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Costumbres Navideñas de la Danlí del Recuerdo

Las Posadas

Se inician el quince de diciembre y simbolizan la llegada de José y María. Sale del Templo Parroquial hacia una casa fijada de antemano, al llegar al lugar donde se recibirán los Santos Peregrinos, los de afuera tocan la puerta y piden posada, cantando los de adentro, lo niegan, ruegan los de afuera y por fin las puertas se abren con suma alegría, después del rezo los acompañantes son obsequiados con ricas golosinas, la noche siguiente se dirige a un nuevo albergue; las más entusiastas dirigentes de esta festividad son: Doña Amparo de Medina, Martinita de Valle, Matilde Vega de Galeas, Goyita Rodríguez, Margarita Sosa, Castidad Salandía y otras que nuestra memoria infiel no nos permite recordar, pero que han dejado un recuerdo imperecedero con hondo sabor tradicional.

Navidad

La noche buena era una fiesta hogareña, donde la tradicional torrija y el incomparable nacatamal ponían la nota solemne a esta conmemoración del nacimiento del Salvador del Mundo. Los Nacimientos más famosos eran: el de Don Pancho Ramírez, Mariana Valle de Castillo y Tula de Alcántara; lo más simpático de esta festividad era la pérdida del niño que sucedía en nuestra ciudad tal como lo describe el ilustre Filólogo hondureño, Dr. Alberto Membreño de la siguiente manera: «Puesto el nacimiento y abierto al público las noches de pascua, concurre la gente en pandillas a verlo.

Uno de tantos amigos de la casa se roba al niño; pasado el último día de la pascua, el dueño del nacimiento y el que se robó al niño se ponen de acuerdo para la buscada y en la fecha convenida salen en procesión por las calles hombres, mujeres y muchachos de la casa del nacimiento, con música, cohetes a buscar al niño. Llegan a una casa y luego a otra en su busca, a lo que llaman Posadas y después de un breve canto en cada posada alusivo al acto, se dirige la procesión a aquella en la que va a tener lugar la fiesta y en la que hallan al niño. Sigue un baile de confianza, que concluye después que los concurrentes han tomado el ponche de piña o de leche.

Las paseadas de Chimina Romero

Chimina Romero, es quizá el personaje más representativo de nuestro lar nativo. La paseada salía de su casa de habitación situada en el Barrio Tierra Blanca, exactamente a las nueve de la noche iniciaba el desfile la incomparable Chimina, con su inseparable peineta andaluza, sus bien limpias y almidonadas enaguas, su collar de negros pacones y sus desproporcionados aretes, le daban la apariencia de una linajuda Dama Española, pero más nos recuerda el perfil de la reina Victoria.

Acompañaban la alegre paseada hombres, mujeres y niños, quienes caminaban por enmedio de la calle, el conjunto musical que iniciaba el desfile ejecutaba alegres marchas, al llegar al nacimiento escogido, se bailaba hasta el amanecer.

Las arengas de Chimina eran conminatorias: «la que se quiera ir con su novio —sentenciaba— que lo haga de su casa, de las paseadas, jamás, porque me desprestigian».

Así era Maximina Romero, franca, bonachona y servicial, que un infausto —día del mes de enero de 1973, dejó el mundo de los vivos para traspasar los umbrales de lo ignoto.

Las Pastorelas del Padre Reyes

En la época navideña las pastorelas del Padre Reyes tenían un lugar preferente y por así decirlo una aceptación general. Crucita Novoa Mayorquín, con un entusiasmo poco común, reunía jóvenes de ambos sexos, y con la técnica rudimentaria de una teatrista en ciernes repasaba los papeles de sus actores.

La noche que se presentó la Pastorela Olimpia en el atrio de la casa parroquial, fue para Crucita Novoa, la mejor de sus noches, pues los aficionados del teatro la ovacionaron hasta el delirio, estos sinceros aplausos fueron recompensa que recibió como un estímulo por mantener viva la llama de las tradiciones nativas.

Tomado de «Danlí en el Recuerdo». Segunda Edición. Por Darío Gonzáles.

