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Cuatro Palabras Audaces ponen fin a una Fiesta Palaciega


Gral. Terencio Sierra

Por: Froylán Turcios

Aquel día hallábase el presidente Sierra en una de las raras fechas felices de su calendario. Por humanidad, y entre manifestaciones estruendosas, pasó en el Congreso no recuerdo qué iniciativa suya que juzgaba de gran trascendencia en el futuro del país. Para celebrar el acontecimiento invitó a los diputados y algunos de sus amigos a tomar con él y a sus ministros una copa de champaña.

En el pasillo que servía de comedor a la familia presidencial reinaba el más desbordante entusiasmo. La servidumbre iba de un lado para otro con bandejas de aceitunas, frutas frescas, galletas, sandwichs, copas de coñac cinco estrellas, y toda clase de exquisitos vinos: porto, vermouth, jerez, moscatel. Las risas y las conversaciones formaban un solo rumor de colmena.

De pronto callaron todos, pues comenzaba a circular el champaña.

De pie, de frac y con una copa en la mano, Sierra pronunció un corto brindis patriótico, que al punto fue contestado por varios palaciegos con frases de la más espesa adulación. Íbase ya por la tercera ronda, y nadie pensaba en discursos, cuando alguien golpeó la mesa, reclamando silencio…

Era el talentoso licenciado Manuel Membreño, quien con impasible dureza de expresión en el semblante, y con voz aguda y un tanto agresiva, dijo más o menos lo siguiente:

—General Sierra: —Estamos festejando aquí una de las innumerables farsas con que el poder público procura engañar al pueblo. Somos todos actores en un sainete ridículo que alguna vez debiera avergonzarnos. Ni usted, ni los diputados que servilmente curvan de miedo en su presencia el espinazo, ni ningún hondureño creen que se realizará lo que decretó el Congreso por orden suya. Juro que no lo creen, como yo no lo creo; y, sin embargo todos nos prestamos a tomar un papel en esta comedia grotesca. Usted está acostumbrado a la frase melosa de los turiferarios, y, por lo mismo mis francas palabras deben estar resonando en sus oídos como la expresión de la más audaz intemperancia o como las desacordes vociferaciones de un demente. Pero es preciso que las oiga entre la consternación de los pusilánimes y el secreto aplauso de los hombres íntegros, para que usted no se imagine que todo el pueblo hondureño es una manada de asnos rebuznando al compás de los embustes oficiales.

Un rayo cayendo sobre la regocijada concurrencia no habría producido la sorpresa y el espanto que causaron aquellas exageradas expresiones. Todos miráronse con las caras alargadas. Concentrando después su atención en el gobernante. Éste hallábase como el que ha recibido un balazo y no sabe en qué sitio. Sus amarillentos ojos movíanse rápidamente como los del tigre próximo a saltar. Así pasó medio minuto en el que no se oyó el vuelo de una mosca. Ni por un millón de dólares habría ninguno querido estar en la piel del licenciado Membreño.

—Vea, pariente, —exclamó al fin el temible jefe con voz resonante, rompiendo el dramático silencio —usted mismo lo ha dicho: es irresponsable de las grandes ofensas que gratuitamente ha proferido contra mí. Por su boca habló algún malévolo espíritu que el demonio del alcohol puso en su lengua. Rotundamente se equivoca al juzgar farsantes a los ciudadanos que con la mayor energía trabajamos por el progreso y la gloria de Honduras. Usted no es más que un…

En ese instante se sintió cariñosamente cogido por un brazo. Su hija Brígida, enterada por algún amigo de lo que pasaba, le habló en voz baja… Tras de una corta vacilación, dejando la copa intacta sobre la mesa, hizo un saludo y desapareció por la puerta que se abría a sus espaldas.

Cada cual buscó su sombrero, y entre el ruido de los que se marchaban, oyóse un grito del presidente:

—¡Detengan en la guardia al señor Membreño!

A éste se le habían evaporado los traidores tragos y pálido y nervioso explicaba su actitud a los que partían. Al oir aquella orden acercóse a mí —y aunque no nos hablábamos hacía muchos años, por motivos que no es del caso explicar—, me pidió que interviniera en su favor. Así lo hice en el acto con doña Carmen, quien me facultó para que dijera al jefe de la guardia que le dejara salir. Entre tanto Sierra, aunque calmado con amenas pláticas de sus más íntimos cortesanos, y con fricciones de agua de Colonia en la cabeza, paséabase en camisa con el puro en la boca, bufando a lo largo de la estancia.

