Archivo por años: 2010

Héroes indígenas de Honduras

Benito.

Señor de Silca, en el departamento de Olancho. Destruyó la ciudad de Villa Hermosa, fundada por los españoles a comienzos de la conquista en el Valle de Olancho. En la rebelión encabezada por Benito participaron aproximadamente 300 caciques. En la acción perecieron 33 castellanos y 12 resultaron heridos. Entre los muertos figura el famoso descubridor y navegante español, Juan de Grijalba, que exploró Yucatán y México. Capturado por Diego López de Salcedo, Benito fue llevado a Nicaragua donde murió “aperreado” (despedazado por los perros).

Cicumba.

Este cacique del Valle de Sula, llamado también Socremba, ofreció pertinaz resistencia a las tropas conquistadoras de Pedro de Alvarado, quien según algunos se habría expresado en términos elogiosos del valiente guerrero nativo. Este murió en combate con las márgenes del caudaloso río Ulúa, al cabo de esforzada y desigual pelea en defensa de su tierra y de su pueblo. La escasa información acerca de sus hechos en las páginas de nuestra historia resulta inexplicable.

Copán Galel.

En 1530 los indígenas chortís se enfrentaron, bajo sus órdenes a las tropas de Hernando de Chávez en la región de Chiquimula de la Sierra, próxima a Esquipulas. Nuestro héroe se atrincheró con sus huestes en Citalá, donde los ataques hispánicos resultaron infructuosos. Desafortunadamente, un nativo que sentía enemistad por el cacique mostró a Chávez el punto débil de su defensa. De este modo pudo ser vencida su resistencia chortí. Según algunos historiadores y arqueologos; como el francés Girard, el lugar donde ocurrió la acción se encuentra en Ocotepeque, cerca de la frontera con Guatemala.

Entepica.

El historiador Herrera se refiere varias veces a Entepica o Tapica, señor principal y cacique de la provincia de Cerquín y del pueblo de Piraera. Entepica encargó a Lempira —jefe guerrero lenca de la localidad de Cerquín— organizar la resistencia a la invasión española por la gran fama que tenía de invencible; se hablaba de que él solo había matado a 120 hombres sin recibir una herida.

Lempira.

Su nombre, de origen lenca, significa “Señor de la Sierra”. Entre 1537 y 1538 opuso tenaz resistencia a los conquistadores españoles. La lucha se prolongó por más de seis meses, hasta que el capitán Alonso de Cáceres, según la versión más conocida, lo venció mediante la traición en la comarca de Cerquín, localizada en el departamento que en la actualidad lleva su nombre. Una segunda versión refiere que el héroe indígena murió luchando cuerpo a cuerpo con el soldado español Rodrigo Ruiz. En su homenaja la moneda hondureña es el Lempira.

Toreba.

El cronista Bernal Díaz del Castillo señala a este guerrero como el principal caudillo de una importante zona del litoral norte que lleva también su nombre. Ha sido históricamente aceptado que este bravo aborigen hondureño fue el primero en ofrecer resistencia organizada a los conquistadores que llegaron desde la otra orilla del océano. Si bien a la postre Toreba terminó entregándose a Hernán Cortés, su lucha heroica marca un hito en el capítulo de la sublevación indígena contra la dominación española.

Tomado del Diccionario Enciclopédico Escolar Ilustrado de la Lengua Española y de Hondureñismos editado y dirigido por el: Dr. Ramiro Colindres Ortega. Grupo Editorial Graficentro Editores.

Las Pastorelas del Padre José Trinidad Reyes

Por: Rómulo E. Durón

Nueve Pastorelas escribió el Padre Reyes:

Noemí; que todas las personas de su tiempo, que le sobreviven, reconocen por la más antigua.

Micol; que según la copia de fecha más remota, que obra en mi poder, fue escrita el 15 de diciembre de 1838. Esta fue dedicada a las señoritas Rafaela y Juana Rovelo, y se estrenó, a lo que recuerdan algunas personas, en 1841, aunque es de presumir que se haya estrenado antes, dada la fecha de su composición.

Neftalia, la que compuso para las señoritas María Antonia e Isidora Reyes, la segunda de las cuales fue escogida para el papel de Séfora.

Zelfa, dedicada a las señoritas Manuela Vega (después de Ugarte); Juana Vásquez (después, de Bonilla); y Maclovia Bonilla (después de Dávila).

Rubenia, dedicada a las mismas personas a quien dedicó Zelfa. En varias representaciones se ha suprimido el acto primero, o sea, las Posadas de José y María, que han creído algunos obra independiente; pero la intervención de estos personajes en el último acto, que también han acostumbrado suprimir, quita toda duda de que las Posadas forman parte de Rubenia. Por lo demás así consta en el manuscrito más antiguo que poseo.

Elisa, que compuso para las señoritas Juana y Jerónima Godoy, se estrenó el 2 de febrero de 1851, día de Candelaria. La señorita Teodora González (despues, de Vigil) y don Juan Ramón Jereda, primeros que la estrenaron, sacaron copia de ella por saberla de memoria: el original quedó en poder de la familia Godoy, y se perdió.

Albano, que dedicó a la señorita Raimunda Milla (después, de Moncada). Refiérese que se iba a estrenar en 1851, pero que se quedó ensayada y no se representó por haberse anunciado que apedrearían a los pastores por las alusiones a ciertos personajes políticos. Otros afirman que, no obstante la amenaza, se dio la representación.

Olimpia, la cual dedicó a la señorita Trinidad Borjas, y se estrenó en 1855. Al representarse por segunda vez, se perdió el original.

