En mi país, de guamil y sol ardiente se ve la historia en los rostros de la gente hermosa tierra vuelo de gaviota herida tenés la luz que va repartiendo vida. Sos la semilla y sos la fuerza en el arado tenés el alma en el bullicio del mercado.
Suenen la guitarra y la marimba las maracas con el acordeón que suenen la flauta y la caramba suenen el tambor y el caracol.
En mi país, rumor de mar selva y quebrada están el sabor de la naranja y la guayaba está el color de la flor que no marchita está el olor a café en la tardecita y aquí está el África en canción vida y tambores leyenda negra cayuco lleno de flores.
Suenen la guitarra y la marimba las maracas con el acordeón que suenen la flauta y la caramba suenen el tambor y el caracol.
Para quererte el corazón mío no alcanza pero esta luz, multiplica la esperanza en que la selva no combata al fuego sola y que la espina se convierta en brassavola.
Suenen la guitarra y la marimba las maracas con el acordeón que suenen la flauta y la caramba suenen el tambor y el caracol, en mi país.
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Apuntes biográficos sobre Guillermo Anderson
Nació en la Ceiba, Atlántida Honduras, el 26 de febrero de 1962.
El apellido Anderson lo obtiene de su abuelo paterno, George Henry Anderso, el cual fue un estadounidense hijo de emigrantes suecos que llegó a la costa norte de Honduras a trabajar en una compañía bananera.
La comunidad garífuna que vive en La Ceiba influenció el estilo musical de Anderson, que consiste en mezclar ritmos tropicales y percusiones garífunas con música contemporánea.
Guillermo Anderson celebró la naturaleza y la vida sencilla en Honduras. Transmitió en su arte una preocupación por la conservación del medio ambiente y la cultura autóctona. Sus canciones son historias sobre la vida diaria y las luchas de la gente común en Honduras.
Su estilo llamó la atención del personal diplomático de varias embajadas en Honduras, y por eso recibió invitaciones para cantar en otros países, lo que lo llevó a cosechar aplausos en todo el continente americano, en Europa y Asia.
Fue a Estados Unidos a estudiar Letras. Se graduó en la Universidad de California de Santa Cruz en 1986, especializándose en literatura hispanoamericana.
Al regresar a La Ceiba en 1987 creó el grupo artístico y cultural COLECTIVARTES junto con un grupo de amigos extranjeros.
Guillermo Anderson se da a conocer con el tema «En mi país», una canción patriótica que exalta la belleza de la vida en Honduras y hace referencia a su folklore y sus símbolos.
Su tema más popular es «El encarguito», una canción en la que habla de varias comidas tradicionales de Honduras y la nostalgia que por ella sienten los hondureños cuando están fuera de su país.
Sobre el reggaetón opinaba que «el problema no es la forma, sino el contenido».
Guillermó Anderson también escribió tres libros: «Del Tiempo y el Trópico», «Bordeando La Costa» y «Ese mortal llamado Morazán».
Murió el 6 de agosto de 2016 de un cáncer de tiroides.
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Honduras
Por: Carlos Manuel Arita Palomo
Honduras, adorada Patria mía,
tierra de luz, de amor y de quimera,
con sus campos de eterna primavera
y su maravillosa geografía.
Su tierra legendaria es de poesía,
como un sueño radioso es su bandera,
su campiña fragante y hechicera
y sus cielos de sol y pedrería.
Sus valles son inmensos y grandiosos,
sus ríos y sus lagos luminosos
y gemas rutilantes son sus mares.
Sus próceres excelsos son su gloria,
su pasado inmortal toda su historia
y un verdeante cantar son sus pinares.
Pastores evangélicos: Guillermo Maldonado, René Peñalba, Evelio Reyes.
Presidentes de Honduras: Roberto Suazo Córdova, Rafael Leonardo Callejas, Carlos Flores, Manuel Zelaya Rosales, Roberto Micheletti, Porfirio Lobo Sosa.
Escritores: Julio Escoto, Eduardo Bähr, Roberto Sosa, Roberto Quezada.
«Sos un gallo», le decimos en Honduras a una persona inteligente y brillante. Así es Arturo Corrales Álvarez, que ha sido parte importante de la comisión negociadora del presidente Roberto Micheletti en la mesa de diálogo con el ex-presidente Manuel Zelaya.
Durante las Jornadas del diálogo de San José, con el señor presidente Óscar Arias de Costa Rica, él siempre pudo destacar lo positivo, aun cuando otros solo miraban obstáculos.
«Me gusta ver las cosas en términos de soluciones, en vez de problemas», dijo una vez refiriéndose al contenido del «Acuerdo de San José», es decir, la propuesta del señor Arias, que exigía la restitución del señor Zelaya.
Arturo Corrales pudo ver muchas cosas positivas en ese documento, a pesar de la imposición que pretendía hacer el señor Arias. Él pudo ver que en la propuesta de Arias se aceptaba implícitamente la legitimidad de los otros dos poderes del Estado hondureño: el Poder Legislativo y el Poder Judicial; y que se aceptaba que un delito al promover la Constituyente, por que de otra manera no tendría sentido pedir amnistía, por eso exclamó jubiloso: «¡El diálogo ha triunfado!», cuando el triunfo no era tan aparente.
Estas concesiones de Arias validaban la posición de Micheletti, de que no se había dado en Honduras un golpe de Estado militar, en medio de un diluvio de desinformación de los medios de comunicación internacionales que indicaban lo contrario.
Mientras muchos hondureños desconfiábamos de ese diálogo, debido a las constantes mentiras de Zelaya, Arturo Corrales nunca perdió la fe que se alcanzaría una solución.
No cabe duda de que Arturo Corrales tuvo un papel importante en lograr al fin el acuerdo con la comisión de Zelaya, por su creatividad para proponer soluciones y alternativas.
Arturo Corrales es para mí un caso ejemplar de que se puede ser optimista en situaciones difíciles sin con ello pecar de ingenuo.