Marzo de 1938.

Tomado del libro «Anecdotario Hondureño», por Froylán Turcios.

Decreto del día del Periodista

El Presidente de la República:

CONSIDERANDO: Que la Prensa es factor de positiva importancia para la cultura de los pueblos, el afianzamiento de la paz y el prestigio de las instituciones.

CONSIDERANDO: Que el 25 de mayo del presente mes (mayo 25 de 1930) se cumplirá un siglo de haber aparecido “La Gaceta del Gobierno”, primer periódico impreso publicado en Honduras.

CONSIDERANDO: Que es deber del gobierno perpetuar los sucesos que marcan una era de engrandecimiento en la evolución social del país y estimular la labor de los que ejercen la noble profesión de periodista, por tanto

ACUERDA:

Artículo 1: Declarar “Día del Periodista” el 25 de mayo; y,
Artículo 2: El Ministerio de Instrucción Pública dictará las disposiciones necesarias para la mejor celebración de ese día.

(f) V. Mejía Colindres.

Día del Periodista

En Honduras se celebra el Día del Periodista el 25 de mayo de cada año.

Lo que permitió el ejercicio del periodismo en Honduras fue la instalación de la primera imprenta en Honduras, y lo primero que se imprimió fue una proclama de Francisco Morazán un 4 de diciembre de 1829. Al año siguiente: 1830, se entregó al proceso de impresión el primer periódico de «La Gaceta», en el que se publican hasta hoy las leyes y decretos de carácter oficial del Estado de Honduras. La fecha de la impresión fue el 25 de mayo del mismo año.

Exactamente cien años después se reúne el Primer Congreso Nacional de Periodistas, un 25 de mayo de 1930.

Con base en esta efemérides se decretó el día del periodista cinco días después, mediante acuerdo Ejecutivo del 30 de mayo de 1930, siendo presidente de Honduras Vicente Mejía Colindres. En el mencionado decreto se señala que «la prensa es un factor de positiva importancia para la cultura de los pueblos, el afianzamiento de la paz y el prestigio de las instituciones».

La Constitución de la República da amplia libertad de expresión en el ejercicio de la función periodística, para lo que cabe citar dos artículos importantes:

Artículo 72. Es libre la emisión del pensamiento por cualquier medio de difusión, sin previa censura. Son responsables ante la ley lo que abusen de este derecho y aquellos que por medios directos o indirectos restrinjan o impidan la comunicación y circulación de ideas y opiniones”.

Artículo 74. No se puede restringir el derecho de emisión del pensamiento por vías o medios indirectos, tales como el abuso de controles oficiales o particulares del material usado para la impresión de periódicos; de las frecuencias o de enseres o aparatos usados para difundir la información”.

Pensamientos

  1. Nunca el filo de un machete, corta el perfil de una pluma.
    —Paulino Valladares
  2. La palabra se hizo para decir la verdad, no para encubrirla.
  3. Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas.
    —George Orwell
  4. Si la verdad nos hará libres, entonces: porqué no decirla?
  5. El periodismo es literatura hecha de prisa.
    ―Matthew Arnold
  6. Si dicen mal de ti con fundamento, corrígete; de lo contrario échate a reír.

Periodistas ilustres de la historia de Honduras

Álvaro Contreras, Alfonso Guillén Zelaya, Froylán Turcios, Paulino Valladares, Ventura Ramos Alvarado, Medardo Mejía.

El Origen del Culto a la Virgen de Suyapa

A continuación presento un artículo que publiqué en el año 2005, en el ya desaparecido sitio Geocities de Yahoo. Ver también el artículo relacionado: La Virgen de Suyapa: Un Ídolo Impotente.

