Pepe Lobo ha demostrado con sus palabras y acciones que él simpatiza más con la causa de Manuel Zelaya que con los propósitos de quienes los adversan, a pesar de la campaña internacional que quisiera sugerir lo contrario. Y no sólo simpatiza Lobo con Zelaya, sino que para él, los intereses de Zelaya están por encima de los intereses nacionales. Aunque él alegue que todo lo que hace por Zelaya lo hace porque quiere hacer retornar a Honduras a la OEA.
Después del digno papel de Roberto Micheletti defendiendo el orgullo nacional ante una comunidad internacional incomprensiva que denunció como golpe de Estado la legítima defensa de Honduras ante las pretensiones expansionistas del imperialismo chavista representado por Mel Zelaya, a Pepe Lobo le quedó grande la camisa de presidente de Honduras.
Pepe Lobo es indigno de ser llamado presidente de Honduras. Pepe Lobo vende barato el país a sus enemigos. Pepe Lobo ofrece todo sin pedir ninguna garantía a cambio. No había sido juramentado aún como presidente cuando ya se había comprometido a dejar libre a Mel Zelaya, enemigo jurado del Estado de Honduras. A cambio de eso, el presidente Leonel Fernández de la República Dominicana se comprometía a apoyar a Lobo en gestiones para el reconocimiento internacional de su gobierno. La realidad es que estas promesas quedaron en nada, y el gobierno de Lobo sigue sin se reconocido por varios países de América.
Pepe Lobo, antes de asumir el poder, gestionó para que Juan Orlando Hernández, un incondicional suyo, asumiera la presidencia del Congreso Nacional, porque era su deseo tener un Congreso sumiso que no le hiciera oposición. Pepe Lobo buscó desde el principio concentrar en forma anti-democrática el poder en sus manos.
Con un Congreso dominado por una mayoría nacionalista aplastante, conocida como la “aplanadora azul”, Lobo consiguió la amnistía para los delitos políticos de Zelaya. Esto se hizo en forma apresurada, sin echar mano del diálogo para tomar una decisión tan importante.
Mientras durante la crisis política del 2009 Lobo insistía en la necesidad del diálogo entre las partes enfrentadas, siendo ya presidente se complace en ejercer un torpe autoritarismo rural, muy parecido al de Zelaya, y solo habla de diálogo para favorecer las pretensiones zelayistas de convocar a una Constituyente.
Su primer acción importante como presidente de la República, en la toma de posesión del 27 de enero del 2010, fue firmar la amnistía para los delitos políticos de Zelaya y sus secuaces, creyendo ingenuamente que con eso ganaría el favor de los países chavistas para regresar a la OEA. Y su segundo desacierto fue proporcionar un salvoconducto para que Zelaya pudiera evadir la justicia hondureña, escoltando personalmente a Zelaya en su trayecto de la embajada brasileña hasta el aeropuerto para que ninguna autoridad se atreviera a capturarlo.
Evidentemente, Lobo cometió una ilegalidad al facilitar el escape de Zelaya, cuando lo correcto hubiera sido ofrecerle asilo político. Pero Lobo se cree intocable, y no tiene temor de cometer ilegalidades, confiando en que el país ya no puede soportar los efectos de otra destitución presidencial. Es de de lamentar que las primeras acciones de Lobo hayan llenado de vergüenza a la hondureñidad violando la ley que en ese mismo día prometió cumplir.
Lo irónico es que después de haber dejado escapar tan fácilmente a Zelaya, ahora no haya como hacer para lograr que regrese, bajo las presiones de la “comunidad internacional” que pone el regreso de Zelaya con total impunidad como una de las condiciones para normalizar plenamente sus relaciones con Honduras. Por eso Pepe Lobo insistió durante todo este año que quería favorecer el regreso de Zelaya, garantizándole que no iría a la cárcel y que podría defenderse en libertad.
