Por: Augusto Irías Cálix
RAMÓN LOBO HERRERA fue una personalidad destacada de la intelectualidad olanchana, profesional del Derecho capacitadísimo, sentó cátedra como Maestro de Filosofía en el Instituto «La Fraternidad» de Juticalpa, donde con su palabra pausada y con principios afirmativos de un amplio conocimiento y dominio de la mayor parte de las ciencias del saber humano, supo incursionar en todas las líneas, tesis, teorías y corrientes ideológicas, filosóficas y sociológicas del conocimiento universal.
Este preclaro ciudadano fue un gran apasionado de los principios en que se sustentó la «Revolución Francesa»; intuyó que en tiempos no lejanos nuestro pueblo tendría que rebelarse contra la explotación de que ha sido víctima; primero, por los conquistadores españoles; después, por los ingleses que se apoderaron de las Islas de la Bahía y que incursionaron con corsarios y piratas para conquistar territorios y, por último, el colonialismo norteamericano que controla, domina, explota y limita nuestro desarrollo económico, imponiendo precios a nuestros productos de exportación que lindan con la limosna, con el aumento de intereses de préstamos leoninos que nos imposibilita pagar la deuda externa en la próxima centuria; igual con los altos precios de las importaciones de maquinaria y equipos sofisticados.
Rebatía, analizaba y sacaba sus propias conclusiones sobre las teorías y principios filosóficos sustentados por los clásicos del pensamiento universal; de lemas, teoremas, leyes físicas y metafísicas expuestas por las grandes lumbreras del pensamiento clarividente de personalidades como Sócrates, Aristóteles, Raimundo Lulio, Pericles, Demóstenes, Demócrito, Augusto Comte, Spinoza, Spencer y Ramón del Valle Inclán, etc., etc.
En su tiempo se materializaron los principios ideológicos del socialismo del judío-alemán Carlos Marx y su amigo Engels; comentó ampliamente todos sus criterios y fundamentos, y en muchos aspectos coincidió pero nunca estuvo de acuerdo en la conquista del poder por la violencia, al precio de la sangre y sacrificio de nuestros humildes compatriotas.
No estuvo de acuerdo con la dependencia de las grandes potencias que se disputan el control mundial y la explotación de las pequeñas naciones subdesarrolladas.
Discrepó de la dependencia norteamericana o «capitalista», y de la rusa o «comunista». Estuvo acorde con los cambios y conquistas sociales para mejorar las condiciones de vida de los hondureños; igual que coincidió con un socialismo humanizado, verdaderamente democrático, respetuoso a la justicia y garante de la vida y propiedades.
No comulgaba con el internacionalismo como forma de injerencia o intervención política y económica para acuerpar los intereses estratégicos de cualquier superpotencia. Propugnaba por un nacionalismo patriótico, que hiciera realidad la independencia y emancipación política y económica de Honduras.
Le tocó vivir en un período convulso de nuestra historia, en que se hacían revoluciones sin fines ideológicos y patrióticos, y únicamente para acuerpar las ambiciones de mando de grupos privilegiados, que deseaban usufructuar las alturas del poder y los beneficios económicos consiguientes.
Tuve la oportunidad de convivir con él en mi infancia, en su casa de Juticalpa, con una pared de por medio; tenía largas y profundas pláticas diarias con mi padre, el doctor Romualdo Irías Cálix. Sentía yo una profunda admiración por él, cuando expresaba sus autorizados y bien fundamentados criterios sobre diferentes aspectos de la vida nacional.
Cuando mi padre le hacía alguna pregunta, se concentraba, su rostro se ponía inmóvil y parecía que sus respuestas eran consultadas con los poderes y fuerzas cósmicas del universo.
Siempre he creído que el doctor Lobo Herrera tenía visión profética, que vivió en una época que no le correspondía, porque sus pensamientos se proyectaban con tal magnitud y fuerza, que vislumbraban la vivencia y realización de futuros acontecimientos.
Si hubiera nacido en un país europeo como Francia o Italia, etc., se le hubiera considerado como un genio o un predestinado; pero desgraciadamente las incomprensiones del medio ambiente y la ceguera intelectual de sus contemporáneos no supieron captar todo los destellos y las enseñanzas que se podían obtener de este ser superdotado y clarividente.
Su poder mental era tan grande y poderoso que no se podía circunscribir a nuestros límites físicos y astrales. De haber sido presidente de Francia, en la «Ciudad Luz», a la que amaba tanto, casi como a Olancho, hubiera realizado profundas reformas sociales con proyecciones futuristas a nivel mundial.
Su vida se podía catalogar como la de un místico, atormentado, inconforme, inquieto, sofisticado, incomprendido y constante luchador por el perfeccionamiento espiritual y material del ser humano.
Gozó de una sólida posición económica que le dejaron sus padres; y su fama, como profesional del Derecho, le inundaron su bufete de tanto trabajo y que aunque le llenaban sus arcas diariamente le agotaron su resistencia y capacidad física.
Su hermano, FRANCISCO LOBO HERRERA, brillante juventud estudiosa, murió en acción de guerra en «El Corpus», Choluteca, junto con POLICARPO IRÍAS MENDOZA, también intelectual de altos kilates y olanchano —hermano de mi padre—, luchando por redimir esta patria tantas veces mancillada por seudo demócratas, que en nombre de la libertad esclavizaban estos pueblos.
Su lápida funeraria bien podía llevar este epitafio:
«Aquí yace un hombre que con sus ideas, iluminó el sendero de la superación multilateral de sus conciudadanos».
por que los escritores nunca revelan las fuentes?
será acaso que lo que escriben es tomado del pensar y sentir popular o porque es producto de su imaginacion?
espero que no sean esas las razones. pero de todos modos este tipo de articulos pierden seriedad y confiabilidad