Permiso para no creer

En Honduras es conocida la importancia que tiene el culto de la Virgen de Suyapa, que forma parte de la idiosincrasia religiosa nacional. Sin embargo, resulta algo molesto para los que no somos católicos, la propaganda arrogante que se le hace a esta imagen, en la cual se depositan tantas esperanzas, presentándola como la «Patrona de Honduras». Ya que aunque su culto este muy difundido, no es universal. Es claro que desde el punto de vista racionalista las leyendas que rodean a esta imagen no tienen ninguna credibilidad; pero ni siquiera se puede decir que todos los que profesan la religión católica sean devotos suyapistas, ni que deban serlo. La Iglesia Católica no obliga a creer en las supuestas manifestaciones marianas de los últimos días, por lo que no tiene por que sentirse menos católico el que en Honduras no es devoto de esta imagen.

Diferentes versiones de la Leyenda de la Virgen de Suyapa

No existe una leyenda única sobre el origen de la devoción a la imagen de Suyapa. Aunque la versión oficial que se cuenta últimamente se ha estandarizado, existen documentos más antiguos que nos revelan detalles interesantes que es muy probable que usted no oirá en una misa.

La versión de la leyenda que se ha convertido en un estándar en la devoción mariana es curiosamente la más irreverente, en la que el campesino Alejandro Colindres arroja repetidas veces la sacrosanta imagen de la Virgen como si fuera una basura o un estorbo, hasta que al amanecer se da cuenta de que es un objeto sagrado. Sin embargo, los documentos más antiguos de que se dispone no mencionan este acontecimiento.

Por ejemplo, en el acta de la visita que el Alcalde Mayor, don Narciso Mallol, hizo a Suyapa en el año 1820, consta «Que en dicha hermita se venera la Imagen de N. S. de Suyapa hallada en el cerro inmediato del latillo por el Laborio Lorenzo Martines Calona». Afirmación que resulta incongruente con la versión oficial, que afirma que el hallazgo de la Virgen de Suyapa fue en el Piligüín, no en el Hatillo, y en la que se le da la prominencia a un tal Alejandro Colindres, que aquí ni se menciona.

La primera narración formal escrita de la leyenda nos la da el señor Jacobo Galindo en 1909. En ella no se menciona al campesino Colindres, ni el incidente en el que arroja la imagen. El señor Galindo refiere que:

«Isabel Colindres, por las relaciones verbales que recibí, era poderosa, así por los medios de que disponía, como porque fue tronco de numerosa descendencia, mandaba a sus hijos a hacer grandes milpas a la montaña Piligüín… En uno de los viajes de dos de los hijos de la señora Colindres, que no he podido recordar los nombres que constaban en el documento fehaciente a que me referí al principio, les faltó día para regresar, y esperaron dentro de una quebrada seca conocida desde tiempo inmemorial con el nombre de Piligüín, a que la aurora viniera a alumbrarles la vía.

Al recostarse uno de ellos en pleno suelo, un cuerpo extraño y sólido le hincó el seno, lo tomó entonces y sin examinarlo por la obscuridad de la noche, lo depositó en su equipo de viaje, sin tener conciencia del objeto.

Llegado que hubo a la casa de Suyapa en los albores del día a darle cuenta a la madre del resultado de su misión, le puso dentro de la camisa la prenda de referencia.

Cuando ella después de sus ocupaciones ordinarias se acordó del depósito advirtió, previo prolijo examen, que era una imagen de la Virgen.»[1]

La primera versión oficial de la leyenda de Suyapa, lista para ser digerida por los creyentes católicos, la dio el cura Rafael Moreno Guillén, quien irónicamente terminaría siendo un pastor evangélico. Cuenta Moreno Guillén que:

«La señora Isabel Colindres era vecina de Suyapa y madre de numerosa familia. Despachaba a trabajar a sus hijos en las tierras de las montañas del Piligüín, en donde preparaba extensas milpas.

Un día, bajaban de su trabajo dos hijos de la Sra. Colindres, sorprendiéndoles la noche a plena jornada, por lo que dispusieron pernoctar en un lugar que se llama «Quebrada del Piligüín» y que a la sazón no tenía agua. La noche era muy obscura y los jóvenes se acomodaron para dormir mientras llegaban los primeros rayos del alba. Uno de los jóvenes labradores sintió que un pequeño objeto le molestaba el costado por donde descansaba y creyendo que era algún fragmento de raíz o alguna piedrecilla, lo tiró lejos de sí. Tan pronto como intentó dormirse de nuevo sintió otra vez el mismo estorbo y palpándolo advirtió que era el mismo objeto que hacía poco había repudiado, y se conformó con echarlo en su mochila. Al despuntar la aurora los jóvenes prosiguieron su camino a casa de su madre. ¡Y cuál no sería el asombro de todos ellos al ver que el importuno objeto era una pequeña escultura en madera de la Sma. Virgen María! «.[2]