Resumen de la novela Blanca Olmedo

La novela Blanca Olmedo es una de las más conocidas en Honduras. Y quizá, al igual que Prisión Verde, se le reconoce no por su mérito literario, sino por lo que tiene de crítica social.

Blanca Olmedo, una novela romántica escrita a principios del siglo XX, resulta ya anacrónica para su época, porque el período cultural del romanticismo ya se consideraba superado para ese tiempo.

Al contrario de Prisión Verde, que es una novela que trata de reflejar las vivencias de la gente humilde en los bananales de la Costa Norte, en Blanca Olmedo los protagonistas gozan de una exquisita educación que les permite usar siempre un lenguaje refinado. En las tertulias a las que asisten estos personajes se ejecutan piezas musicales famosas en Europa. El lugar de la acción aparece como una ciudad indeterminada en algún país del continente americano. Es hasta la última página del libro que nos damos cuenta que la acción se desarrolla en la ciudad de Danlí, Honduras, de dónde también es originaria la autora, Lucila Gamero de Medina.

De hecho, la protagonista de la novela, la señorita Blanca Olmedo, guarda cierto parecido con la autora, especialmente en lo que concierne a su perspectiva filosófica y religiosa. Doña Lucila gustaba de definirse a sí misma como «librepensadora», al igual que lo hace Blanca Olmedo en el libro. Lucila Gamero y Blanca Olmedo parecen profesar una cierta tendencia hacia el panteísmo y formulan fuertes críticas en contra de la religión católica-romana.

Blanca Olmedo es una historia trágica, es la historia de una joven que lucha por ser feliz en contra de una adversidad que la acecha a cada paso y que al final no logra vencer. Blanca Olmedo es una muchacha ejemplar, bella e inteligente, cualidades que en vez de favorecerle le atraen enemigos que no cejan en su empeño por destruirla.

Las desgracias de Blanca Olmedo comienzan cuando el personaje Elodio Verdolaga se ofrece para llevar los asuntos legales de su Padre, don Carlos Olmedo. Verdolaga se pone de acuerdo con el demandante para perjudicar a don Carlos, haciéndole perder sus bienes, y también pretende aprovecharse de la desgracia económica de la familia para aprovecharse de Blanca. Don Carlos se da cuenta de la traición de Verdolaga y se lo comunica a su hija Blanca, que desde ese momento empieza a despreciar a Verdolaga con todo su ser. Don Carlos muere poco después, agobiado por la desgracia.

Elodio Verdolaga es retratado como el perfecto sinvergüenza, como un caballero de industria, es decir, una persona sin escrúpulos que engaña, miente y estafa a cualquier incauto. Verdolaga está casado y tiene hijos, pero eso no es obstáculo para sus pretensiones de poseer a Blanca. No tiene título de abogado, pero aun así ejerce el derecho, y por medio de su astucia logra llegar al puesto de Juez de Letras, ante el asombro de Blanca, que ve como un hombre que es el epítome de la corrupción y el cinismo es premiado por el Estado con el puesto de administrador de justicia.

Blanca logra conseguir trabajo como institutriz en la casa de la señora Micaela Moreno y se hace amiga de su alumna, la señorita Adela. Adela es una adolescente que pasa muy enferma, agobiada por la manera estricta en que la cría su tía, la señora Micaela, quien es una fanática de la religión católica, del conservadurismo católico de su tiempo. Doña Micaela está convencida de que las diferencias entre las clases sociales existen por la voluntad de Dios, y que las personas que tienen dinero como ella no deben de tener relaciones de amistad con personas más desafortunadas. Por lo tanto, ella considera que Blanca Olmedo no es digna de su amistad, ni de la amistad de su sobrina ni de su hijo, porque es de una clase inferior. Doña Micaela se aferra a esta creencia retrógrada, a pesar de que Blanca Olmedo fue despojada de su herencia por medio del engaño –no nació pobre– y que tiene mayor educación y buenos modales que ella, que se cree superior solo por el hecho de tener más dinero.

