Paul Romer es un economista de la Universidad de Stanford que se ha destacado por sus aportes a la teoría económica del desarrollo. Después de escribir varios artículos a finales de los 80’s, Paul Romer dejó la investigación académica para dedicarse a su propia empresa, y ahora él enfoca sus energías en promover su proyecto de Charter Cities.
Luego de un viaje a Estados Unidos, el presidente Lobo y el presidente del Congreso vinieron entusiasmados apoyando las ideas de Romer en Honduras. Y no es para menos. Esta es la oportunidad dorada del desarrollo para Honduras.
La idea esencial de Paul Romer sobre la ciudad modelo es sencilla. La base del desarrollo no es la tecnología por sí misma, ni el conocimiento, son las buenas normas, las buenas reglas expresadas en leyes y costumbres que permiten canalizar la energía creativa de las personas. La causa del subdesarrollo de países como Honduras son las malas leyes que no incentivan la inversión que podría sacar adelante el país.
Por lo que la solución obvia es cambiar las leyes, cambiar las reglas del juego, y todo lo demás vendrá por añadidura.
Sin embargo no es tan sencillo. Los cambios profundos generan una enorme resistencia de los intereses creados y de los reclamos populares.
La solución de Romer es crear una ciudad desde cero en un territorio inhabitado, y proveerla de buenas normas desde el principio, de buenas leyes que incentiven la inversión y la creatividad. Así evitamos la tentaciones autoritarias, el gobierno no tendrá que imponer nada por la fuerza, a nadie se le obligará a que vaya a una ciudad modelo.
A Romer le gusta poner el ejemplo del problema de la electricidad en la República de Guinea, donde los jóvenes tienen que estudiar bajo la luz del alumbrado público por la noche, porque no tienen electricidad en sus casas. Esto se debe, según él, a las malas políticas del gobierno, que establece un precio tan bajo para la electricidad que hace perder dinero a la firma que la provee por cada unidad vendida, por lo que no hay incentivo alguno para conectar a más usuarios. Cuando el presidente de Guinea intentó cambiar está situación tuvo que retroceder ante la presión de las empresas y consumidores acostumbrados a pagar tarifas bajas. En contraste, las compañías de celulares no tiene esta restricción, por lo que hay jóvenes que no tienen energía eléctrica en sus casas que sí tienen celulares.
La solución para este dilema es darle más opciones al pueblo, y más opciones a los líderes, y la ciudad modelo es el instrumento que nos permite darle más opciones a ambos. En vez de arremeter de frente contra la resistencia al cambio simplemente la evadimos.
A mucha gente le preocupa que con las charter cities se esté entregando territorio nacional a potencias extranjeras o inversionistas privados, sin embargo, tal cosa no es necesaria en el modelo que propone Romer. Siguiendo el ejemplo de la ciudad de Shenzen en China, Honduras misma podría poner las nuevas reglas del juego para la ciudad modelo, aunque otros pongan la plata. Sin embargo, el tener a un país o una empresa fuerte que nos patrocine puede traer más credibilidad al proyecto, una credibilidad que quizá el país no tenga por sí mismo.
El tema de la soberanía nacional es bastante sensible, y debe ser manejado con cuidado, sin olvidar que el fin último del Estado es la persona humana, según la doctrina del humanismo cristiano que pregona el presidente Lobo. No debemos cerrarnos tercamente en contra de un proyecto que puede beneficiar a miles de compatriotas en nombre de un patriotismo mal entendido. Los verdaderos patriotas buscan beneficiar a su patria, y sin duda esta es una oportunidad única para levantar la calidad de vida de muchos hondureños.
Hay quienes proponen que en la ciudad charter se apliquen las mismas leyes que en el resto del territorio, para preservar la legalidad y no mancillar la soberanía nacional. Pero esto no tiene sentido. El propósito de las charter cities es proveer de mejores reglas, normas o leyes de las que ya pueden ser aplicadas en el resto del territorio nacional. Si no cambiamos las reglas del juego no habrá manera de atraer la masiva inversión nacional y extranjera que impulsará el desarrollo. Si las leyes y el sistema de gobierno hondureño fuera el mejor no habría ninguna necesidad de crear ciudades modelo.