La Colonia Kennedy

La Kennedy una ciudad que sigue creciendo

Es considerada la colonia más grande del país, y es que la colonia John F. Kennedy se ha convertido en uno de los centros poblacionales más importantes de esta capital, no sólo por el número de viviendas y habitantes, sino por el acelerado desarrollo socioeconómico que en los últimos años ha experimentado.

Este nombramiento se debe a que en Honduras no existe ningún barrio o colonia que cuente con todas las condiciones y servicios, ni la población que tiene la John F. Kennedy.

La populosa colonia se encuentra situada al oriente de Tegucigalpa, es considerada una ciudad dentro de la capital de la República, la que se levanta gracias al esfuerzo de todos, sus fuerzas vivas, el comercio, la industria y el gobierno, tanto estatal como local.

La Kennedy está de fiesta, cumple 43 años

Esta colonia fue fundada en la década del 60 y fue bautizada con el nombre del presidente de Estados Unidos

La colonia John F. Kennedy es una de las colonias de la capital de la República más grandes, tanto en extensión territorial como en población.

Su fundación se remota a la década del 60, como uno de los proyectos del Instituto Nacional de la Vivienda (INVA), que después de haber creado la Colonia 21 de Octubre y por la gran demanda habitacional que existía en la capital decidieron ejecutar otro proyecto.

Son cuatro décadas las que tiene esta populosa colonia del oriente del Distrito Central, que surgió en el período del gobierno del ex presidente de Honduras doctor José Ramón Villeda Morales en 1958 y 1963.

Por medio del Programa Alianza para el Progreso, que promovió el expresidente de Estados Unidos John F. Kennedy, el INVA obtuvo el primer préstamo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), dinero que fue utilizado para iniciar el proyecto.

El nombre que se le dio al ambicioso proyecto fue como agradecimiento al mandatario y propulsor del programa, John F. Kennedy.

El complejo habitacional fue construido en varias etapas y en dos modalidades, autoconstrucción y contrato directo.

De las tres mil 800 casas construidas se estimó que habitarían en toda la colonia unos 25 mil personas, cifras que se han superado.

Un ejemplo de organización y desarrollo

La colonia Kennedy cuenta con todas las estructuras comunitarias y organizaciones locales

Los habitantes de la «Kennedy» están muy bien organizados, desde su fundación cuentan con todas las estructuras comunitarias, organizaciones locales que trabajan arduamente, una de ellas es el patronato pro-mejoramiento que desde hace algunos años solicitan la independencia administrativa de la colonia ante la alcaldía municipal.

La organización que mantienen ha sido un factor importante en el desarrollo rápido y un crecimiento envidiable de esta colonia capitalina.

Esta colonia creada hace más de 40 años tiene algo muy particular, y es la fuerte zona comercial, entre ellos están los bancos, supermercados, tiendas de electrodomésticos, un mercado popular, farmacias, centros comerciales y restaurantes, entre otros, lo que hace que sus habitantes no tengan que salir a otras zonas de la ciudad para satisfacer sus necesidades.

«La Kennedy ha heredado varios problemas»

El presidente del patronato Germán Medina, aseguró que esta colonia también vive inmersa en serias dificultades

Para el presidente del patronato de la Kennedy, Germán Medina, esta colonia cuenta con muchos problemas que fueron heredados por otras colonias, fundadas sin ninguna condición habitacional.

«Para el caso la colonia Villa Nueva, que fue asentada sin tener ninguna condición adecuada de excretas, la tubería está completamente obsoleta y sin canalización de aguas lluvias, todo esto es lo que ha venido a perjudicar a la Kennedy».

El dirigente comunal expresó que antes no tenían este tipo de problemas y ahora hasta vecinos han dejado sus casas huyendo por las inundaciones que se dan en casi todas las súper manzanas.

Los colectores de aguas negras ya han colapsado, la tubería ya está obsoleta, ya que desde que se fundó la colonia en 1966 no se ha cambiado, detalló Medina.

«Hemos enviado notas a todas las instituciones involucradas, pero no hemos tenido ninguna respuesta».

Le recordó a las autoridades edilicias que la colonia Kennedy es la que más impuestos le proporciona a la comuna capitalina y al gobierno central.

«Nosotros estamos preocupados, lo que deseamos es que hagan un planteamiento para mejorar las condiciones precarias que tiene la colonia, estamos dispuestos a trabajar junto a ellos para solucionar la problemática y la más urgente lo de las inundaciones», señaló el dirigente de la Kennedy.

Tomado de «El Heraldo», del viernes 26 de junio del 2009.

Poesía "Las Nubes" de Froylán Turcios

Por: Froylán Turcios

Las nubes con sus formas caprichosas
revolando impelidas por el viento,
me hicieron pensar por un momento
en la efímera vida de las cosas

Al cambiar sus figuras vaporosas,
al empuje del raudo movimiento,
las creyó el visionario pensamiento
alas de gigantescas mariposas.