La versión del Padre don Alonso Villanueva aparece ya más embellecida y poética, evitando mencionar el penoso incidente en el que se arroja la sagrada imagen como basura vieja. También es la primera versión en la que se menciona el nombre de Alejandro Colindres:

«La tradición sólo nos refiere que dicha efigie -la de Nuestra Señora de Suyapa- fue hallada por un humilde labriego llamado Alejandro Colindres, vecino de Suyapa: cómo tuvo lugar dicho hallazgo, he aquí algunos datos: Bajaba éste, dicen, en la tarde de un viernes de Dolores de la escabrosa pendiente de la Montaña del Piligüín, situada al N.O. y a tres leguas de esta capital (Tegucigalpa). La tarde amenazaba a lluvia; negros nubarrones se interponían entre el cielo y la tierra y el sol ocultaba el brillante disco tras las elevadas crestas de las montañas de Occidente. La noche extendía su negro manto por los dilatados espacios y dormidas campiñas, siendo pronto tal la obscuridad que al labriego le fue imposible proseguir su marcha. Viéndose entonces obligado a pasar aquella noche en compañía de los habitantes de la selva, buscó en donde reclinarse, pero al poner su pesada espalda sobre el duro lecho sintió que un bultito le impedía desplomarse llanamente; procuró quitarlo y al tomarlo en la mano notó que era un pequeño objeto; iba a arrojarlo lejos de sí cuando advirtió que despedía un agradable perfume, algo semejante al incienso, y cerciorándose de la realidad guardó el misterioso objeto en su bolsillo, deseando vivamente averiguar su clase, porque las densas nieblas le impedían saciar su curiosidad.

La noche avanzaba lentamente; los negros nubarrones se disolvían, y los tenues resplandores de millares de estrellas animaron al humilde aldeano a seguir su ruta. Aun no había amanecido cuando llegó a su ansiada cabaña y lo primero que hizo fue ver a la lumbre de su maravilloso hallazgo. ¡Oh sorpresa! Es una pequeña imagen de la Madre del Salvador, probablemente abandonada por alguna familia devota de la Santísima Virgen».[3]

En la versión de Joaquín Barrera Aceves se consigna el siguiente relato que le hizo Melesio Valladares. Esta versión es la única que menciona a la supuesta esposa de Alejandro Colindres, que parece que toma el papel que toma la supuesta madre de éste en los relatos anteriores:

«Allá por el siglo antepasado, mucho antes de que Honduras fuera independiente, había en Suyapa una humilde familia de apellido Colindres, de la que aun hoy día hay descendientes en Tegucigalpa. Dos varones de la familia: Alejandro Colindres y su yerno, trabajaban en Piligüín, adelante del Chimbo, a unas cuatro o cinco leguas de Tegucigalpa, y se venían a reunir con su familia los fines de semana, haciendo caminata a pie, pues eran jornaleros pobres. En uno de esos viajes a Suyapa, como se les hiciera de noche en el campo, decidieron hacer alto y dormir un poco para continuar el viaje antes del alba; al efecto, tendieron sus chamarras y perrajes y se aprestaron a pespuntear un sueño, pero al tirarse Alejandro sobre el improvisado lecho, sintió que le molestaba un bulto en la espalda, y metiendo la mano debajo del perraje lo tomó para botarlo, pero al ir a ejecutar esa acción, al pasarlo cerca de la cara, percibió que aquel trozo de madera despedía un aroma sumamente agradable, por lo que cambió de idea y envolviéndolo en un papel de los que en su itacate llevaba, decidió conservarlo para obsequiar a su mujer aquel palito perfumado que la negrura de la noche le impedía ver.

