El siguiente poema de celebración de la hondureñidad fue escrito por el periodista Juan Ramón Ardón en 1969, cuando estaban frescos los recuerdos de la traicionera agresión de El Salvador contra Honduras en la llamada “Guerra de las Cien Horas”.
Por: Juan Ramón Ardón
¡Salve Honduras! País generoso de Centro América. La de la tierra ubérrima, ante la cual se inclinan reverentes todos sus hijos, para hacerla producir. ¡Salve Honduras! La Patria que nos legaron nuestros Mayores, fortalecida por una nacionalidad que esplende ejemplar con prometedoras alboradas.
¡Salve Honduras! Con sus soldados héroes. Macizo brazo armado del pueblo. Con sus viriles soldados siempre listos, vigentes y erguidos como el Pico de Erapuca. Siempre preparados, para defender tu Soberanía. ¡Salve Honduras! “Donde cada hondureño es un soldado, y cada soldado un héroe!
¡Salve Honduras! Con las dieciocho estrellas de sus departamentos, que como esculpidas en el más alto de sus picachos, resplandecen libertad, bajo el amparo invicto de su Ejército. Bajo la protección de su pueblo, que se irguió imponente ante la barbarie de allende el Goascorán.
¡Salve Honduras!: en toda la ancha y larga tierra, que se vuelve expresiva de recursos naturales, desde El Segovia hasta el Goascorán. En la presencia autónoma de los habitantes de la Sierra y de Texíguat, Curarén, Alubarén, Reitoca e Intibucá, que llevan en sus venas sangre morazánica; que se bañan de luz en las fascinantes amanecidas, cuando los pájaros se vuelven locos de trinos y que, como todos sus hermanos, se ganan el pan de cada día, con el trabajo que redime.
¡Salve Honduras! Con sus intactos e inviolables 115.205 kilómetros cuadrados de extensión territorial. Con sus valles, sus montañas, su Golfo de Fonseca, sus ríos y sus lagos; su Mar de las Antillas y su cielo azul y blanco, que refleja el alto y noble sentimiento de sus hijos, siempre listos a trocar sus instrumentos de trabajo, en armas propicias a la defensa de tu Soberanía.
¡Salve Honduras! La del Valle de las Piedras Azules, en un marco luminoso de Comayagua. La del Valle de las Piedras que Cantan, acariciada por los perpendiculares rayos del sol del mediodía, con una embrujante musicalidad.
¡Salve Honduras! Con sus ricas pampas olanchanas, que conmueven el los cascos en movimiento de millares de cabezas de ganado vacuno y caballar. Perfumadas por las palmeras florecidas que, prodigio de la naturaleza, brindan el burbujante champaña natural. Con ríos que arrastran áureas pepitas y donde, en todos sus páramos, se levanta, exornada de enredaderas florecidas, “La Casita de Pablo”.
¡Salve Honduras! ¡Nuestra bienamada Honduras! En todas las manifestaciones de su variada y panorámica Geografía: Con las tornasoladas aguas de Río Lindo y el susurro polifónico de sus pinares. Con su Mosquitia imponderable. Su “Valle de los Ángeles” y la presencia aromática y colorida de los claveles de Santa Lucía y el nacimiento inquieto de su Tegucigalpa y su dinámica ejemplar San Pedro Sula.
¡Salve Honduras! Con su ciudad Mártir, Nueva Ocotepeque, que como el Ave Fénix se levantará de sus cenizas. Con su blanca y paradisíaca Siguatepeque. Con su Ojojona, la de la arcilla áurea y esa perla del Mar de las Antillas, las Islas de la Bahía, que tremolan bellezas y toda su resonante Geografía.
¡Salve Honduras! La Patria donde reposan los restos de nuestros magníficos mayores. ¡Salve Honduras! En toda la amplitud de su territorio…
Tomado del libro “Días de Infamia: El Monstruo Pipil”, de Juan Ramón Ardón. 1970