Doña Micaela es instruida en asuntos religiosos por el joven Padre Sandino, quien la visita asiduamente con el objeto de ver a la joven Blanca, de quien se enamora de manera enfermiza, y a quien pretende conquistar, a pesar de que sus votos religiosos de castidad se lo prohiben. El padre Sandino llega hasta el extremo de renegar de su religión delante de la señorita Blanca, con el afán de convencerla de que sus votos de castidad no significan nada para él, mientras en público aparenta ser un modelo de piedad cristiana. El padre Sandino sufre el lógico rechazo de Blanca.

El joven médico Gustavo Moreno, hijo de doña Micaela no tarda en darse cuenta de la belleza de Blanca Olmedo y en pretender su amor, pero Blanca, sabiendo la opinión de doña Micaela trata de esquivarlo por todos los medios, y se hace amiga del joven Joaquín Leiva, quien llega a visitarla frecuentemente. Leiva termina también enamorado de Blanca, pero ésta también lo rechaza.

Al final Gustavo logra vencer la resistencia de Blanca y la hace su novia. Esto provoca el esperado rechazo visceral de doña Micaela, quien se resiste a que su hijo se case con una mujer que ella considera inferior. Gustavo logra apaciguar a su madre por un tiempo, mientras el padre Sandino y Verdolaga conspiran juntos para separar a la pareja. Para ganar tiempo le aconsejan que se posponga el matrimonio, y a esta petición Gustavo accede gustoso.

Elodio Verdolaga propone hacer uso de sus influencias políticas para mandar a Gustavo a la guerra, reteniendo las cartas que éste mande a su novia. Doña Micaela accede a este plan, a pesar del peligro que representa para su hijo.

Después de que Gustavo parte a la guerra, doña Micaela despide a Blanca de la casa, no sin antes haberla insultado haciéndose eco de las calumnias que le comunicaron el padre Sandino y Verdolaga. Verdolaga le había dicho que Blanca había sido su amante. El padre Sandino acusó a Blanca de tratar de seducirlo. A estas calumnias Doña Micaela agregó la acusación de que Blanca había seducido a Gustavo por interés material, y de que lo había «prostituido».

Blanca sale muy agitada y enferma de la casa de doña Micaela y se va a refugiar a la casa de la que había sido su empleada doméstica, quien le contó el secreto de que en realidad Gustavo no era hijo de doña Micaela.

Blanca no logra comunicarse con Gustavo. Las cartas que ambos se dirigen son retenidas por el correo, a instancias de Verdolaga. La salud de Blanca empeora cuando Verdolaga publica sus calumnias en un periódico. Al final Blanca muere con su vestido de novia, sin haber visto a Gustavo. Cuando Gustavo regresa de la guerra y es informado de la situación se suicida y la joven Adela muere de la impresión que le produjo la muerte de Gustavo.

En el epílogo, un epitafio en el mausoleo en que sepultaron a Gustavo, Blanca y Adela reza: Víctimas inocentes de un Representante de la Justicia, de un Representante de la Religión Católica y de una Mujer Fanática. El cura Sandino desaparece del lugar, Doña Micaela se arrepiente del mal cometido y funda un asilo para ayudar a chicas pobres y Elodio Verdolaga es condenado a cadena perpetua por sus múltiples crímenes.

La novela no está disponible en Amazon, pero se puede adquirir en AbeBooks.com. También se puede leer fragmentos de ella en Google Books. Para conseguir un ejemplar también puede intentar comunicarse con Editorial Guaymuras.

Vandalismo en Día del Estudiante en Danlí, 1963.

El vandalismo estudiantil no es nada nuevo en Honduras.

En el gobierno de Ramón Villeda Morales, unos meses antes del golpe de Estado de 1963, un grupo de empresarios de Danlí enviaba una nota a los estudiantes del Instituto Departamental de Oriente, acusándolos de acciones vandálicas; amenazando incluso con tomarse la justicia en sus propias manos, ante la inacción de las autoridades locales.

