El día 14 de julio se celebra el Día de la Hondureñidad en Honduras.
Esta fecha se escogió en memoria del ataque traicionero de El Salvador contra Honduras en 1969, conflicto armado que se conoció como “La guerra del Fútbol”, o “La Guerra de las Cien Horas”.
El liderazgo salvadoreño pensó que podía re-editar la hazaña de Israel en Palestina, apoderándose del territorio hondureño por medio de un ataque sorpresivo, con el objetivo de darle salida a la olla de presión social que se vivía en El Salvador, con masas de campesinos exigiendo tierras a la oligarquía latifundista salvadoreña.
Pero gracias a la valentía y determinación de los hondureños, la agresión salvadoreña mordió el polvo en Honduras, aun con la superioridad técnica a su favor.
Pero la campaña salvadoreña de difamación contra Honduras tuvo éxito en acusar al país agredido de ser el verdadero agresor.
Es absurdo pensar que esta guerra surgió por un partido de fútbol.
Estos hechos traumáticos de la guerra ahora se trata de dejarlos a un lado en Honduras, en tiempos en que los recuerdos de la guerra son borrosos y no se conoce mucho por las nuevas generaciones. El tema también se hace a un lado para no herir las sensibilidades salvadoreñas, ya que se busca tener una buena relación con nuestros vecinos guanacos.
El día de la hondureñidad por lo tanto pasa algo desapercibido, pero la idea original de celebrar este día es para recordar ese sentimiento de unidad que los hondureños sintieron al verse vulnerada la integridad territorial. En ese momento los hondureños se dieron cuenta de que no tenían sentido las luchas entre hondureños cuando lo importante es luchar por los intereses comunes de Honduras.
Fruto de ese momento histórico surgió la iniciativa del Partido de Innovación y Unidad, PINU, que no pudo obtener su estatus oficial de partido sino hasta la década de los ochentas. El PINU nunca llegó a formar una fuerza política que desafiara a los partidos políticos tradicionales.
Ese sentimiento de unidad entre los hondureños se fue diluyendo con el tiempo, y de nuevo se volvió a sentir el peso del sectarismo político e ideológico, de la división entre ricos y pobres, entre católicos y evangélicos.
Ahora, después de los sucesos del 28 de junio del 2009, cuando Manuel Zelaya Rosales fue extrañado del poder cuando pretendía perpetuarse en él por medio de una consulta popular fraudulenta y con vicios de nulidad, la familia hondureña se encuentra más dividida que nunca.
Es necesario retomar este sentimiento de unidad, y recordar que todos viajamos juntos en el mismo barco, y que debemos trabajar por el bienestar de este país y dejar a un lado las rencillas internas, luchando juntos por una Honduras mejor.