Archivo por meses: mayo 2009

Una Farsa que Estatua no sea la de Morazán

Portada del libro «Ediciones de Obras de Principales Artistas», de la Casa Thiebaut Hermanos, donde aparece registrada la estatua de Morazán, encomendada a fundir por el escultor Morice.

Artículo 130 de la contrata de Durini: «Como adorno de la plaza y para dar mayor realce al monumento, Durini colocará cuatro estatuas de mármol en los ángulos de la indicada plaza. Las estatuas representarán, alegóricamente, los elementos o las estaciones del año».

Convertida en especie de leyenda negra, Gabriel García Márquez repitió el falso argumento de los enemigos de Morazán. Con su delirio de la palabra mágica y resaltando los misterios de la imaginación relató que “el monumento al general Francisco Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una estatua del mariscal Ney, comprada en París en un depósito de esculturas usadas”.

William Krehm, hablando de las desdichas de Honduras, retorció los hechos para situar el origen de la estatua entre la tragedia y la comicidad. Aseguró que “la estatua de Morazán, en la plaza de Tegucigalpa, donde la banda toca los domingos por la noche, no es realmente Morazán, como la inscripción lo indica, sino -cosa extraña- el mariscal Ney.

La comisión enviada a Europa en el siglo pasado para encargar una estatua de Morazán fue consumiendo sus fondos, y se vio reducida a comprar, a bajo precio, una figura ecuestre del mariscal, fundida para una ciudad francesa que luego no quiso aceptarla”.

Con los años esta fantasía fue tomando la forma de una verdad hipotética y se ha venido repitiendo con desaprensión y colmo del ridículo, sólo comparable a la falsa identidad que se atribuye a los pueblos centroamericanos y el deseo exhibicionista de comparar la realidad con la caricatura. Rafael Leiva Vivas, autor del libro “La Estatua de Morazán”, del cual han sido sustraídos los datos que transcribimos, verificó la autenticidad de la estatua, y explicó a LA TRIBUNA que encontrar la información le llevó cerca de dos años, en los archivos diplomáticos de Paris.

“No hay duda”, aseguró. Visitó la Asociación de Escultores, en las afueras de Francia. para consultarles si era posible que un escudo pudiera ser borrado o retirado y sustituirlo por otro, refiriendose al Escudo de Armas de la República que aparece en uno de los costados de la éscultura. “Ellos me dijeron que técnicamente era imposible”, afirmó Leiva Vivas, apuntando que existe otro detalle importante que asegura su autenticidad. “Al pie de la estatua está esculpido un cactus y esta planta no existe en Europa”, apuntó el investigador que tuvo en sus manos el libro donde se registra la orden que el escultor dio al fundador de la monumental obra.

Historia de la Contrata

El pueblo salvadoreño fue el primero que tributó homenaje al prócer centroamericano. De ahí que la contrata la firmó el gobierno de El Salvador y con el ingeniero norteamericano Francisco A. Durini, el 4 de octubre de 1880, para hacer construir en Génova dos monumentos de mármol del benemérito general Francisco Morazán.

La principal para ser colocada en el centro del parque mandado a construir con el nombre del héroe y el segundo en el centro del panteón general.

La estatua monumental del general Morazán, había sido concebida por el presidente hondureño Marco Aurelio Soto, según decreto del 27 de agosto de 1882. Para su cumplimiento se suscribió una contrata el 29 de julio del mismo año entre Ramón Rosa, en representación del gobierno de Honduras y Durini.

Por esta contrata Durini se comprometió a hacer construir en Italia, y colocar en el centro de la plaza principal de Tegucigalpa, un monumento dedicado por el gobierno de Honduras a la memoria del general Morazán.

El monumento tendría nueve varas de altura, distribuidas así: una gradería de cuatro escalones y de 34 pulgadas: un zócalo o basamento del pedestal, de una vara y 33 pulgadas; una base del fuste de 12 pulgadas; un fuste de una vara y 17 pulgadas; un capitel de 28 pulgadas, y sobre el pedestal, formado por los cuerpos expresados, la estatua ecuestre del general Morazán, de tres varas y 17 pulgadas.