Llegados los viajeros a su casa al amanecer, salieron sus mujeres a darles la bienvenida, y hasta que no fue formulado el sacramental «¿qué me trajiste?», recordó nuestro hombre su hallazgo, que entregó a su esposa. Esta abrió el envoltorio y grande fue su sorpresa, y mayor aun la del marido, al encontrarse con una hermosa Virgencita».[4]

Declaración de Isabel María Colindres

Las narraciones anteriores, aunque divergen en varios puntos, siguen un patrón similar al escrito del señor Galindo, lo que hace suponer que se basan en su narración o recogen de la misma tradición que él. Pero la declaración que hizo Isabel María Colindres es un documento más antiguo que estas narraciones, y en esa declaración ella se presenta como la hermana de Alejandro Colindres al contrario de las narraciones anteriores en que se presenta a Isabel María Colindres como la madre de Alejandro Colindres. Esta declaración de la señora Colindres tiene visos de autenticidad, por la forma en que esta escrita, en un español antiguo, pero además con mala ortografía. Es muy improbable que la señora Colindres supiera leer, y por la forma en que está redactado se deduce que el amanuense que se buscó apenas sabía escribir:

Declaración de Isabel María Colindres:

«Declarazion del haparecimiento de Nuestra Señora de la Concepcion de Suyapa y es en la forma siguiente Digo yo Ysabel Maria Colindres Vecina del Valle y poblazion de Suyapa hexecutada hadar Vna declarazion sobre el haparecimiento dela Virgen de Suyapa Digo que en el mes defebrero fue dicho haparecimiento de dicha Ymagen cuya fecha Del año no doy por motivo de haver estado de hedad de dose años lo que si quento es la fecha De 61 años-

Lo que declaro Berval mente enfuero de buena conciencia es no faltar en verdad de lo que digo hauiendo Ydo mi Hermano Alexandro Colindres para la Montaña del Piligui hacoger Vna milpa De Don Juan Josef Lozano ha dicha montaña habuelta de Biaje fue la hayada de la Virgen dia sauado en la noche hauiendose que dado ha dormir en el campo en compañía de Lorenzo Martines cuyos milagros no se hauian puesto en reparo que necesitaban por que no se les havia de dar credito por ser motibo de haverseles haparecido alos Pobres hasta que se berifico el Milagro de Don Josef de Zelaya ha donde fue hadmiracion de sus protentuosos milagros hauiendola yo mandado recaudo de que tenia yo Vna Ymagen De Nuestra Señora ha Don Jose Zelaya ynmediata mente mando Vn mozo el que la yebo y luego de haver yegado inmedata mente le hizo el milagro de haver hechado tres piedras por la parte mas delicada como el miembro en el tiempo De haver seruido Don Jose Zelaya me daba quenta de los dineros en que se gastaban hauiendo Alzado la Hermita Con los dineros de Limosna y hayuda de Vecinos todo lo que hai en Beneficio de la yglesia es De Limosna que han dado todos los Pobres los ganados y bestias que hay es de limosna que han dado los Pobres menos los dineros de la Alcanzia por que de esos no me da cuenta el Señor Don Manuel Vidence por que en ocho años que doña Vbalda de Zelaya Coge los Dineros no se sabe lo que se hazen pues ni aun para Almidon de los manteles de Yglecia no nos da medio real y con esto lo digo todo salbo tres pesos que suplicas dio Don Manuel Vidence para blanquiar la Yglesia lo De mas que se gasto fue trauajo mio de Don Simon de Zelaya no tengo que pedir por que no recibo hagrauio y se que lo que tiene siendo para la Virgen lo ha de dar».[5]

Hay muchas cosas interesantes que rescatar de esta declaración. No se menciona el incidente del objeto que volvía una vez tirado; en cambio se dice que los supuestos milagros de la imagen no habían recibido mucha atención de la población, por habérsele aparecido a gente humilde. El primer milagro que hace que la imagen cobre notoriedad en la población es el de la curación de don José Zelaya Midence, terrateniente que incluso tenía esclavos trabajando para él, y que arrendaba milpas a campesinos del lugar. Don José Zelaya Midence padecía de la enfermedad de «piedra en la vejiga», y se dice que al recibir la imagen de la virgen de Suyapa en su casa, éste orinó tres piedras.Doña María Colindres lo dice de esta graciosa manera:

«y luego de haver yegado inmedata mente le hizo el milagro de haver hechado tres piedras por la parte mas delicada como el miembro»

También se hecha de ver en esta declaración la disputa legal y económica entre la señora Colindres y la familia del señor José Zelaya, que se había apropiado de la imagen, la cual se había convertido en una buena fuente de ingresos, por las limosnas que le daban la gente pobre, limosnas que en muchas ocasiones eran dadas en especie. Fue con las mismas limosnas que le construyeron el primer lugar de culto a la imagen, a pesar de que don José Zelaya había prometido construirle una ermita si se curaba.