Vandalismo en el día del Estudiante
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Navidades del recuerdo en Danlí

Por: Darío González

Las Posadas

Se inician el quince de diciembre y simbolizan la llegada de José y María. Sale del Templo Parroquial hacia una casa fijada de antemano, al llegar al lugar donde se recibirán los Santos Peregrinos, los de afuera tocan la puerta y piden posada, cantando los de adentro, lo niegan, ruegan los de afuera y por fin las puertas se abren con suma alegría, después del rezo los acompañantes son obsequiados con ricas golosinas, la noche siguiente se dirige a un nuevo albergue; las más entusiastas dirigentes de esta festividad son: Doña Amparo de Medina, Martinita de Valle, Matilde Vega de Galeas, Goyita Rodríguez, Margarita Sosa, Castidad Salandía y otras que nuestra memoria infiel no nos permite recordar, pero que han dejado un recuerdo imperecedero con hondo sabor tradicional.

Navidad

La noche buena era una fiesta hogareña, donde la tradicional torrija y el incomparable nacatamal ponían la nota solemne a esta conmemoración del nacimiento del Salvador del Mundo. Los nacimientos más famosos eran: el de don Pancho Ramírez, Mariana Valle del Castillo y Tula de Alcántara; lo más simpático de esta festividad era la pérdida del niño que sucedía en nuestra ciudad tal como lo describe el ilustre Filólogo hondureño, Dr. Alberto Membreño, de la siguiente manera:

“Puesto el nacimiento y abierto al público las noches de pascua, concurre la gente en pandillas a verlo. Uno de tantos amigos de la casa se roba al niño; pasado el último día de la pascua, el dueño del nacimiento y el que se robó al niño se ponen de acuerdo para la buscada y en la fecha convenida salen en procesión por las calles hombres, mujeres y muchachos de la casa del nacimiento, con música, cohetes a buscar el niño. Llegan a una casa, y luego a otra en su busca, a lo que llaman Posadas y después de un breve canto en cada posada alusiva al acto, se dirige la procesión a aquella en que va a tener lugar la fiesta y en la que hallan al niño. Sigue un baile de confianza, que concluye después que los concurrentes han tomado el ponche de piña de leche.”

Las Paseadas de Chimina Romero

Chimina Romero, es quizá el personaje más representativo de nuestro lar nativo.

La paseada salía de su casa de habitación situada en el Barrio Tierra Blanca, exactamente a las nueve de la noche iniciaba el desfile de la incomparable Chimina, con su inseparable peineta andaluza, sus bien limpias y almidonadas enaguas, su collar de negros pacones y sus desproporcionados aretes, le daban la apariencia de una linajuda Dama Española, pero más nos recuerda el perfil de la Reina Victoria.

Acompañaban la alegre paseada hombres, mujeres y niños, quienes caminaban por enmedio de la calle, el conjunto musical que iniciaba el desfile ejecutaba alegres marchas, al llegar al nacimiento escogido, se bailaba hasta el amanecer.

Las arengas de Chimina eran conminatorias: “la que se quiera ir con su novio —sentenciaba— que lo haga de su casa, de las paseadas, jamás, porque me desprestigian”.

Así era Maximina Romero, franca, bonachona y servicial, que un infausto día del mes de enero de 1973, dejó al mundo de los vivos para traspasar los umbrales de lo ignoto.

Día de Reyes

Simboliza la adoración de los Reyes Magos, es el último día de la fiesta pascual, se acostumbra en nuestra ciudad, poner a las doce del día, un recipiente de agua cristalina con vista hacia el infinitivo para ver pasar los reyes magos, en nuestra niñez realizamos esta sempiterna tradición con la desafortunada desdicha de no ver jamás a los recordados: Melcho, Gaspar y Baltazar.

Las Pastorelas del Padre Reyes

En la época navideña las pastorelas del Padre Reyes tenían un lugar preferente y por así decirlo una aceptación general. Crucita Novoa Mayorquín, con un entusiasmo poco común, reunía jóvenes de ambos sexos, y con la técnica rudimentaria de un teatrista en ciernes repasaba los papeles de sus actores. La noche que se presentó la pastorela Olimpia en el atrio de la iglesia parroquial, fue para Crucita Novoa, la mejor de sus noches, pues los aficionados al teatro la ovacionaron hasta el delirio, estos sinceros aplausos fueron recompensa que recibió como un estímulo para mantener viva la llama de las tradiciones nativas.

Tomado del libro Danlí en el Recuerdo (1988) de Darío González.