La gradería y el fuste, y el zócalo, al interior, serían construidos de cal y canto; la gradería y el zócalo, en su parte exterior, serian de piedra natural del país, picada en forma de granito; la fachada del zócalo llevaría una lápida de mármol de Carrara, con esta inscripción, en letra de relieve, doradas: “a Francisco Morazán: la patria”.

En la parte posterior del zócalo habría otra lápida del mismo mármol, de iguales dimensiones, que llevaría grabadas y doradas estas inscripciones: “al repúblico inmortalizado por la más grande de las ideas: la Unión Nacional de Centro América”. “Al héroe de la Trinidad, de Gualcho, de las Charcas, del Espíritu Santo y de San Pedro Perulapán, que despreció la dictadura para fundar el gobierno de la democracia”.

También se especificó en la contrata que se colocaría en mármol de Carrara y de relieve, el Escudo de Armas de la República, y bajo éste se grabaría, en mármol, el Decreto del Gobierno que prevenía la construcción del monumento. En la otra parte lateral del zócalo se grabaría en mármol de Carrara, la inscripción: “Francisco Morazán. Nació en Tegucigalpa, el 3 de octubre de 1792. Murió en San José de Costa Rica, el 15 de septiembre de 1842’.

Se establecía también que la fachada del fuste llevaría, en bajo relieve de bronce, el escudo de la Republica Federal de Centroamérica y que la parte posterior del mismo un simulacro de la “Batalla de la Trinidad”. Noviembre II de 1927”. Las dos partes laterales del fuste llevaría dos festones de laurel en bronce.

El articulo 8 de la contrata determinó que la estatua ecuestre de Morazán sería de bronce y la imagen del héroe llevaría un completo informe de General de División, en campaña.

También se determinó por el artículo 13, la confección de cuatro estatuas de mármol, representativas o alegóricas a las estaciones del año, y que Durini habría de colocar como adorno en la plaza principal, para dar mayor realce al monumento.

Durini se comprometió a colocar el monumento a más tardar el 31 de marzo de 1883, pero transcurrieron dieciseis meses a la fecha de inauguración, tiempo increíblemente corto, tomando la distancia de Europa y Honduras y el medio utilizado de embarque.

La Fantasía de Ney

La semejanza entre Morazán y el Mariscal Ney proviene porque ambos sustentaron posiciones políticas divergentes, siendo el uniforme militar la única referencia de cierta analogía.

Este es el solo argumento presentado por los creadores de la leyenda, asegurando que el rostro de Morazán no corresponde a los retratos de su época y que el escultor falseó con su atuendo militar.

El historiador hondureño Victor Cáceres Lara respondió a estos infundios fantásticos confirmando el parecido físico existente entre la cara de la estatua de Morice y el retrato más conocido de Morazán, lo cual es indicativo de que el artista lo tuvo a la vista para realizar su obra, inobjetada por los hondureños en 1883, entre quienes habían elementos que habían conocido de vista al propio Morazán.

El único parecido representativo entre ambas estatuas radica en el bicornio que también adorna la de Ney, localizada en París, en Jardines de Luxemburgo. Los pintores y escultores son libres para crear y pueden realizar las interpretaciones artísticas tomando como límite la belleza, y en la de Morazán plasmaron también sus grandes valores subjetivos.

(Tomado del libro “La Estatua de Morazán” de Rafael Leiva Vivas) (NS.).

Firma del escultor Leopold Morice, visible al pie de la estatua de Morazán.

———–
Tomado de La Tribuna del 3 de octubre de 1992.

