Por: César Indiano (1999)
«Yo nunca he entendido los desfiles, no sé qué diablos intentan representar con ese montón de cipotes en fila».
Es curioso que históricamente la educación hondureña haya sido hostil al militarismo, más por razones de presupuesto que por causas ideológicas. Porque ciertamente, no hay mucha diferencia entre un profesor y un sargento. Ya dije antes que es mucho pedir querer que los profesores tengan, al menos ideología.
En los tiempos de la guerra fría, los educadores se asumían como enemigos del sistema, lo cual era contradictorio si tenemos en cuenta que el Sistema Educativo es una Agencia del Gobierno. Pero los profesores, bien lo recuerdo, salían a las calles con la consigna de «menos armas, más educación», en esos tiempos, como ahora, no sabían que la mejor arma del gobierno es justamente la «educación». Lo cierto es que eran declaradamente antimilitares.
Otro factor que agudizó la hostilidad entre estos dos grupos fue la militarización de los centros educativos, que era un derecho legítimo del gobierno. Según la «doctrina de seguridad» comandada por el célebre Álvarez Martínez (¡Estos Martínez!) los centros educativos se estaban convirtiendo en nidos de subversión. Curiosamente, y esto deseo dejarlo como una nota marginal, las maestras de esos días terribles terminaban casadas con coroneles y capitanes. No es casual que el hombre más feo que ha gobernado el país fuera general y esposo de la maestra de educación primaria Nora de Melgar.
Pero volvamos al punto crítico, decía que la educación nunca pudo congeniar con el ejército a nivel de sus finalidades sociales, es decir, nunca se han puesto de acuerdo en lo que se refiere a la delegación de funciones. Pero aquí viene el chiste, la máxima exaltación cívica del país que se hace el 15 de septiembre de cada año es una Marcha Militar hecha con penderejetes de colegios que se ensartan un traje de cadetes y marchan por la principal avenida de cada ciudad haciendo plantas de recluta.
Aprenden a marchar y a dar giros, los forman en pelotones, practican todos los pasos de rutina y salen a las calles con las caras estiradas de majadería y vanidad. Los gastos en vestuario, flecos, kepis, tambores y colorete son nada en comparación con el derroche de estupidez que campea en estas fiestas tristes y tortuosas. ¿Qué tiene de divertido llevar semejantes atavíos bajo la inclemencia del sol durante cuatro horas?
Yo nunca he entendido los desfiles, no sé que diablos intentan representar con ese montón de cipotes en fila, por más que le busco, no entiendo de qué se trata todo eso. No encuentro ninguna relación entre las palillonas, por ejemplo, y los militares. No entiendo qué hace una lira en medio de tanto redoblante, no comprendo porqué van serios y estirados ni sé para qué sirven las carrozas. No me explico qué hacen las reinas caminando a la par de unas muchachas que van vestidas con trajes de manta y trenzas falsas ¿porqué las mantas, de dónde viene eso?, no sé a quién saludan ni porqué las palillonas le enseñan el culo al presidente como un saludo de respeto y admiración. Si celebran la libertad porqué no hacen una fiesta libre, porqué no la hacen por la noche y evitan la insolación, porqué no hacen una gran zarabanda de música, bailes, comidas públicas, canto, guitarras.
No lo hacen así porque son tristes, la tristeza y el tedio es la única opción de sociedades que no cultivan la gracia. Si supieran bailar, cantar, leer, ejecutar instrumentos, pintar, conversar, departir, comunicar, actuar, danzar; entonces este ejército de acémilas que cada año se toman las avenidas, podrían celebrar con conocimiento de causa la razón de ser de una patria y de una sociedad.
es amor y fervor patrio hacia la independencia 13 de setiembre del 2021 son 200 años de bicentenario..si no fuera así en este momento no existiríamos,gracias por leer mi comentario hacía ello,mi explicación esta muy clara,bendiciones..