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Las lecciones del magisterio

El gremio de los maestros es uno de los más beligerantes. Las organizaciones magisteriales de educación primaria y secundaria han resultado un dolor de cabeza permanente para los últimos gobiernos.

La unidad de la lucha por mejores salarios le ha permitido a este gremio conseguir conquista tras conquista. El magisterio sabe que un derecho que no se ejerce es un derecho que se pierde, por eso no se conforman con obtener leyes y acuerdos escritos por parte del gobierno, sino que saben presionar para hacerlos cumplir. Y es necesario presionar, ya que los gobiernos no cumplen sus obligaciones con los maestros, o lo hacen de mala gana.

En esta lucha contra los maestros, la publicidad y propaganda cumple un papel importante. Se ha llegado a decir que los maestros son un gremio privilegiado por que no pagan impuestos y tienen vacaciones largas. Se quiere presentar a los maestros como perezosos y se subraya el supuesto daño que reciben los alumnos al no recibir el pan del saber durante las «asambleas informativas» que resultan un eufemismo para las huelgas.

Se dice que los alumnos de primaria deben recibir un mínimo de 200 días de clase, como si lo único que importara es el tiempo en que éstos permanecen recluidos en las aulas, sin tomar en cuenta qué es lo que se enseña y si los alumnos están siendo realmente enriquecidos al aprender a pensar y obtener nuevos conocimientos.

Si a los gobiernos les interesara realmente la niñez y la juventud de Honduras, buscarían mejorar la calidad educativa en forma substancial. Debería de haber una revolución en este campo. Pero eso no sucede.

Es cierto que los maestros actúan en función de intereses gremiales y no necesariamente tienen en mente el bienestar de toda la sociedad, pero no habría tanta interrrupción de clases si los gobiernos cumplieran las obligaciones contraídas. Aún así se pretende presentar a los maestros como los «malos de la película». Siempre se considera que son los maestros, y no la burguesía ni los funcionarios estatales los que deben de sacrificarse por el resto de la sociedad, «socarse la faja».

Aun hay personas de la clase trabajadoda que se tragan este discurso y quisieran que los maestros estuvieran más tiempo en las aulas y no reclamaran nada.

Si todos trabajáramos como burros lograríamos sacar adelante este país. No importa lo que se haga ni para quién se haga, hay que partirnos el lomo por un salario, por el bien del país.

No nos engañemos, esa es una mentalidad de esclavos. Un país de esclavos no es un país mejor. Que se sacrifiquen los que nos sacrifican.

Los maestros, con sus defectos, nos enseñan a ser beligerantes y a buscar mejores condiciones de vida, a reclamar nuestros derechos.

En vez de desear que fracasen, para que así estemos todos jodidos (una aspiración de igualdad muy pobre) otros sectores de la sociedad deberíamos unirnos para obtener mejores condiciones de vida, como lo hacen ellos.

La estafa educativa

Todos dicen que la educación es la clave para desarrollar al país. Todos están de acuerdo en que hay que apoyar la educación. Pero del dicho al hecho hay mucho trecho.

Hay quienes establecen como índice el tiempo y nos dicen que el mínimo de días que los maestros de primaria deben permanecer en las aulas de clase es de 200 días, pero pocos hablan de mejorar la calidad educativa, o de hacer una reforma académica. Otros dicen que el porcentaje mínimo de aprobación debe de ser de 70%, como si subiendo el porcentaje se fuera a mejorar automáticamente la educación. Es más fácil echarle la culpa al alumno.

Según mi experiencia como educando, desde la escuela hasta la universidad, el sistema educativo hondureño deja mucho que desear. Estuve en una escuela semi-pública y semi-católica donde se dedicaba mucho tiempo a memorizar cosas como nombres de países y capitales, tipos de plantas y huesos del cuerpo humano. Muchas de esas cosas las he olvidado. Demasiado tiempo perdido. Mucha propaganda cívica (patriotera) llena de información falsa y manipulación histórica. Preparación excesiva para los desfiles del 15 de septiembre.

Una piedad religiosa mecanizada que me resultaba ofensiva siendo yo evangélico (y así me querían convertir…). Largos discursos moralizantes de los que no recuerdo casi nada.

En secundaria mi educación era más secular, pero nunca nos enseñaron la teoría de la evolución biológica; a lo más se mencionaba de paso en las clases de ciencias sociales. Creo que lo más valioso que aprendí en secundaria fueron las matemáticas (en bachillerato).

En la universidad me tocó cursar clases que supuestamente ya había llevado en secundaria (como español, historia, sociología, matemáticas etc.) conocidas como clases generales. Otra pérdida de tiempo.

La primera carrera que cursé (ingeniería civil) fue también una pérdida de tiempo (4 años) ya que después de haber pasado matemáticas y físicas me di cuenta que no lograba avanzar en las clases propias de la carrera. Me cambié a Economía, lo que también resultó una mala opción, ya que después de cursar todas las clases caí en la cuenta de que la teoría económica que me enseñaron nunca aterrizaba en el mundo real.

La premura en querer avanzar mucho en poco tiempo hace que solo se vean los contenidos en forma superficial; también produce ansiedad.

Es natural que me sienta estafado por la educación hondureña. Muchas de las cosas interesantes que he aprendido las he aprendido por cuenta propia. Aun en el sistema de enseñanza formal, he aprendido más de los libros que de los maestros.

No nos enseñaron a ser personas libres y con criterio propio. Este sistema de enseñanza alienta el conformismo y la pasividad. Provoca la aversión a la actividad intelectual en vez de estimularla.

Sorprende que nadie se pronuncie contra semejante estafa educativa, ni siquiera los empresarios (burgueses) que se suponen beneficiarios del producto humano que sale de los engranajes de este torpe sistema. Sospecho que en el fondo les conviene las actitudes de pasividad y conformismo que este sistema alienta.