Ora fingen tropel de extraños seres,
siluetas de fantásticas mujeres,
o visiones de un mágico espejismo;
pórticos de palacios imperiales
errando en la locura del abismo.

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Relato de un muchacho de Brooklin

Froylán Turcios

Froylán Turcios nació el 7 de julio de 1875 en la ciudad de Juticalpa, Olancho. Fue escritor, poeta, periodista y político. Es considerado uno de los intelectuales más importantes de principios del siglo veinte. Ejerció el puesto de Ministro de Gobernación, fue diputado del Congreso Nacional y delegado de Honduras ante la Sociedad de Naciones en Ginebra, Suiza. Fue un patriota que se opuso firmemente al intervencionismo norteamericano en Honduras.

En su función de periodista dirigió diario El Tiempo y fundó varias revistas. Es autor de la Oración del Hondureño. Escribió varios libros de novelas, cuentos y poesía. Escribió la letra del Himno al Árbol y el Himno a Morazán. Muere en San José de Costa Rica, el 20 de noviembre de 1943, de un paro cardíaco. Sus restos mortales fueron sepultados en Tegucigalpa.

Lluvia Matinal

Por: Froylán Turcios

Está lloviendo. La bruma
cubre la calle desierta,
y yo sufro el melancólico
dolor de las cosas viejas.

Imágenes del pasado,
rosas de la primavera,
van resurgiendo en mi espíritu
y aumentando mi tristeza.

Sigue cayendo la lluvia
con su pertinaz cadencia,
fría, monótona y triste,
lluvia de llanto y pena…

Duelo de las cosas idas,
luz de las noches serenas,
divinas horas lejanas
tan profundamente muertas…

Abro un álbum de memorias,
libro de las cosas viejas,
y me llega al corazón
un vago olor de hojas secas.

La leyenda de El Boquerón

El Boquerón

Por: Winston Irías Cálix

A 16 kms. de Catacamas surge primera «capital» de Olancho.

Tomando en cuenta las magníficas condiciones geográficas de Catacamas, una de las ciudades mejor ubicadas de Honduras, sobre una vasta planicie protegida por montañas al norte y oeste y situdada a orillas de su otrora caudaloso río, que desembocaba en el Guayape, surge la pregunta de por qué los españoles no fundaron aquí «la capital» del departamento de Olancho.

La respuesta al parecer está en la fachada de la Iglesia San Francisco de Asís, de Catacamas.- En el centro, a menos de dos pies bajo el nicho con la escultura del santo patrón, destacan en alto relieve las figuras de dos leones -que simbolizan el Imperio Hispano-, de unos tres pies de largo, separados por una cruz de brazos iguales, bordeada por un círculo de unos 30 Cms de diámetro; lo curioso es que cada figura sostiene un gran puro en la boca, lo cual significa, según la tradición, un pacto de no agresión y de paz entre los españoles, representados en los leones, y los indígenas de Catacamas, ya que el tabaco era propio del hombre americano.

En Honduras, sólo el edificio de la Audiencia de Los Confines de la ciudad de Gracias, Lempira, construido en 1544, tiene en alto relieve las figuras de dos leones, arriba de la puerta principal, pero sin puros en la boca.

Considerando que los colonizadores respetaron los derechos de los indígenas, escogieron para establecer su ciudad una preciosa planicie, «amurallada» por la naturaleza, situada a sólo 16 kms. al oeste de Catacamas.- En 1540 fundaron allí la Villa de San Jorge de Olancho, ubicada según la tradición justo al pie de la Montaña El Boquerón, que entonces se erguía majestuosa al norte y se extiende desde ese punto al Este y el Oeste.

En una relación de las ciudades de Honduras durante la colonia, realizada en la década de 1570, se describe así este lugar: «La Villa de San Jorge de Olancho, 40 leguas de Comayagua, al oriente, de cuarenta vecinos y en su comarca como diez mil indios tributarios y mucho oro, principalmente en el Río Guayape, doce leguas de esta villa…»

San Jorge de Olancho, cabecera de Olancho, El Viejo, era inmensamente rico: Se dice que los objetos usados por sus habitantes eran en su mayor parte de oro, incluso los frenos y espuelas utilizados para cabalgar.

San Jorge de Olancho estaba protegida por el norte, el este y el oeste; solo tenía libre el límite sur, hacia donde se extiende una inmensa planicie.- Por la ciudad corría el entonces caudaloso Río de Olancho, aunque en el rótulo que identifica al puente se le denomina Boquerón.

Este es el único elemento de la geografía departamental que lleva el nombre de Olancho.

Aproximadamente 10 kms. al sur está la rica Aldea de Punuare, perteneciente a Juticalpa, distante 24 kms. al oeste de El Boquerón, también parte de ese municipio.