Don José Galindo cuenta el supuesto primer milagro de la imagen de Suyapa:

«Habiéndose enfermado gravemente el Señor Zelaya, dueño de la Hacienda el Trapiche, que dista un cuarto de legua de la aldea, sus amigos y personas adictas, compadecidos de su penosa situación, le rogaban a fin de que pidieran a la Virgen de Suyapa, para en concepto de médica celestial, le extrajera las arenas de la vejiga, que lo mantenían en la más dolorosa desesperación. A muchas instancias accedió a las indicaciones, suplicó e hizo venir en una especie de procesión a casa del enfermo la Imagen: al entregarla le dijo la Señora Colindres [a la imagen]: «Vaya querida, niñita mía, a darle la salud al niño N… y vuélvase luego por que ya no podré vivir sola»[6]. Al llegar la imagen al lugar de su destino, el enfermo la recibió y postrado de hinojos ante ella, le pidió su salud con el fervor de un verdadero cristiano, prometiéndole en agradecimiento construirle una ermita en su aldea. No pasaron tres días sin que el hecho milagroso se verificara con asombro de sus devotos. El señor Zelaya arrojó por la vía urinaria tres piedras que eran el tormento de su vida».[7]

Fechas

Según los cálculos de Juan B. Valladares, en su libro «LaVirgen de Suyapa», el hallazgo de la imagen de Suyapa habría sido en un sábado de febrero de 1,747, el primer milagro que la hizo famosa sería en 1768, y el primer documento oficial en que se relata su hallazgo dataría de 1,796. La construcción en debida forma de la ermita fue en 1,777.

Es de notar que la imagen solo recibía un culto privado por parte de la familia Colindres y sus allegados por cerca de veinte años, hasta que sucedió el supuesto milagro en que el señor José Zelaya expulsó tres piedras por el pene, que fue cuando el culto a la imagen experimentó su apogeo.

Credibilidad de la Leyenda

La declaración de Isabel María Colindres, que probablemente fue hecha en 1,796 es la que tiene más visos de historicidad; sin embargo, no puede considerarse como prueba fidedigna del poder milagroso de la imagen de Suyapa, ya que es una fuente de segunda mano: no tenemos el testimonio directo de Alejandro Colindres , Lorenso Martines o José Zelaya. Además, ambos: Isabel María Colindres y José Zelaya tenían un interés económico en la imagen, de la que obtenían ganancias provenientes de las limosnas de gente pobre e ingenua, por lo que su testimonio resulta menos que imparcial. Las narraciones posteriores, empezando por las de José Galindo en 1909, están algo distorsionadas por las décadas de tradición oral.

Notas

[1] Revista del Archivo, t. XII, pp. 476 y 477.

[2] Nuestra Señora de Suyapa, artículo publicado en una hojita de propaganda de la Casa Bayer y reproducido en el periódico católico El Buen Pastor, No. 362 correspondiente al mes de febrero de 1942.

[3] El Santuario de Suyapa. Apuntes sobre su origen, desarrollo e importancia, en la Revista del Archivo, t. X, pp. 281 y 282.

[4] La Virgen de Suyapa, Patrona de Honduras en El Cronista No. 6,135 de 15 de Agosto de 1,941. También se publicó en un folleto de 18 pp. editado por la Imprenta Calderón.

[5] Fue insertado por José Miguel Flores, esposo de Isabel María Colindres, a continuación del escrito que presentó el 30 de Julio de 1796 a la Curia Eclesiástica de Comayagua, en el pleito contra don Manuel Midence. ACC.

[6] Nótese como la señora Colindres trata a la imagen como si fuera una persona. También hay que destacar la reticencia del autor en consignar el nombre del receptor del milagro, al que le da el pseudónimo de N…, ya que lo había descrito anteriormente como un pícaro que se había robado unas tierras de los pobres indígenas, y quería seguramente evitar problemas con sus descendientes. Pero por la declaración de la señora Colindres se deduce que el receptor del milagro fue José Zelaya Midence.

