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Juan Ramón Matta Ballesteros

Ramón Mata BallesterosJuan Ramón Matta Ballesteros, también conocido como Juan Ramón Matta López, o Matta del Pozo, fue un narcotraficante hondureño muy poderoso, cuya deportación ilegal a Estados Unidos resultó muy controversial, viéndose como una injerencia de ese país en los asuntos internos de Honduras, y como una flagrante violación de la Constitución.

Matta Ballesteros, que nació en el Barrio La Hoya de Tegucigalpa, en el 12 de enero de 1945, era reclamado por los delitos de narcotráfico y homicidio en México, Estados Unidos, Colombia y Honduras. Se fugó de varias cárceles de alta seguridad. Entre ellas EGLIN (EE.UU.), LA PICOTA y MODELO (Colombia).

Al regresar a Honduras fue encarcelado, pero luego fue absuelto. Autoridades hondureñas y norteamericanas lo capturaron el 5 de abril de 1988 para entregarlo a la policía federal estadounidense con el fin de que fuera juzgado allá. Su condena fue de cárcel perpetua.

Cuando Matta Ballesteros estuvo en una cárcel hondureña, alguien le preguntó como había escapado de la cárcel «Modelo» de Colombia, que en ese tiempo se consideraba la más segura de Latinoamérica, a lo que él contestó: «Bueno, las puertas se van abriendo y uno va pasando».

La reacción ante la captura de Matta

La opinión ilustrada de Honduras calificó de ilegal la expulsión de Matta, citando el artículo 102 de la Constitución, que sostiene que «ningún hondureño podrá ser expatriado, ni entregado por las autoridades a un Estado extranjero». Entre los que se pronunciaron contra esta medida se encuentra el señor Guillermo Pérez Cadalso, que en ese entonces era decano de la Facultad de Derecho de la UNAH, y presidente del Colegio de Juristas Hondureños. También el entonces rector de la UNAH, el abogado Oswaldo Ramos Soto, y el entonces diputado Manuel Zelaya Rosales, el que habló en nombre de un grupo de compañeros diputados.

Como respuesta a éste último, el también parlamentario y entonces Ministro de Recursos Naturales, Rodrigo Castillo Aguilar, dijo en una frase que se hizo famosa: «Yo entiendo que con la entrega de Matta a los Estados Unidos se violó la Constitución, pero, si es para beneficio de Honduras, QUE SE VIOLE LAS VECES QUE SEAN NECESARIAS.» El presidente Azcona argumentó que la expulsión de Matta era por motivos de «profilaxis social».

Ese mismo día 7 de abril, a las siete de la noche, se reunió una multitud en las instalaciones de la embajada de Estados Unidos en la avenida La Paz, y de inmediato comenzaron a lanzar piedras y objetos al edificio. La turba, a la que se incorporaron estudiantes universitarios, incendió algunos automóviles que estaban en la calzada. Esta turba fue reprimida por agentes anti-motines del ejército alrededor de las 10 de la noche.

Días después, el 19 de abril, fue detenido por agentes de seguridad el estudiante de secundaria Roger González Zelaya bajo la acusación de ser uno de los que incendió la Embajada. Este joven nunca apareció, y algunos dicen que fue torturado hasta la muerte por la Dirección Nacional de Investigación (DNI).

En respuesta a los disturbios en la Embajada, el Presidente Azcona decretó un Estado de Sitio con vigencia solo en las ciudades de Tegucigalpa, Comayagüela y San Pedro Sula. Al ejecutar la disposición Azcona ordenó el establecimiento obligatorio de una «Cadena Nacional de Radio y Televisión», que solo pasaba boletines del gobierno en noches informativas completas, desde el 8 de abril hasta el 12 del mismo mes. Esta medida fue muy criticada por la opinión pública internacional.

Como respuesta a la expulsión de Matta, el señor Jaime Rosenthal Oliva renunció al cargo de Asesor en Asuntos Económicos de Azcona, aunque continúo en su puesto de Designado Presidencial.

Fuente: Libro «Evolución Histórica de Honduras» de Longino Becerra (2009).

Doctor Marco Aurelio Soto

Por: Carmen Fiallos

Marco Aurelio Soto, residente desde hacía varios años en Guatemala y quien por sus ideas revolucionarias, había desempeñado cargos de importancia en los gobiernos de García Granados y Barrios.

