetivo es destruirlo en el plazo más corto posible… a menos… a menos que esa insistencia no se base en el respeto a la ley, sino más bien en el oportunismo político.

Carlos H. Reyes insiste que después de un golpe de Estado siempre es necesario crear una nueva Constitución, pero no explica por qué. La constitución de 1957 podría haber sido restaurada después del golpe de Estado de 1963, al menos en teoría. Ello no ocurrió así por que esa constitución era incompatible con el régimen militar que le puso término. Aun suponiendo que se hubiera dado un golpe de Estado, una Constituyente no es un evento inevitable ni necesario.

Carlos H. Reyes perdió su estatus de «independiente» por depender en su candidatura de la suerte de Manuel Zelaya y del chavismo hondureño. Carlos H. Reyes puede ser bueno en su trabajo como agitador, pero como político «no le entiende al trámite». No es extraño que él se oponga a las elecciones, por que la inestabilidad política de un régimen —ahora sí— de facto, le proporcionaría un ambiente propicio para realizar su trabajo de aprovechar el desorden.

El grupo de «resistencia» del que forma parte Carlos H. Reyes no es tal. Resistencia sería un grupo de ciudadanos que combatieran contra una invasión extranjera, como sucedió en la Francia invadida por los fascistas. Pero estos grupos subversivos lo que buscan es imponer el molde castro-chavista en Honduras, por la vía de la violencia y el terrorismo si es necesario, por lo que se constituyen en malos hondureños. La verdadera Resistencia somos nosotros, los que estamos del lado de la libertad y la alternabilidad en el poder, y que aguantamos las embestidas de estos grupos subversivos.