Y finalmente Floro, o sea la Pastorela del Diablo, la cual casi no parece del Padre Reyes, tan defectuosa es la copia que de ella se conserva. De ésta, don Miguel R. Ugarte me ha informado que se imprimió en vida del Padre Reyes: ¿se habrá salvado algún ejemplar impreso? ¡Dios lo quiera!

Tomado del libro José Trinidad Reyes: Rubenia, Olimpia. Biblioteca Básica de Cultura Hondureña.

Recetas de Tapado Olanchano y Tapado Costeño

Tapado Olanchano

2 pellejos de cerdo, medio secos
2 libras de carne de res salada gorda
10 chorizos secos
3 machos verdes (plátanos)
3 machos maduros (plátanos)
1 libra de yuca
5 guineos (mínimos) verdes
2 onzas de manteca de cerdo

En agua cocine la carne y el pellejo con todo condimento, hojas olorosas, chile dulce y la manteca; cuando vaya ablandando un poco, agregue la yuca en pedazos, los mínimos y los machos verdes, partidos por la mitad; y rajados por el centro; cocine a fuego lento, por 20 minutos, por último póngale encima los plátanos maduros en pedazos y los chorizos. Tape la olla con las conchas de los plátanos maduros, deje hervir a fuego manso, hasta que todo esté bien cocido, tiene que quedar bien caldoso.

Tapado Costeño

2 libras de carne de res salada seca
1 libra de costilla de cerdo ahumada
6 chorizos secos
½ libra de chicharrones, con el cuerito
1 libra de yuca
6 mínimos verdes (guineos)
2 plátanos (machos) verdes para los domplines
2 cucharadas de manteca
2 cocos secos, grandes
ajos, cebollas, chiles, culantro, perejil, especias, achiote.

La noche antes, ponga la carne salada en agua para sacarle la sal.

Ponga a ablandar la carne en poca agua nueva, agregue los condimentos bien molidos; cuando esté medio blanda póngale las costillas de cerdo ahumada y los chicharrones, ablande todas las carnes; deje consumir, hasta que quede como en una taza de caldo; agregue los chorizos ya fritos. Ralle los cocos secos; sáqueles la leche con cuatro tazas de agua hirviendo, exprima bien el coco, cuélelo en colador fino; póngale dos tazas de esta leche a las carnes; agregue el plátano maduro en pedazos; siga cocinando a fuego lento; con el resto de la leche ponga en pedazos los guineos, la yuca, los plátanos verdes en tajadas, todo a fuego lento.

Haga los domplines así: Ralle los plátanos verdes (machos) póngale la manteca y un poquito de sal, pásela por la piedra de moler; amase bien; forme bolitas, achátelas y póngalas a cocinar en agua hirviendo a fuego lento, cuidando de no colocar una encima de otra para que no se peguen; a medida que vaya consumiendo el agua póngale más pero siempre caliente; cuando ya esté cocinada la carne, la yuca y los domplines, etc., junte todo en una sola olla, revuelva y pruebe el sazón.

Tomado del libro Así cocinan las Esposas de los Abogados.

Extinción de comunidades religiosas en Honduras

Por: Víctor Cáceres Lara

El 3 de noviembre de 1829 la Asamblea Legislativa del Estado de Honduras reunida en Tegucigalpa y la cual presidía don Santos Bardales, actuando en las Secretarías los Diputados F. Domingo Reyes y José María Cacho, decretó que quedaban extinguidas en el Estado de Honduras las comunidades religiosas; que las iglesias de éstas serían filiales de las respectivas parroquias en donde existieran; que los conventos quedarían al cuidado de las municipalidades respectivas, para que los ocuparan en utilidad del lugar donde funcionaran, y que los dos de Tegucigalpa serían especialmente aplicados a beneficio del cuño, la imprenta y la instrucción pública, en atención a que se carecía de edificios de propiedad del Estado para tales fines.

El mismo Decreto establecía que los capitales de las capellanías de cada convento se depositaran íntegramente en las cajas del Estado y que el Vicario General cobrara los intereses y dispusiera de ellos para mantener el culto en las iglesias. También que las alhajas pertenecientes a los templos estarían a cargo de los curas respectivos, quienes no podrían disponer de ellas sino con la anuencia de los Jefes Intendentes, quienes tomarían razón del peso y número de las existentes al momento de entrar en vigencia el Decreto que comentamos. Se ordenaba asimismo que las alhajas inútiles de las iglesias se aplicaran a la obra de los cementerios del lugar correspondiente.

El Decreto se basaba en cinco considerandos: 1°. “que las órdenes monásticas se oponen directamente al actual sistema de gobierno”; 2° “que la experiencia ha demostrado los graves males que causaron en la presente época de convulsiones”; 3°. “que por esta causa se extinguieron de la capital de la República (Guatemala) quedando abandonados los conventos sufragáneos de los demás Estados de la Unión”; 4°. “que las temporalidades que poseen los religiosos de Honduras han sido habidas y fomentadas a expensas de sus habitantes” y 5°. “que es un deber del Cuerpo Soberano asegurarlas, mantener el culto de los templos que respectivamente les pertenecían y dar inversión a los productos de las fincas en utilidad de los pueblos sobre que han gravitado dichas religiones”.

La revolución liberal que inspiraba e impulsaba Francisco Morazán estaba en marcha y los intereses ofendidos se enquistaban momentáneamente mientras agrupaban sus fuerzas para la resistencia y el contraataque. La lucha sería larga y empeñada y a la postre el genial revolucionario —primero en América—, sería vencido por las camarillas conservadoras.

En 1871 retornarían las ideas en las banderas de lucha de otros revolucionarios y entonces se quedarían para siempre en el ámbito centroamericano, modificándolo sensiblemente.

Tomado del libro Efemérides Nacionales, Tomo II. De Víctor Cáceres Lara. Publicaciones del Banco Central de Honduras. 1980.