El doctor Soto contando con el apoyo moral de los presidentes de Guatemala y El Salvador, llegó a Amapala el día sábado 26 de agosto 1876, en compañía de los doctores Ramón Rosa, Céleo Arias y Adolfo Zúñiga, el domingo 27 de agosto el doctor Soto emitió decreto tomando posesión del mando provisional, fundándose en las espontáneas manifestaciones que a favor de este acto habían hecho varios pueblos y en el decreto que el 21 del mismo mes había emitido en Erandique el general José María Medina. En la misma fecha Soto nombró al doctor Ramón [sic] Secretario General del Gobierno.

El coronel Salvador Cruz, presidente proclamado en Comayagua, dictó decreto el 31 de agosto reconociendo como Presidente al doctor Soto y nombrando una comisión para que saliera al encuentro del mandatario. El doctor Soto fue logrando la pacificación del país y con inteligencia tino y habilidades de político consiguió que poco a poco que [sic] las fuerzas hostiles se le fueran uniendo, hasta que entró en Tegucigalpa y Comayagua, la obra gubernativa del doctor Soto fue vasta y fecunda, después de haber ejercido en forma provisional, fue elegido para el para el primer período constitucional en mayo, 1877 [sic] y en 1881 fue reelegido para un segundo ejercicio de 4 años que no pudo terminar debido a las desaveniencias que se hicieron entre él y Justo Rufino Barrios.

Entre las obras más importantes realizadas por el doctor Soto: El reestablecimiento de la paz mediante la destrucción de la anarquía imperante en el país, el saneamiento y el aumento de las rentas fiscales que llegaron a ser suficientes para cubrir los gastos del gobierno, la consolidación de la deuda pública y la creación de los medios para amortizarlos, la supresión de los diezmos, la extinción del fuero eclesiástico, la secularización de los cementerios y los bienes de fundación piadosa, haciendo cesión de estos últimos a favor de los hospitales, la organización de los servicios de correos y telégrafos, el establecimiento del servicio militar obligatorio, la concesión de apoyo para la industria minera y para los cultivos de café y de bananos, el establecimiento de la libertad de enseñanza y la fundación de la escuela laica, gratuita y obligatoria. La reconstrucción de la línea ferrea entre Puerto Cortés y Pimienta, la apertura de la Casa de la Moneda, el establecimiento de la escuela de niñas y de un colegio para señoritas, la fundación de la Biblioteca Nacional y la organización del archivo.

En el segundo período constitucional de gobierno, regido ya por la Carta Fundamental de 1880, el doctor Soto después de trasladar la capital de Comayagua a La Paz, y de este lugar a Tegucigalpa, continuó su obra de progreso, realizando la promulgación de los Códigos de Instrucción Pública y Penal Militar, de las leyes de Tribunales y de Notariado y el Código de Aduanas, creó el departamento de Colón, poner [sic] en Tegucigalpa estatuas de Francisco Morazán, José Cecilio del Valle, José Trinidad Reyes y José Trinidad Cabañas, protegió las letras, las ciencias y las artes. El adelanto de Honduras cobró impulso desde el Gobierno de Soto, aprovechas [sic] las luces de los mejores cerebros de su tiempo.

Tomado de La Tribuna del 25 de septiembre de 2009.

La historia de Jimmy Hughes

Jimmy Hughes era un matón profesional con entrenamiento militar de élite que terminó por aceptar a Cristo cambiando su vida.

Recuerdo haber visto en vivo el testimonio de Jimmy Hughes en el campus de la UNAH en Tegucigalpa en los noventas. Parecía mentira, pero era verdad. Jimmy Hughes era un sicario tan profesional que los juzgados no pudieron incriminarlo porque no dejaban huellas… hasta hoy.

No comprendía como este señor podía andar contando la historia de sus crímenes como recurso evangelístico, y seguir en libertad como si nada. Hay veces que la verdad es más extraña que la ficción.

Lean este reporte de El Heraldo:

Capturan en Miami a reverendo con programas sociales en Honduras

El final de Ramón Ortega

Por: José R. Castro

La muerte de un poeta olvidado

El poeta hondureño Ramón Ortega, autor de la poesía «Verdades Amargas», murió en avanzado estado locura. Este es un viejo artículo de los años treinta escrito por un guatemalteco.

De tierra de pinares nos llega la noticia: Ramón Ortega, el poeta de la lírica suntuosa y exquisita, que desde hace muchos años apacentaba en la conventual ciudad de Comayagua, su divina locura, ha muerto, se ha hundido en el lago sin playas de la muerte.