Eduardo Bähr

Nació en Tela (1940) Autor de Fotografía del Peñasco. Tegucigalpa, 1969. El Cuento de la Guerra, Tegucigalpa, 1973, Mazapán, Tegucigalpa 1981. Guerra a la Guerra (en colaboración con Roque Dalton). Tegucigalpa, 1982. En opinión de Manuel Salinas, Bahr y Julio Escoto «se sitúan en la vanguardia de la nueva narrativa hondureña al romper definitivamente con los esquemas tradicionales del cuento criollista… Su libro, El Cuento de la Guerra es quizás el más importante del nuevo cuento hondureño, tanto por el enriquecimiento técnico como por los temas que plantea. Además es el primer tratamiento serio que literariamente se realiza del problema de la guerra hondu-salvadoreña. «Premio Nacional Arturo Martínez Galindo» en 1971. Actualmente escribe una novela: El animalero y los cuentos de los demás; El diablillo Achis (cuentos infantiles) (1991). Para Helen Umaña «no puede evadir los transfondos amargos en la visión de la realidad, la abierta o solapada ironía, las atmósferas kafkianas o las fotografías del absurdo… La visión general que Eduardo Bahr tiene del país es la de un gigantesco absurdo… En sus cuentos nada es producto de la precipitación o de la espontaneidad. Hay estudio y fecunda asimilación de lo realizado en otras latitudes. No hay imitación burda, sino un creativo logro que incorpora a la cuentística hondureña diferentes técnicas narrativas, patrimonio de la literatura de nuestra época. Fotografía del Peñasco, preparó con dignidad, no solo el camino para el cuento de la guerra, sino también, el camino para los cuentistas de las generaciones posteriores».

Galardonado por el Gobierno de Chile con la Medalla Gabriela Mistral, la más alta distinción que ese país otorga a intelectuales extranjeros. Además de narrador es actor de cine y teatro, crítico de arte, teatro y literatura. Parte de su obra ha sido traducida al alemán, inglés, francés, polaco, holandés y ucraniano. Para Roberto Castillo «Eduardo Bahr maneja el absurdo con verdadera maestría».

Tomado de «Diccionario de Escritores Hondureños» de Mario R. Argueta.

Evaluación de Impacto Ambiental

El año pasado, cuando cursé la clase de Educación Ambiental, me tocó hacer una investigación sobre «Licencias Ambientales». La información que obtuve en la DGA (Dirección de Gestión Ambiental) de la SERNA, me fue muy útil.

Quiero compartir esa información con quien pueda necesitarla.

Estos son los documentos que adjunto:

  • Evaluación de Impacto Ambiental (Proceso de Autorización). Presentado por el Lic. Oscar Enrique Iglesias. DECA/SERNA (Power Point)
  • Reglamento del Sistema Nacional de Evaluación de Impacto Ambiental. SERNA (Power Point)
  • Procedimiento de Denuncia Ambiental. SERNA (Power Point)
  • Reglamento de Residuos Sólidos. SERNA (PDF)

Pueden descargarlos aquí:

El robo de la Virgen de Suyapa

Por Longino Becerra

En medio del escándalo político descrito anteriormente, producto de la vulgar riña por un negocio asqueante, se produjo otro hecho que conmovió las fibras más profundas del pueblo hondureño. Nos referimos al robo de la estatuilla que representa a la Virgen de Suyapa, ocurrido en la madrugada del 2 de septiembre de 1986. Individuos sin escrúpulos, pensando que podían tener un alto provecho con los ornamentos de la imagen, violentaron la entrada del viejo Santuario e hicieron lo mismo con el retablo del Altar Mayor. La increíble acción fue descubierta a las 6:00 a. m. del mismo día, cuando el personal encargado del templo fue a disponerlo para los servicios religiosos de la mañana. Pocos minutos después se presentaron varios agentes de la Dirección Nacional de Investigaciones (DIN) en el sitio para tomar huellas dactilares y otras evidencias que pudieran conducir a la captura de los cleptómanos. También llegó el juez Primero de Letras de lo Criminal, Rafael Medina Irías, con el mismo propósito.

El pueblo hondureño se enteró del inaudito hecho a través de los noticiarios matutinos. Como era de esperarse, la información paralizó a la gran mayoría de los connacionales, seguidores del catolicismo y, por tanto, devotos de la Virgencita de Suyapa. Al llamado que lanzó el Arzobispo Héctor Enrique Santos para que «todos los fieles hijos de la Virgen rezaran con fervor a fin de lograr su retorno a casa», centenares de personas se dirigieron a pie hacia la basílica dispuestos a cumplir su solicitud. Muchos de estos fieles hacían el viaje musitando sus plegarias y no eran pocos los que lloraban con profundo dolor, tanto o más que si la desaparecida fuera un miembro muy cercano de la familia. Una anciana viuda, doña Amelia Morales, exclamó con fuerza y transida de angustia: «¡Nos hemos quedado solos!» «¡Nos hemos quedado solos!». Quienes la rodeaban repitieron de inmediato esta expresión acongojada, por lo que el camino hacia la basílica de Suyapa se volvió un lamento multitudinario.