Estas declaraciones de Lobo constituyen un claro desafío a la independencia del Poder Judicial. Y en el colmo de su servilismo hacia Zelaya, Lobo se ofreció a ir personalmente a traerlo de República Dominicana a Honduras, para garantizarle que nadie lo va a capturar. Aunque Pepe Lobo bien sabe que no le corresponde a él decidir sobre la suerte de Zelaya, sino al Poder Judicial. Será el juez encargado de dirigir el juicio de Zelaya cuando él venga el que decidirá si Mel puede defenderse en libertad o no.
Pese a todos los esfuerzos de Lobo para que Zelaya goce de impunidad, Mel no hace más que tratar con desprecio a su fiel servidor Lobo. Zelaya sigue desconociendo todo el estamento jurídico del Estado de Honduras, alegando que hubo un golpe de Estado que anuló toda legalidad. Y esa es su excusa para no dar cuenta de sus delitos. Tanto servilismo de parte de Pepe Lobo disminuye la auto-estima nacional, que estuvo muy en alto en la gestión de Micheletti.
Pepe Lobo dice: “No quiero ver preso ni a Zelaya ni a los militares”. Insinuando así que los militares fueron culpables de un golpe de Estado. De hecho, en España dijo muy orondo que lo que sucedió en Honduras “fue un golpe”. Con este tipo de declaraciones Pepe Lobo le da la razón a sus enemigos que quieren deslegitimar su gobierno. En su afán de quedar bien con Mel se desprestigia a sí mismo y de paso desprestigia al pueblo hondureño que lo apoyó con su voto.
Otro desacierto de Lobo fue su gestión para nombrar unos defensores de oficio para Zelaya, que lo defiendan, a pesar del rechazo de Mel a someterse a un sistema legal que él desconoce. Esta aberración jurídica que busca la impunidad de Zelaya no hace más que provocar comentarios hirientes del supuesto beneficiado.
También resulta preocupante la inseguridad jurídica provocada por el problema agrario en el Bajo Aguán, en la que el ministro zelayista del INA, César Ham, atiza el fuego del conflicto en vez de buscarle una solución legal, y a todo esto Lobo se rehúsa a destituirlo.
Ante toda esta actuación deplorable de Lobo, resultan naturales las críticas de los hondureños preocupados, a las que Lobo responde con desparpajo, acusando a los que lo adversan de ser extremistas que se oponen a la reconciliación nacional.
Lobo ha cometido la grosería de quitarle la ciudadanía hondureña a Federico Álvarez, un hondureño naturalizado que lo ha criticado por sus desaciertos. El ministro de gobernación, Áfrico Madrid, argumentó falazmente que por ser ciudadano naturalizado no tenía derecho a participar en política y que las críticas que Álvarez hacía desde su columna en La Tribuna eran una injerencia política de parte de un extranjero. Lo cual es falso. Todo hondureño naturalizado tiene los mismos derechos que un hondureño de nacimiento, a excepción de poder aspirar a la presidencia.
Al quitarle la ciudadanía a Federico Álvarez el gobierno de Lobo ha cometido un grave atentado contra la libertad de expresión en Honduras, actuando vengativamente, en contra de su promesa de buscar la reconciliación nacional. Y ante la lluvia de críticas que como es natural le vinieron por esta acción, el arrogante Lobo, en vez de rectificar, amenaza con quitarle la ciudadanía a más hondureños naturalizados, asegurando tener una lista de cinco individuos más a los que se le quitará su ciudadanía.
Y mientras tanto, la prensa chavista-zelayista sigue arremetiendo contra el gobierno de Lobo, fabricando en su contra escandalosas acusaciones de violaciones de los derechos humanos que ni ellos mismos se creen. De nada servirá la reciente creación de una Secretaría de Derechos Humanos para parar la avalancha de denuncias sin fundamento, mientras la máquina internacional de propaganda chavista siga trabajando a todo vapor para desprestigiar a Honduras
Pese al servilismo de Lobo, Honduras sigue fuera de la OEA. De nada sirvió ir más allá de lo pactado en el tratado Tegucigalpa–San José, porque la “comunidad internacional” sigue inventando más condiciones para aceptar a Honduras como un miembro con plenos derechos en el concierto de las naciones. Los chavistas no perdonan que Honduras se les haya escapado de las manos y no descansarán hasta tenerla de nuevo bajo su control.