Por: Hostilio Lobo Díaz
Policarpo Irías Mendoza nació en la ciudad de Catacamas, en 1871, en el hogar formado por los acaudalados ganaderos don Juan Antonio Irías y Josefa Mendoza; desde su corta infancia absorbió las ideas liberales que germinaron en Francia bajo la influencia de los enciclopedistas, de Diderot, Montmartre, entre otros y que en Centro América alentaron figuras de la talla de Miguel García Granados, Justo Rufino Barrios, Ramón Rosa y Marco Aurelio Soto; luchando contra el sistema caduco, arcaico y clerical de la época, viendo su ideal realizado precisamente en el año en que nació Policarpo Irías Mendoza: 1871, y que en 1876 cimentó en Honduras el gobierno profundamente revolucionario de Soto y Rosa, que introdujeron al país profundas reformas en el aspecto social, cultural y administrativo. En la etapa finisecular, las ideas retrógradas cobraron vida y jóvenes idealistas dejaron el libro para empuñar el fusil y defender en los campos de batalla su ideal mancillado.
Dos catacamenses, Policarpo Irías Mendoza y Francisco Lobo Herrera, de 21 y 23 años, respectivamente, abandonaron la facultad de Derecho de la Universidad de San Carlos de Guatemala ofrendaron sus vidas en el campo de batalla luchando contra el gobierno de facto de Ponciano Leiva, en el año de 1892. Hay que destacar que Policarpo Irías Mendoza murió en el sitio de El Corpus, lugar en donde acampó con ochenta y cinco hombres, cuando esta plaza fue tomada por 2.000 hombres leales al gobierno de Ponciano Leiva, mientras Francisco Lobo Herrera fue sacrificado en el sitio de Puerto Cortés.
Los pensadores más destacados de la época dedicaron a ambos páginas muy sentidas describiendo la heroica epopeya. El licenciado y poeta hondureño Felix A. Tejeda en 1892 escribió sobre Policarpo Irías lo siguiente: “No he conocido un temperamento tan fogoso, ni un joven tan entusiasta por los grandes ideales. Amaba el progreso, soñaba con los grandes triunfos de la civilización realizados, como en todo tiempo, por los grandes espíritus, y veía con desprecio a los hombres timoratos que sacrifican sus ideales a las contemporizaciones inútiles».
Hombre de acción, llevaba su entusiasmo a todas partes y lo difundía sólo con el ejemplo. Le gustaba sobremanera la filosofía positiva y se había convertido en propagador de ella, discutiendo juiciosamente y organizando sociedades en las que daba conferencias.
En sus 21 años, fugaces como relámpago, tenía honrosos hechos que hacían simpática su persona. En mayo próximo pasado tomó parte muy activa en la expedición realizada por Puerto Cortés. Allí peleó con bizarría, tomándose el cuartel, y fue de los primeros que se expusieron al peligro. Vio caer a sus pies a compañeros de armas, y sereno y valeroso defendió su puesto de soldado.
En la pasada lucha electoral de Guatemala fue un tribuno infatigable. Un defecto físico le hacía tartajear muy a menudo; pero fue tribuno por su entusiasmo, tribuno por su fogosidad, por audacia, por su impetuosidad y por su decisión. A veces tenía rasgos felices; más de una tocó los límites de la elocuencia, y en las más salpicaba de bellas imágenes sus improvisaciones siempre fogosas. Era estudiante y no tenía quietud. Amigo y decidido iniciador de las asociaciones, muchas debieron a él su existencia, distinguiéndolo siempre sus compañeros con los puestos más honoríficos. En tan corta edad había sido periodista, y periodista en la época de lucha, en que las pasiones desbordadas acumulan los peligros.
Nuestro malogrado poeta Juan Ramón Molina (1875-1908) escribió una oda a Policarpo Irías Mendoza, que con su Adiós a Honduras constituyen sus dos únicos poemas de corte combativo.
EN LA MUERTE DE POLICARPO IRÍAS MENDOZA
Por Juan Ramón Molina
Corre hoy mi acerada pluma
entre raudales de llanto,
porque el dolor entretando
me despedaza, me abruma.
