Foto: El Heraldo
Por: Marvin Ponce Sorto *
La UD recoge hoy en pedazos lo que ellos mismos fraguaron: su autodestrucción; su oportunismo, su inconsecuencia en la vivencia de los principios que le dieron vida, su corrupción interna y su distanciamiento de la población que le dio vida le dan el golpe de gracia al que fuera una vez la más reciente esperanza de jalonar cambios en la nación hondureña.
La Unificación Democrática fue fundada en 1991, su declaración ideológica es de izquierda de amplio espectro. Nació de la fusión de los partidos izquierdistas clandestinos: Partido para la Transformación de Honduras, Partido Revolucionario Hondureño, Partido Morazanista de Liberación Nacional, Partido Renovación Democrática, antiguo Partido Comunista de Honduras.
Nace bajo decreto No. 189-93, el lema del partido es “UD marca la diferencia”, y sus pilares son ética, democracia, criticismo, propuesta y lucha. Se suponía se caracterizaba por los colores rojo y amarillo que simbolizan la sangre de los mártires y el nuevo amanecer, respectivamente.
Todos esos ideales, uno a uno fueron pisoteados por sus dirigentes quienes repitieron en pequeño lo que los partidos tradicionales hacen en grande, crearon camarillas antidemocráticas, se adueñaron del partido cual hacienda privada, apostaron por la mentira, la deslealtad y así cavaron su propia tumba.
Uno de sus recientes pero grabe [sic] error es que se prendieron de las faldas de Zelaya y Patricia Rodas y perdieron toda su autonomía e identidad, eso resultaba vergonzoso e insultante para todos los que un día creímos que por la UD vendrían los cambios al país; después de manera oportunista se clavaron en la “Resistencia” para luego quitarse la careta y demostrar que sólo andaban detrás de los votos de los incautos al negarse a retirarse del proceso electoral.
Por decenas y en desbandada sus reservas éticas fueron saliendo de ese barco ignominioso, lo hizo primero el digno Matías Fúnez, le siguió la aguerrida Doris Gutiérrez y creo que también el siempre honroso Juan Almendares Bonilla y hoy se anuncia por los cuatro puntos cardinales la renuncia de decenas de sus líderes en los cargos de elección popular.
Desde el candidato a alcalde de San Pedro Sula hasta decenas de candidatos a diputados y regidores en todo lo ancho del territorio han tirado la renuncia en las extremidades de Hans [Ham] en solemne actitud, de como diría Leonardo Boff iracundia sagrada o indignación ética, por la improcedencia moral de ese instituto político.
Lástima que la UD nunca dio el salto para convertirse en una sociedad popular, nunca trabajó sus bases en la ética y la concienciación, no dejó de ser más que una pobre sucursal de empleos, nunca tuvo voluntad de renovarse, de ejercer democracia interna y así desdibujó su bello ideario en el que tantos soñadores creímos.
La UD se transformó de un partido popular en una cúpula de notables, de corte electorero, con una característica de corte patronal en donde lo que importan son sus cabezas y sus privilegios como la deshonrosa venta de las dispensas vehiculares, sectarios, con anomia doctrinal, pinché [sic] agencia de empleos que en nada se diferenció al final de los dos partidos mayoritarios.
Ahora que han quedado en envidencia que se alisten para recibir el repudio de los que en algún momento les vieron con simpatía; ellos serán los grandes perdedores de este proceso pues los tradicionales tienen su voto duro que les respalde, pero el pueblo no es tonto y no perdonará, la UD que se aliste para recoger el 30 de noviembre el cadáver político que ellos, su dirigencia asesinaron.