En los tiempos gloriosos ya distantes en que andaba en la tierra el Nazareno y la flor del milagro no era un mito, aconteció lo que contaros quiero.
En la remota comarca cuyo nombre ha olvidado la Historia según creo hubo entre dos ejércitos rivales un combate reñido muy sangriento.
Y estando de camino al otro día con su amado discípulo el Maestro, cruzaron a los rayos de la aurora el campo de cadáveres cubierto.
Bien pronto al escuchar los dolorosos ladridos que lanzaba un pobre perro, al sitio se acercaron donde exánime dormido al parecer yacía el dueño.
Era un joven de pálido semblante y de agraciado y varonil aspecto cuya temprana vida cortó en breve un proyectil que penetró en su pecho.
Aún de sus yertos ojos se advertía una gota rodar de llanto acerbo. ¡quizá tendría madre y también novia! ¡Tal vez le amaban mucho y era bueno!
—Mucho habrán de sentirlo sus parientes, pero él es ya feliz— dijo el Maestro.— Y en tanto, junto al amo dando vueltas, proseguía ladrando el pobre perro.
¡Escena singular! Cual si implorara algún auxilio sobrehumano de ellos, aquel pobre animal con sus aullidos parecía empeñado en conmoverlos.
Y al ver que vacilaban, sus clamores tornaba al punto en agasajos tiernos; a sus pies gemebundo se arrojaba y hablar tan sólo le faltaba al perro.
—¡Qué amor tan entrañable y casi humano revela ese animal!— exclamó Pedro. Por su fidelidad ¡cuál se traslucen de su amo los hermosos sentimientos!
¡Qué lástima de joven, se diría que no debió morir; y que si el cielo otorgarle quisiera nueva vida le ablandara las quejas de ese perro.—
Absorto Jesucristo meditaba. De su místico arrobo al fin saliendo —Tienes razón— le dijo a su discípulo. Merecía vivir ese mancebo.—
Y aplicando sus manos al cadáver cicatrizó la herida de su pecho; y en nombre del Creador de cielo y tierra volvió la vida al que se hallaba muerto.
Luego sumióle en sueño delicioso: acalló los ladridos de su perro, y después a los rayos de la aurora se alejó de aquel sitio con San Pedro.
Marzo de 1903. (*)
(*) Pocos días después de haber escrito esta bella poesía, nuestro infortunado amigo Domínguez se suicidó en Juticalpa, a los 34 años de edad (5 de abril de 1903). Tomado de la revista Ariel, dirigida por Froylán Turcios.
En mi país, de guamil y sol ardiente se ve la historia en los rostros de la gente hermosa tierra vuelo de gaviota herida tenés la luz que va repartiendo vida. Sos la semilla y sos la fuerza en el arado tenés el alma en el bullicio del mercado.
Suenen la guitarra y la marimba las maracas con el acordeón que suenen la flauta y la caramba suenen el tambor y el caracol.
En mi país, rumor de mar selva y quebrada están el sabor de la naranja y la guayaba está el color de la flor que no marchita está el olor a café en la tardecita y aquí está el África en canción vida y tambores leyenda negra cayuco lleno de flores.
Suenen la guitarra y la marimba las maracas con el acordeón que suenen la flauta y la caramba suenen el tambor y el caracol.
Para quererte el corazón mío no alcanza pero esta luz, multiplica la esperanza en que la selva no combata al fuego sola y que la espina se convierta en brassavola.
Suenen la guitarra y la marimba las maracas con el acordeón que suenen la flauta y la caramba suenen el tambor y el caracol, en mi país.
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Apuntes biográficos sobre Guillermo Anderson
Nació en la Ceiba, Atlántida Honduras, el 26 de febrero de 1962.
El apellido Anderson lo obtiene de su abuelo paterno, George Henry Anderso, el cual fue un estadounidense hijo de emigrantes suecos que llegó a la costa norte de Honduras a trabajar en una compañía bananera.
La comunidad garífuna que vive en La Ceiba influenció el estilo musical de Anderson, que consiste en mezclar ritmos tropicales y percusiones garífunas con música contemporánea.
Guillermo Anderson celebró la naturaleza y la vida sencilla en Honduras. Transmitió en su arte una preocupación por la conservación del medio ambiente y la cultura autóctona. Sus canciones son historias sobre la vida diaria y las luchas de la gente común en Honduras.
Su estilo llamó la atención del personal diplomático de varias embajadas en Honduras, y por eso recibió invitaciones para cantar en otros países, lo que lo llevó a cosechar aplausos en todo el continente americano, en Europa y Asia.
Fue a Estados Unidos a estudiar Letras. Se graduó en la Universidad de California de Santa Cruz en 1986, especializándose en literatura hispanoamericana.
Al regresar a La Ceiba en 1987 creó el grupo artístico y cultural COLECTIVARTES junto con un grupo de amigos extranjeros.
Guillermo Anderson se da a conocer con el tema «En mi país», una canción patriótica que exalta la belleza de la vida en Honduras y hace referencia a su folklore y sus símbolos.
Su tema más popular es «El encarguito», una canción en la que habla de varias comidas tradicionales de Honduras y la nostalgia que por ella sienten los hondureños cuando están fuera de su país.
Sobre el reggaetón opinaba que «el problema no es la forma, sino el contenido».
Guillermó Anderson también escribió tres libros: «Del Tiempo y el Trópico», «Bordeando La Costa» y «Ese mortal llamado Morazán».
Murió el 6 de agosto de 2016 de un cáncer de tiroides.
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Honduras
Por: Carlos Manuel Arita Palomo
Honduras, adorada Patria mía,
tierra de luz, de amor y de quimera,
con sus campos de eterna primavera
y su maravillosa geografía.
Su tierra legendaria es de poesía,
como un sueño radioso es su bandera,
su campiña fragante y hechicera
y sus cielos de sol y pedrería.
Sus valles son inmensos y grandiosos,
sus ríos y sus lagos luminosos
y gemas rutilantes son sus mares.
Sus próceres excelsos son su gloria,
su pasado inmortal toda su historia
y un verdeante cantar son sus pinares.