Allá lejana consuma
La muerte su cruel venganza
En mi amigo que se lanza
A defender el derecho,
llevando dentro del pecho
el fuego de la esperanza.
II
¿Qué genio mueve sus alas
sobre la raza hondureña,
que hace tiempo se empeña
en marchitarle sus galas?
Rodando el carro de Palas
Miren en la batalla fuera,
mientras mortuoria bandera
en huesas hondas frías,
cubre a Policarpo Irías
al lado de Lobo Herrera.
III
«Sobre la tumba que encierra
los despojos de mi hermano
llorar no puedo, el tirano
está oprimiendo a mi tierra»,
dijo, y lanzóse a la guerra
con su frase consecuente.
Murió.., pero heroicamente
descansa el último sueño,
porque el que dice hondureño
dice sin duda valiente.
IV
¡Qué de cosas concebimos
cuando con ojos inciertos
quedamos sobre los muertos
llorando los que vivimos!
Ayer alzarse los vimos
en la tribuna, arrogantes,
hoy¡… sombras amenazantes
parecen aquellos seres,
es sombra Fernando Pérez,
sombra Santiago Cervantes.
V
Quedándole van a Honduras
de sus deslumbrantes glorias.
sólo imágenes mortuorias
en lúgubres sepulturas
fueron jóvenes figuras
timbre y prez de aquella tierra.
nido de águilas que encierra
entre las cinco naciones,
los más egregios varones
en las ciencias y en la guerra.
VI
Pobre patria! Condenada
para aumentar sus dolores,
a ver que sus defensores
rodando van a la nada!
Su frente tiene doblada
la verguenza, la mancilla;
Mientras la infame cuadrilla
escarnio de nuestra raza,
dando de cuervos La traza
la acosan sobre la silla!
VII
Pobre patria que doliente
sobre su poder en ruinas,
una corona de espinas
es la diadema en su frente!
Camina rápidamente
al deshonroso Calvario,
donde el feroz mandatario
la envolverá cuando muera,
en la humilde bandera
por no tener un sudario.
VIII
Ah! Si nos hinchas las venas
sangre, y tenemos conciencia,
¿Quién ve con indiferencia
los grillos y las cadenas?
Ante la crueles escenas
de la infanda tiranía.
Se sacude el alma mía
del letargoso desmayo,
vibrando indignada el rayo
de la indignada poesía.
IX
¡Ay de vosotros tiranos
Que la soldadesca ampare!
Sangre llevais en la cara.
Sangre tenéis en las manos;
Sangre los cabellos canos
del usurpador derraman;
Sangre! los que la gente aman
de ese desgraciado suelo,
venganza y sangre reclaman!
X
Grupo criminal e inmundo
es ese de americanos,
los más odiosos tiranos
de los tiranos del mundo
monstruos que arroja el produnfo
infierno de sus mansiones
corrompidos corazones
que parodiando los reyes,
imponen inicuas leyes
para asolar las naciones
XI
Llevan dos ejecutores
de crímenes sin disculpa,
con el peso de la culpa
la carga de los temores
los mendigados honores
del poder en la altura
recibe el uno; en impuras
bacanales vil a aleve,
impunemente se bebe
el otro el llanto de Honduras.
XII
Infames! Hasta el ataúd
llevaréis en vuestra frente
toda la sangre inocente
de la muerta juventud
Dejo las cuerdas del laúd
vencido por la emoción…
Que siento en el corazon
con el odio que batalla,
una tempestad que estalla
sobre ellos en maldición!
Juan Ramón Molina
Tomado del diario La Tribuna, del 7 de octubre de 1988.
interesante articulo… me interesa saber mas de francisco lobo herrera, el era hermano de ramon lobo herrera, no sabra nada al respecto de estos personajes, ya que vengo siendo un descendiente de ellos y se ha vuelto una obsesion saber mas de mi pasado. Le agradeceria mucho su colaboracion, mi correo es jorgecorealobo@gmail.com