Muchos ancianos hondureños recordaron, en su gran pena, que no era la primera vez que la Virgen de Suyapa sufría un asalto en su retablo. La primera de ellas ocurrió entre 5:00 y 6:00 a. m. del domingo 17 de abril de 1936 o sea 50 años atrás, de cuyo suceso publicó una notable crónica «La Época», el único diario que permitía el régimen político de entonces. Pero el hurto de aquella fecha no tuvo como móvil fundir los adornos metálicos que rodeaban a la imagen para hacer con ellos vulgares monedas. El motivo fue entonces un acto inconsciente de amor. ¿Porqué era inconsciente? Porque la persona que sustrajo la imagen era una enferma mental que, al rezarle ese domingo a la Inmaculada, escuchó de ella el pedido de «llevarla a pasear porque nadie la extraía de la caja transparente donde la metieron». La susodicha persona, era, pues, una mujer y se llamaba Dolores Chávez, conocida como «La Loca Lola» en el barrio de Comayagüela donde residía. Se supo que fue ella, porque, ya de regreso a Tegucigalpa, como a las 7:00 a. m., encontró varias señoras que iban para Suyapa a encenderle velas a la Virgen. A esas damas les dijo «La Loca Lola»: «Regresen a encenderlas en mi casa porque aquí llevo a mi TÍA». Al llegar al Santuario dichas señoras y enterarse de que la Virgen había desaparecido, recordaron las palabras de Dolores y las repitieron ante los sacerdotes, quienes muy bien conocían a la devota demente.

Cuando leemos la crónica del diario «La Época» sobre el suceso de 1936 y lo comparamos con el de 1986, nos surge la ocurrencia de pensar que estamos frente al mismo acontecimiento reflejado en un espejo, tan parecidos son en los efectos emocionales que produjeron, las reacciones explosivas del pueblo y los juicios que suscitó entre muchos. Para el caso, el autor dice: «La alarma se hizo inmediatamente por todos los rumbos y en todos los círculos sociales, notándose hasta indignación en los más religiosos. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿A qué hora? ¿Quién? Y toda la capital se puso en movimiento, tanto como jamás se había visto». También se refiere con las siguientes palabras al júbilo del hallazgo: «Tan pronto se supo el encuentro de la VIRGEN [esto ocurrió a media mañana del mismo domingo 17 de abril], la alegría cundió por todas partes. De la casa de la alienada la trajeron a la iglesia de Comayagüela, en procesión. Las campanas de la iglesia repicaban como nunca y una gran muchedumbre de personas de toda clase, de ambos sexos, de todas las edades y razas inundaron el templo ansiosos de ver a su adorada Patrona».

En el caso del segundo robo, es decir el de 1986, fue también bastante rápido el descubrimiento de la desaparecida imagen. A las 7:30 p. m. del mismo día del hecho una persona que no quiso identificarse llamó a las radioemisoras para informar que la Virgencita -tres pulgadas de alto desde la peana hasta la cabeza- había sido depositada en un sanitario del conocido restaurante «Merendero de don Pepe», en el centro de la Capital. Servidores de este negocio fueron de inmediato al sanitario y, efectivamente, hallaron allí la pequeña estatua envuelta en un fragmento de periódico. Monseñor Héctor Enrique Santos oficializó la noticia a las 8:20 p. m., después de confirmarla en el lugar. A partir de ese momento comenzaron en el Santuario de Suyapa, así como en el Parque Central, las manifestaciones de alegría por la gente que concurrió a ambos lugares. Mientras tanto, la imagen, a la cual le habían quitado su corona y su manto, fue entregada a manos expertas con el fin de que le restablecieran su decoración y su atuendo. Al completarse dicho trabajo, fue devuelta el sábado 13 de septiembre de 1986 a su hogar en el Santuario de Suyapa por una enorme multitud de fieles, en la que intervinieron el Presidente Azcona y numerosos funcionarios de su Gobierno. Asimismo, se hizo presente una unidad de la Academia Militar que contribuyó al brillo del solemne acto religioso.

———–
Tomado del libro «Evolución Histórica de Honduras», de Longino Becerra. Editorial Baktun (2009).