Pero en tan solo 71 años después, en 1611, la ciudad fue destruida por «la erupción» del llamado Volcán El Boquerón, según la leyenda.

Geólogos que han realizado investigaciones en El Boquerón, entre ellos mi hermano Napoleón Ramos, afirmaron que en el sitio no existen restos de lava, por lo que se esclarece que no hubo tal erupción y se descarta, absolutamente, la existencia de un volcán.

Sin embargo, la alta montaña que según la tradición se erguía al norte de la ciudad, o sea el vértice de las ramificaciones Este y Oeste, desapareció.- Exactamente en el que sería el punto de unión entre ambas estribaciones, que en un principio formarían un solo conjunto, se aprecia un enorme boquete, en forma de «V» irregular, al cual se le debe el nombre de «El Boquerón».

Al observar El Boquerón da la impresión de que la montaña se abrió, por presión quizá de algún estanque formado a causa de un copioso invierno y que, en consecuencia, un alud de lodo, piedras y agua habría arrasado con la Villa de San Jorge de Olancho, como ocurrió con la ciudad de Choloma, Cortés, cuando azotó el Huracán Fifí.

Sin embargo, no existe duda sobre la existencia de San Jorge de Olancho.- El norteamericano William V. Wells escribió en su libro «Viajes y Exploraciones en Honduras», publicado en 1857, que la ciudad de Juticalpa «no es tan antigua como la vieja capital de esta rica región centroamericana de la cual solo sus ruinas existen para denotar su anterior importancia. Estas ruinas están situadas al pie del Monte Boquerón, en el Río de Olancho, hacia Catacamas…», describió.

Hasta ahora no se han realizado trabajos para descubrir las posibles ruinas de esta rica poblacion; en Honduras también fue destruida la ciudad de Tencoa, primera fundación de Santa Bárbara, a causa de una creciente del caudaloso Río Ulúa.

Sobre la destrucción de San Jorge de Olancho, el padre Juan Francisco Márquez señala que se produjo por falta de fe cristiana de sus habitantes, quienes a pesar de su riqueza adornaban sus imágenes religiosas con coronas de cuero.

Pero existe un dato curioso y es que la ciudad fue abandonada más de una década antes de su destrucción, por lo cual el fenómeno no provocaría víctimas humanas.- En una carta fechada el 12 de octubre de 1598, el Padre Gaspar de Andrade y Quintanilla afirmó: «Los vecinos de la Villa de Olancho, sin orden y licencia, desampararon algunos años el pueblo donde vivían y poblaron en un sitio muchas leguas distantes de él».

Como hubiese ocurrido, muy pocos habitantes se trasladaron al poblado de Catacamas, otros más a Juticalpa, que a partir de ese entonces se transformó de una aldea indígena en importante ciudad, y en su mayoría se desplazaron hacia el norte y fundaron la Ciudad de Olanchito, en el vecino departamento de Yoro.

Tomado del libro «Catacamas – del ayer al año 2000», de Winston Irías Cálix.

José Trinidad Reyes

José Trinidad Reyes

El Padre José Trinidad Reyes

Por: Esteban Guardiola

Este ínclito varón nació en Tegucigalpa el 11 de junio de 1797.

Tuvo por padres legítimos a don Felipe Santiago Reyes y a doña María Francisca Sevilla, modelos de bondad.

Recibió la instrucción primaria en una escuela privada, que servían gratuitamente unas señoritas de apellido Gómez.

Llegado a la pubertad, aprendió Latín con Fray Juan Altamirano, en el convento de La Merced; Música, con su padre, y Dibujo, con Rafael M. Martínez.

Para dedicarse a estudios superiores se trasladó a León. En la vieja Universidad de la metrópoli nicaragüense se perfeccionó en Castellano y Latín y cursó Matemáticas, Filosofía, Cánones y Teología hasta obtener los títulos de bachiller en las tres últimas materias.

Con esa preparación profesó en el Convento de Recoletos y en 1822 recibió la sagrada orden sacerdotal.

La guerra civil que en 1824 estalló en el Estado de Nicaragua obligó a Reyes a salir para Guatemala, en donde entró al convento en su orden. Allí, en los momentos que le dejaban libres las prácticas religiosas, se dedicó, en la rica biblioteca del monasterio, al estudio de las ciencias y a la lectura de los clásicos latinos y castellanos.

A principios de 1828 obtuvo del Guardián del convento permiso para venir a Honduras a ver a su familia; y en julio de este mismo año llegó a Tegucigalpa, instalándose en el abandonado edificio de los mercedarios.

La revolución de 1829 abolió los institutos monacales establecidos en Centro América y por este hecho quedó Reyes secularizado para bien de su patria. En ella ejerció el sacerdocio, fundó la Universidad, cultivó la Música, fue diputado al Congreso Nacional y pulsó la lira de poeta.