[7] Noticia Histórica sobre la Virgen de Suyapa de don José Galindo. Documento XXXIII del Apéndice del Libro «La Virgen de Suyapa» de Juan B. Valladares. Editorial Universitaria.

Bibliografía

La Virgen de Suyapa de Juan B. Valladares. Editorial Universitaria.

¿Quién se robó la Turca?

El caso trágico de la bella Norma Zablah.

Recuerdos tristes de la Tegucigalpa de ayer.

Por: J. Augusto Irías Cálix

Transcurrían los plácidos años de las postrimerías del gobierno del Dr. y Gral. don Tiburcio Carías Andino en la ciudad de Tegucigalpa; cuando un acontecimiento vino a estremecer el ambiente social de aquellos días; y fue el desaparecimiento de una joven encantadora, de sonrisa angelical y alegre; que hacía sus estudios secundarios en el Instituto María Auxiliadora.

El impacto social y político fue por lo menos de 500 kilotones de T.N.T., y en los círculos sociales y políticos más destacados la pregunta era: ¿Quién se robó la Turca?

En cierta oportunidad nos encontrábamos reunidos en un salón del “Hotel Las Américas”, con los licenciados: Eliseo Pérez Cadalso, Hostilio Lobo Cálix, Esteban Mendoza y este servidor, cuando a alguien se le ocurrió decir:

“¿Por qué no consultamos con un fakir de la India que se encuentra hospedado en este hotel?”. Todos se rieron de la ocurrencia, y algunos dijeron: ¿por qué no?.

Así pasaron los días y el caso parecía no tener solución. Se decía que un alto personaje del gobierno la había raptado y secuestrado, y después, para hacer desaparecer las evidencias, su cadáver fue lanzado al mar desde un avión.

Antes de estos acontecimientos tuvimos la oportunidad de platicar con la deslumbrante y simpática Normita Zablah, a quién —junto a otros compañeros de estudios— la abordábamos cuando con un grupo de alumnas se dirigía a su centro de estudios, el Instituto María Auxiliadora.

Normita Zablah vivía en un establecimiento de sus padres, que estaba situado en la calle del comercio frente al Parque “La Merced”, y se llamaba Bazar Jerusalén, exactamente donde hoy se encuentra el edificio Midence-Soto.

Nadie puede conocer los sentimientos y pensamientos del ser humano, especialmente cuando se trata de una aberración por controlar y disfrutar del cariño y el amor de una bella mujer, la cual no puede ser conquistada por los medios tradicionales de atraer el cariño y el afecto cuando es correspondido por el mutuo consentimiento.

Los acontecimientos continuaron su curso, las suposiciones de los diferentes estratos sociales señalaban a un alto personaje de la administración pública, un destacado abogado, escritor y poeta. Por los medios radiales y de prensa se informó que este personaje había sido nombrado en el cargo de Cónsul General de Honduras en la Ciudad de Nueva York.

Este nombramiento suscitó muchos comentarios y suposiciones dentro de los diferentes círculos sociales y políticos de la Capital; y —cosa inesperada— de improviso la tragedia cobró otra víctima —que en este caso fue el antes mencionado abogado, escritor y poeta— quien no soportó la presión psicológica sobre su persona.

Ese trágico día, iba yo por la esquina de la Frutería “El Rábano”, cerca de la Farmacia Arles, como a las 10 de la mañana, acompañado del señor William Shoemaker —quién se desempeñaba como agente de Scotland Yard de Londres en Tegucigalpa— cuando escuchamos la fuerte detonación de un disparo de pistola automática. Cundió la alarma entre los vecinos del sector y la casa que estaba situada frente al Teatro Pálace. Todos nos dirigimos a investigar lo sucedido en la casa antes mencionada. Desgraciadamente, el hecho quedó comprobado. El señor antes mencionado, que era funcionario del gobierno, ¡se había suicidado!

Y como colofón decimos: Que el cuerpo de la turquita nunca apareció, y tampoco se pudo comprobar que en el crimen haya tenido participación directa el funcionario gubernamental que se suicidó, ya que muchas personas son supersensibles y pueden sufrir una profunda alteración psicológica.

Y los padres de la turquita se trasladaron a vivir a México, y hasta allá van nuestras sinceras condolencias, a través del tiempo y el espacio.

Y entonces, decimos nosotros: ¿Quién se robó la Turca?