Allá por el año 1912, cuando en Honduras floreció una generación literaria de espíritus inquietos, caídos ahora todos por la mano inexorable del destino, comenzó este apolonida a dar el oro purísimo de su estro, los crisoberilos rutilantes de sus sonetos magníficos, las astromelias fragantes de sus hondas estrofas sentimentales.

Ramón Ortega hubiera sido en Centro América si el destino no lo hubiera sumido en la demencia desde hace como 16 años, un poeta de originales concepciones, parecido en la suntuosidad de sus producciones con aquel otro demente que en Asunción floreció hace muchos años y que se llamó Julio Herrera y Reissig.

Al escribir estos párrafos en evocación del gran poeta, queremos referir una de sus últimas anécdotas, cuando ya las sombras de la locura habían invadido su espíritu inquieto y su cerebro que fuera antaño fanal luminoso en la penumbra literaria de nuestro medio ambiente.

Llegamos nosotros de la capital de Honduras hasta la antigua ciudad colonial donde ambulaba a la ventura el pobre poeta sumido en la miseria, olvidado por todos, y dispusimos hacerle una visita. Cuando llegamos a su domicilio nos habló con toda la locura que tenía en su inquietud, de varios asuntos literarios, y luego, con una conruscación indecible en su mirada, puso en nuestras manos unos papeles sucios que nos dijo eran sus últimas producciones literarias, y que nosotros debíamos vender en Tegucigalpa, según el pensó en su locura, a la mejor revista ilustrada por la suma de dos millones de libras esterlinas.

Tomamos nosotros en nuestras manos los infolios olvidados que el poeta demente nos diera, y uno de tantos sábados llenos de hastío los desenvolvimos y nos pusimos a pasar nuestra inquieta mirada por las páginas. Tuvimos una inmensa sorpresa por los versos y prosas del poeta, escritos en la plenitud de su locura. Recordamos que el primero de los versos se llamaba «Elegancias», y comenzaba así:

ELEGANCIAS

Por aquel casto ensueño, en épico lirismo,
debajo de las rotondas, en el crinstamismo
se aplauden los remémberes en flebil arrogancia,
sobre un cardenalicio medallón de añoranza.
Y el múrice guregüesco y el cálido espadín,
con remembraciones de un doliente violín,
Suena lejos el piano de Charelain directo,
de la galantería y el sonido selecto,
detrás de los horizontes del cerúleo perfecto,
un bouquet clavelino, sabroso, ribereño…
La bandeja de plata, con los exuberantes
melocotones finos, junto a los finos guantes.

No podemos recordar, lo demás del original y desconcertante poema de Ortega, escrito como lo hemos dicho, en el cenit de su demencia mental. Claro que es una concatenación de palabras incoherentes y de ideas absurdas, pero demuestra, en medio de todo, la maestría con que este apolonida de legítimos carteles manejaba el idioma. Leímos después la segunda parte de su poema titulada «Elegancias en prosa… Decía al principio:

«En los días grises de desaliento, cuando el viento sopla muy sonoramente sobre el dril ilusorio de las arboladuras de los barcos mercantes, ha sentido el cardenalicio y perfumado deseo de estar recostado sobre una confortable chaisse – longue de ébano, fumando aromáticos cigarrillos de marihuana, tomando un vaso de cerveza, una copa de champaña galo en un fino cristal de bohemia, posiblemente un vaso de aguardiente con una, dos, tres, cuatro o cinco aceitunas… etc.».

Pobre poeta Ortega que escribió los sonetos más hermosos y más ricos en sentimiento y en fantasía de la tierra de los pinares rumorosos. Todo el mundo lo olvidó hasta que un día el doctor Ricardo Alduvín lo llevó a un sanatorio de Tegucigalpa pero ya era tarde, hacía ya diez y seis años que el poeta Ortega vivía en otro mundo y fue vano el esfuerzo de la ciencia para hacerlo volver.

Rosas negras de las de Porfirio Barba Jacob colocamos sobre la tumba lejana del gran poeta olvidado, rosas negras de olvido que fueron las que siempre exornaron los floreros de la inmensa casona colonial donde apacentó su divina locura y vivió en íntimo coloquio con los espíritus, especialmente con el de Oscar Wilde y Herrera y Reissig. (Tomado de la revista «Alma Latina» que dirigía doña Graciela Bográn en S.P.S., año de 1933).

Guatemala, febrero de 1933.

Tomado de «La Tribuna», del sábado 2 de marzo de 1985.