Como sacerdote, fue humilde, abnegado y caricativo. Su casa fue la despensa de los pobres. Como el Divino Maestro, amó entrañablemente a los niños. Nuestro insigne literato Ramón Rosa, refiere las encantadoras escenas que se efectuaban en la sacristía del templo de Nuestra Señora de la Concepción, cuando él, que apenas había salido de la infancia, iba a buscar al anciano y casto sacerdote, quien le colmaba de suaves caricias, le regalaba nardos y claveles, que recogía de los pies de la Virgen, y además algunos centavos para que comprara juguetes.

Contribuyó eficazmente a la erección y reparación de los templos de Tegucigalpa. El Papa Gregorio XIV lo designó obispo de Honduras; pero por una deplorable intriga fue nombrado para esa dignidad otro sacerdote.

Como fundador y Rector de la Universidad, se dedicó con desinterés a la educación de la juventud, abarcando en ella al hombre y a la mujer. Escribió un compendio de Física.

Como filarmónico, compuso la música que acompaña a varias de sus producciones poéticas y la de algunas misas y alabados. Introdujo el primer piano en Honduras.

Como diputado, trabajó para el bien del país; y como poeta, produjo himnos patrióticos, poesías amatorias, cantos elegíacos, lindos villancicos, punzantes sátiras y epigramas y sus bellas pastorelas Noemí, Micol, Neftalia, Zelfa, Rubenia, Elisa, Albano y Olimpia, de argumentos sencillos, pero llenos de encantos. No pulió su obra porque no pensó en la inmortalidad. Regocijar y moralizar a su pueblo fué su principal tendencia.

Es indudable que a las pastorelas, en las que insertaba el poeta sus epigramáticos Cuandos, siguen en interés los dulces villancicos que bien pueden figurar en el Cancionero Español. Están llenos de alabanzas y ternezas al Niño Dios y van acompañados de música regocijada que su mismo autor compuso.

Como muestra de villancicos léanse algunas de las seguidillas que van a continuación:

«Nació en Belén un niño
Tan admirable
Que sin ir a las aulas
Todo lo sabe.
Con ciencia tanta,
Toda la de los hombres
Es ignorancia;
Vamos a verlo,
Y que nos comunique
Algún destello.
Aunque yace tan pobre,
Su grande ciencia
Sabe formar metales
Y hermosas perlas
Es el que sólo
Ha encontrado el secreto
De criar el oro;
Mas lo desprecia,
Y al hombre ha prometido
Mayor riqueza.

—————————

A los villancicos siguen los Diálogos, que además de tratar de asuntos de navidad y adoración al divino Infante son verdaderas sátiras destinadas a combatir los vicios y ridiculeces de la sociedad. Uno de los más graciosos e intencionados es el titulado Las Mentiras. He aquí su génesis:

Vivía, por aquel tiempo, en Tegucigalpa, un competente carpintero (padre de un Licenciando y General que fué más tarde Presidente de Honduras) quien recibió un día del Padre Reyes algunas piezas de madera para fabricar unos candeleros destinados a la iglesia La Merced; pero el tiempo transcurría y había embrollo y plazos, y nunca llegaban a su destino los referidos utensilios. El Padre Trino compuso entonces un picarezco diálogo de Navidad y aprovechando el hecho de que el artesano incumplido llegaba con frecuencia a oír misa, en la primera oportunidad aprovechable, le dió un papel escrito en solfa para que lo llevara al coro y le indicó que lo tuviera en la mano frente al músico que debía ejecutar lo que allí iba escrito. Fué entonces cuando nuestro protagonista oyó cantar, estupefacto, lo siguiente:

LAS MENTIRAS

– Yo soy, Niño, un carpintero
Que al verte en un muladar,
Una cuna quiere hacerte,
Si la madera le das.
Y te haré unos candeleros
Sin pedirte medio real.
¡Mentiras! ¡mentiras!
Lo quiere engañar,
¡Y con la madera
Se quiere quedar!
Cajones de muertos y trompos hará;
Esas son pamplinas
¡Vaya por allá!
¡Que salga a chiflidos
Luego del Portal!

————————-

El carpintero, corrido y avergonzado, al día siguiente principió a fabricar los candeleros en cuestión.

Murió el Padre Reyes, el 20 de septiembre de 1855, dejando un imborrable recuerdo. Por tantas ejecutorias, exaltemos su nombre y digamos con Juan Ramón Molina, el aedo prodigioso:

«Loor al dulce poeta. Alabemos a Reyes,
porque llenó las almas con su cristiana luz;
y supo mostrar siempre a las humildes greyes
el poder de la lira y el poder de la cruz».

Tomado del Libro de Lectura de Quinto Grado, de Miguel Navarro (1945).

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