Por: Carlos Manuel Arita
Era ella una mujer extraordinaria,
tenía el fuego vivo en la mirada,
su alma era como una barricada
y su númen llameante luminaria.
Fue nuestra abanderada legendaria
siempre que hubo una cívica jornada
y su verbo fulgente era una espada
y su prosa gallarda y visionaria.
Su vida fue como una hermosa ofrenda
con mucho de ilusión y de leyenda
y de ensueños, de glorias y de ideales;
y al conquistar los reinos de lo arcano
llevaba floreciendole en la mano
un manojo de rosas inmortales.
Tomado del libro Laureles Patrios, de Carlos Manuel Arita.