Testamento de Francisco Morazán

Esto lo saqué de un viaje Libro de Lectura de quinto grado. (Cuando el quinto grado era el último de la escuela). Miguel Navarro, 1945.

San José: 15 de septiembre de 1842 – Día del aniversario de la independencia cuya integridad he procurado mantener.

En el nombre del autor del universo en cuya religión muero.

Declaro: Que todos los intereses que poseía, míos y de mi esposa, los he gastado en dar un Gobierno de Leyes a Costa Rica, lo mismo que dieciocho mil pesos y sus réditos, que adeudo al señor General Pedro Bermúdez.

Declaro: Que no he merecido la muerte, porque no he cometido más falta que dar libertad a Costa Rica y procurar la paz a la República. De consiguiente, mi muerte es un asesinato, tanto más agravante, cuanto que no se me ha juzgado ni oído. Yo no he hecho más que cumplir las órdenes de la Asamblea, en consonancia con mis deseos de reorganizar la República.

Protesto que la reunión de soldados que hoy ocasiona mi muerte, la he hecho únicamente para defender el departamento de El Guanacaste, perteneciente al Estado, amenazado, según las comunicaciones del Comandante de dicho departamento, por fuerzas del Estado de Nicaragua. Que si ha cabido en mis deseos el usar después de algunas de estas fuerzas para pacificar la República, solo era tomando de aquellos que voluntariamente quisieran marchar, porque jamás se emprende una obra semejante con hombres forzados.

Declaro: Que al asesinato se ha unido la falta de palabra que me dio el comisionado Espinach, de Cartago, de salvarme la vida.

Declaro: Que mi amor a Centroamérica muere conmigo. Excito a la juventud, que es llamada a dar vida a este país que dejo con sentimiento por quedar anarquizado, y deseo que imiten mi ejemplo de morir con firmeza antes que dejarlo abandonado al desorden en que desgraciadamente hoy se encuentra.

Declaro: Que no tengo enemigos, ni el menor rencor llevo al sepulcro contra mis asesinos, que los perdono y deseo el mayor bien posible.

Muero con el sentimiento de haber causado algunos males a mi país, aunque con el justo deseo de procurarle su bien; y este sentimiento se aumenta, porque cuando había rectificado mis opiniones en política en la carrera de la revolución, y creí hacerle el bien que me había prometido para subsanar de este modo aquellas faltas, se me quita la vida injustamente.

El desorden con que escribo, por no habérseme dado más que tres horas de tiempo, me había hecho olvidar que tengo cuentas con la casa de Mr. M. Bennet, de resultas del corte de maderas en la Costa Norte, en las que considero alcanzar una cantidad de diez a doce mil pesos, que pertenecen a mi mujer en retribución de las pérdidas que ha tenido en sus bienes pertenecientes a la hacienda de Jupuara, y tengo además otras deudas que no ignora el señor Cruz Lozano.

Quiero que este testamento se imprima en la parte que tiene relación con mi muerte y los negocios públicos. Francisco Morazán.

II

El testamento de Francisco Morazán es la página más bella de nuestra historia. Es la hoja, dijo Marco Aurelio Soto, en que debieran aprender a leer todos los niños de Centro América.

Morazán dictó a su hijo Francisco el glorioso testamento, pocas horas antes de marchar al patíbulo, en medio de los gritos de odio de las muchedumbres ignorantes y fanáticas.

Para mayor vergüenza de Centro América, Morazán fue fusilado el 15 de septiembre; y a la noticia de su muerte repicáronse las campanas en Nicaragua y en Honduras, celebrando el triunfo de la barbarie y la opresión.

Un testigo de la tragedia dice: «El hombre era guapo, porte de guerrero, alto y esbelto. Vestía un traje civil, su fisonomía revelaba firmeza, su mirada centellaba. No quiso ocupar el banquillo, permaneció de pie. Se descubrió; en la cabeza brillaban pocas canas. Con voz segura, entera, exclamó santiguándose:

–En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Después, como si se tratara de una maniobra militar:

–¡Soldados, preparen armas! ¡Apunten, fuego!»

Así murió el más grande hombre que ha producido Centro América. Con ningún otro hombre público del Istmo ha estado unido tan íntimamente el destino de la Patria como con Francisco Morazán. Quiso legarnos una Patria grande, mas las tinieblas no lo comprendieron.

Casi todos los próceres de América tuvieron alguna vez un desfallecimiento, un paso en falso. La vida de Morazán siguió una línea recta. Desde que apareción en la escena pública hasta su muerte, fue ejemplo de sinceridad cívica, de ardoroso amor a la patria, de valor legendario y de ecuanimidad y desinterés personal en todos sus actos.

Francisco Morazán goza de menos fama que Simón Bolívar y Jorge Washington, solo porque el teatro de sus hazañas fue pequeño; y porque las maquinaciones de las clases privilegiadas, la ignorancia y el fanatismo religioso, malograron sus empeños en engrandecer estos pueblos.

No es posible leer el testamento de Morazán sin que se encienda en nuestro pecho la llama de la admiración y el patriotismo. Libre de odio y mezquindad, en todas sus líneas palpita la grandeza moral, la visión del genio y su amor a Centro América.

MORAZÁN

El diplomático y viajero norteamericano John L. Stephens, conoció a Morazán en Guatemala en momentos en que Carrera ponía sitio a dicha ciudad, y en su obra «Incidentes de Viaje en Centro América, Chiapas y Yucatán», lo describe así:

«El General Morazán, acompañado de varios oficiales, estaba parado en el corredor del Cabildo; una gran fogata había frente de la puerta, y sobre una mesa que estaba junto a la pared, una candela encendida y varias tazas de chocolate.

El era como de 45 años de edad, de cinco pies diez pulgadas de altura, delgado, con bigote negro y barba de una semana, con levita militar abotonada hasta el cuello y espada al cinto. Estaba sin sombrero y su fisonomía era dulce e inteligente.

Aunque todavía joven, durante diez años había sido el primer hombre del país y ocho años presidente de la República. Se había levantado y sostenido por su pericia militar y su valor personal; siempre conducía él mismo sus tropas y había estado en muchos combates, siendo alguna vez herido pero nunca derrotado».

2 comentarios en “Testamento de Francisco Morazán

  1. Sergio A Collart

    Morazán fue un hombre ejemplar. No merecio la muerte que fue un asesinato que lo hicieron
    por temor a que el cambiara los destinos de CentroAmerica..Lastima que ningun ciudadano
    o lider haya seguido su ejemplo

    Responder

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *