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Explicación del Escudo Nacional de Honduras

Escudo Nacional de Honduras

Introducción

El escudo nacional es el símbolo patrio más complejo de interpretar, por ello a continuación presentamos el significado de sus elementos:

El triángulo equilátero

«El triángulo equilátero es una figura plana formada por tres rectas que se cortan mutuamente y que forman, por tanto, tres ángulos».

El triángulo equilátero que, como ya indicamos, tiene tres lados iguales, significa orden, armonía, igualdad ante la ley y buen entendimiento entre los hondureños.

El volcán

«Volcán, según la acepción gramatical que aparece en el Diccionario de la Lengua Española, es la «abertura en la tierra, y más comúnmente en una montaña, por donde salen de tiempo en tiempo, humo, llamas y materias encendidas o derretidas».

Honduras, se ha dicho siempre que no tiene volcanes. El que aparece en nuestro escudo, se asocia con el aspecto físico general de nuestro territorio. No debemos esperar, pues, que del interior de nuestra tierra salga humo que nos prive de la visión necesaria para intuir nuestras realidades, para identificar con su nombre y especiales características nuestras interioridades, y para buscar, con el más ferviente de los afanes, un destino mejor, ni tampoco que salgan llamas que consuman, como si fuera material inflamable, nuestro deseo de vivir en armonía, para sacar de la convivencia fraterna el mejor de los provechos. Si algo se debe relacionar con lo volcánico, que sea la vehemencia con que deben expresarse y defenderse los más enaltecedores ideales, con la pasión ardiente y fogosa con que deben alimentarse los sentimientos patrióticos.[1]

Los castillos

«Castillo: Lugar fuerte, cercado de murallas, baluartes, fosos y otras fortificaciones».

Los castillos que, en sus orígenes, tuvieron el sello inconfundible del señorío y del vasallaje, ya consolidada nuestra independencia, tienen un singular valor histórico. Su arrogante presencia y su imperecedera duración, nos persuaden de que toda obra construida por nuestros predecesores, debe ser conservada y destinada a los fines que más convengan al interés general, en el momento histórico en que se viva. Además, debe entenderse que, en caso de una ilegítima agresión o de cualesquiera otras clases de abusos intolerables provenientes de fuerzas extrañas, sus muros serán inexpugnables si los hondureños actuamos de consuno, formando un solo haz de voluntades, para que sea solo un brazo armado el que se apreste a defender con lujo de valentía, la seguridad de todos y el honor nacional.

El Arco Iris

«El arco iris está formado con los colores del espectro que ve en la atmósfera un observador ciertos días de lluvia, en el lado opuesto al sol». «Arco de colores que se divisa en el cielo cuando llueve al mismo tiempo que luce el sol, por refracción de la luz de éste sobre el agua de la lluvia».

El arco iris de nuestro Escudo significa armonía, paz, progreso, unión, unidad en la diversidad y belleza natural.

El Sol Naciente

«Sol: astro alrededor del cual gira la tierra y los demás planetas de nuestro sistema».

Un sol naciente es el que figura en nuestro escudo. Es naciente porque en su despertar apenas se deja ver allá en la difusa lejanía del horizonte. Su tímida faz, todavía no muestra su cálida y deslumbrante redondez. No dejará inconclusa esa llegada, porque su celestial misión es darse ininterrumpidamente y por entero, para que su luz y su calor den vida permanente a todo cuanto habita en el planeta tierra.

Nuestra misión terrenal como la del astro rey, es la del diario actuar, aunque la nuestra se caracteriza por ser transitoria y llevar consigo un diario luchar, esperar, confiar, triunfar, sufrir y soñar. Si nuestros esfuerzos y ambiciones son sostenidos y bien intencionados, si nuestras actitudes y pretensiones se inspiran en los más encomiables propósitos, debemos confiar en que cada amanecer nos traerá las más halagadoras anunciaciones y las más frescas y renovadoras realizaciones. Entonces, veremos, cómo el rostro beatífico, ardiente y brillante del sol, se convierte en el inseparable compañero que viene desde los más alto, a cumplir el mandato divino de ayudarnos a completar o perfeccionar nuestras cotidianas tareas.

Los dos Océanos

«Océano: grande y dilatado mar que cubre la mayor parte de la superficie terrestre. Cualquiera de las grandes divisiones de este mar». Honduras tiene el privilegio de estar bañada por dos océanos. Al Norte, el océano Atlántico, Mar Caribe o de las Antillas. Al sur, el Océano Pacífico. Ambos son representativos de nuestra soberanía y nuestra riqueza en productos marinos.

Por la vía marítima nos llegaron el descubrimiento, la conquista y el coloniaje. Tuvimos que vivir esas etapas llenas de luz y tinieblas, de sojuzgamientos y tímidas rebeldías, de realidades y abundantes indecisiones, hasta lograr, por fin, incorporarnos con prestancia y dignidad, al mundo civilizado. Esas inmensidades acuáticas que al norte y al sur nos penetran en los ojos al contemplarlas, no son más que las vías naturales de acceso al resto del mundo, que podemos, libremente, utilizar para llevar a todos los rumbos nuestro mensaje de ser y existir como nación dueña de su propio destino, entre todas las que forman la comunidad internacional. Son también las puertas que abrimos a todos los países de la tierra para recibir, con el más henchido de los gozos, todo cuanto contribuya a mantener nuestra prestancia nacional y a lograr un mejor destino, mejor en lo moral, en lo económico, en lo social y en lo cultural.

El Cielo Azul Pálido

Cielo: «Esfera aparente azul y diáfana que rodea la tierra y en la cual parece que se mueven los astros. Atmósfera que rodea la tierra».

Como color heráldico, el azul denota justicia, celo, verdad, lealtad, caridad y hermosura.

A nuestro país, cual manto protector, lo cubre siempre un firmamento azul. Este cielo color azul pálido que todos los días vemos, sirve para recordarnos la grandeza de Dios, Creador del Universo, por lo que al amparo de su gracia debemos mantener la pureza de nuestros ideales y el recto y justo sentido de nuestros propósitos. Hay quienes a la esperanza la pintan de verde. Para Rubén Darío era celeste: «Cual pudiera decirlo en sus versos Virgilio, la divina reina luz, la celeste esperanza». Para nosotros puede ser también ese color una esperanza, latente y fúlgida, si se combina la esperanza en nuestras propias aptitudes con el auxilio complementario que el poder divino sabe dar a quienes comprometen sus mejores energías en realizar obras positivas y meritorias, más que en beneficio propio, en el de los demás.

La Leyenda

Leyenda: «Título, explicación o inscripción de un piano, cuadro, etc.».

La leyenda del Escudo, dice: «República de Honduras, libre, soberana e independiente, 15 de septiembre de 1821».

En esa forma, se inmortalizó la fecha en que conquistamos nuestra independencia del régimen español. En esa forma, se consagraron, para siempre, tres conquistas que, bajo ningún pretexto, consideración, circunstancia o eventualidad, deben ser profanadas, disminuidas o suplantadas. Todo ello, porque libre es «quien es capaz de regirse por los dictados de su voluntad»; porque soberano, es «quien ejerce la autoridad suprema; y porque independiente, «es el país capaz de ejercer libertad o autonomía de gobierno y legislación, con relación a cualquier otro Estado».[2]

La Cordillera de Montañas

Cordillera, según el Diccionario de la Lengua Española, significa «serie de montañas enlazadas entre sí».

Honduras, es un país en donde abundan las montañas, por eso es que éstas simbolizan la configuración física predominante de nuestro territorio. Los bosques que los cubren, son una riqueza pródigamente puesta en nuestras manos por la bendita gracia de la madre naturaleza. Si bien este recurso natural no exigió de nuestra parte ningún esfuerzo fatigoso y prolongado, sí exige en la actualidad el mayor grado de responsabilidad, la más sabia de las actitudes y el más patriótico de los comportamientos, para que mantenga sin desastrosas interrupciones, su característica de ser una fuente inagotable de ingresos nacionales.

Las Minas

«Mina: Criadero, agregado de sustancias inorgánicas de útil explotación».

Las minas representan las posibilidades de explotación mineralógica del país. Como esos recursos no son reproductivos, nos están llamando a la reflexión para que se haga uso de ellos en la forma que más convenga a los intereses del país.

La Barra

«Barra: pieza larga y estrecha de cualquier material».

El Barreno

«Barreno: instrumento de acero para taladrar».

La Cuña

«Cuña: pieza de madera o metal en ángulo directo muy agudo para romper piedras».

La Almádana

«Almádana: mazo de hierro con mango largo para romper piedras».

El Martillo

«Martillo: herramienta de percusión compuesta de una cabeza, por lo común de hierro y un mango».

La barra, el barreno, la cuña, la almádana y el martillo, son las herramientas de trabajo que diariamente usan la mayoría de los hondureños. Esa diversidad de herramientas revela la diversidad de sus aptitudes para el trabajo. También son indicativas de que cualesquiera que fuese la ocupación a que nos dediquemos y cualesquiera que fuesen las herramientas que utilicemos, debemos considerar el trabajo como la actividad que enaltece y dignifica al hombre.

Por eso, debemos coincidir con quienes opinan que el pan más sabroso y la comodidad más grata, son los que se ganan con el propio sudor, y que la felicidad de la vida es el trabajo aceptado libremente como un deber.

Los Tres Pinos y los Tres Robles

«Pino: árbol fagáceo o cupulífero de tronco grueso y grandes ramas, hojas perennes de margen lobulado, flores en amentos axilares y por frutas bellotas pedunculadas amargas; su madera es dura y compacta, muy apreciada en construcciones».

«Los tres pinos y los tres robles significan la riqueza de nuestra flora, la fertilidad del suelo, la bondad de nuestro clima y la abundancia de lluvias».

Ponen de manifiesto, además, que los bosques constituyen una de las principales fuentes de riqueza del país, y que, por haber sido la naturaleza pródiga en ese aspecto, no debemos destruir nuestros árboles sin razón y sin sentido, sino que su explotación debe estar condicionada a que se reponga proporcionalmente con el esfuerzo humano, para que sean una riqueza inagotable.

Los cuernos de la abundancia

«Cuernos: Protuberancia ósea de forma variada, generalmente cónica y puntiaguda, que poseen algunos mamíferos en la región frontal, y que les sirve de defensa».

Los griegos y los romanos veneraban una deidad mitológica, que significaba la abundancia y la representaban por una mujer que sostenía el llamado, precisamente, cuerno de la abundancia, repleto de flores y de frutos.

Si en alguna forma se ha conservado en nuestro escudo la deidad de los griegos y de los romanos, es para revelarnos que la abundancia en todos los aspectos de nuestra actividad no puede ser otra cosa que el resultado de nuestro propio esfuerzo.

Los cuernos de la abundancia son una figura alegórica, contraria a lo que resulta ser nuestra realidad actual, ya que Honduras es un país sumamente pobre. Los hondureños vivimos cargados de limitaciones y estrecheces económicas. Nos afectan, seria y profundamente, desajustes e injusticias sociales. Nuestra capacidad de producción, tanto en cantidad como en calidad, no alcanza ni para cubrir las necesidades internas de consumo, mucho menos que nos sea permitido proyectarnos en forma pujante y fecunda ante los complicados y exigentes requerimientos del comercio internacional. El crimen, execrable en todas sus deplorables manifestaciones, acaba con vidas humanas de inocentes y destruye bienes materiales valiosos, sin que haya poder capaz de contrarrestarlo. La corrupción, que parece ser bien recibida y descaradamente practicada en todos los niveles de la vida del país, exhibe su macabra figura, burlándose irónicamente, de aquellas almas ingenuas que claman contra su impunidad.

Pese a esas dolorosas realidades, no hay que aceptarlas como si fuesen males irremediables. Al contrario, hay que colaborar con todo esfuerzo redentor que se realice, tanto proveniente de gobernantes como de gobernados, ya que todos somos solidariamente responsables del destino superior de Honduras el cual tendrá que producir invaluables efectos beneficiosos, siempre que en el trayecto de las realizaciones encadenadas hacia metas previstas, no se atraviesen como comportamientos propios de nuestro medio, las incomprensiones irrazonables, los egoísmos frustrantes, los abusos deshonestos y las apatías degradantes que siempre, lamentablemente, han tenido la característica de ser solícitos y gratuitos aliados de nuestro atraso, en todos los órdenes del progreso humano.

La Aljaba llena de Flechas

La aljaba simboliza armas que usaron nuestros aborígenes contra los conquistadores para defender sus dioses y sus lares, y su incorporación en calidad de ciudadanos a la vida de la República.

Los hondureños somos, por naturaleza, amantes de la paz; pero ello no nos inhibe para que estemos preparados para repeler, en cualquier momento, agresiones o abusos que pongan en peligro nuestra dignidad de nación libre y soberana.

Lo anterior, no quiere decir que la guerra sea una afición dominante. Al contrario, debe ser tenida como el único recurso inexorable, sabedores de que trae consigo muchas atrocidades. Por eso es que debemos, por cualesquiera otra consideraciones, amar la paz y aborrecer la guerra, con la misma intensidad con que amamos el bien y aborrecemos el mal.

El Escudo de Armas de Honduras fue decretado por la Asamblea Nacional Constituyente el 3 de octubre de 1825 y ratificada el 1 de febrero de 1866 en la administración del General José María Medina.

Notas del Editor

[1] Honduras sí tiene algunos volcanes, pero estos se encuentran apagados. El volcán también hace referencia al escudo de la Unión Centroamericana, en el cual aparecían 5 montañas representando a cada país.

[2] Originalmente, esta fecha se refiere a la independencia la Unión Cetroamericana, no de Honduras como país. Se ha glorificado esta fecha, pero lo que sucedió en realidad fue más modesto y menos glorioso.

Tomado de La Tribuna, del 29 de septiembre de 1990.

Celos de Ñusta

Por Padilla Coello

Leopardesa del bosque tropical y salvaje
de la América libre hasta entonces, la Ñusta
recorría dichosa la amplitud del boscaje….
y era un ritmo de selva su cadera robusta…

No temía el encuentro del jaguar carnicero,
ni el silbido del boa sigiloso y traidor,
ni la astucia del tigre de la garra de acero,
ni del león el rugido que propala el pavor.

De la selva sonora, de la selva que sueña
con mil cosas extrañas de ilusión y locura,
era reina ella sola, ella sola era dueña
y jamás una sombra eclipsó su ventura.

En los templos del sol de los incas gloriosos,
en los templos que hablaron del progreso alcanzado,
la vestal de las selvas en los días fastuosos,
era el alma soberbia del soberbio pasado.

Cuando el sol del ocaso incendiaba el poniente
y de gárrulas voces se poblaba el ramaje,
era gloria el mirarla, voluptuosa y sonriente,
caminar como diosa al través del frondaje….

Tal la Ñusta serena de la boca escarlata,
de los senos pomposos y los ojos de sol:
era ninfa en las noches de la fuente de plata,
era diosa en las tardes de fastuoso arrebol…

Cierta noche ardorosa, noche blanca de junio,
toda paz y perfumes, toda cantos de amor,
a la luz misteriosa de un feliz plenilunio,
se encontró frente a frente de un gentil cazador.

Un cacique soberbio de mirada dormida,
musculoso y altivo como un dios tropical:
en su cuerpo de atleta palpitaba la vida,
en su boca de niño sonreía el ideal.

Y la Ñusta orgullosa de la boca de herida
que trataba a los hombres con desdén y frialdad,
ante aquella mirada soñadora y dormida,
se sintió dominada de una vaga ansiedad.

Quiso ser desdeñosa, quiso herir al temido
con su altivo desprecio, quiso luego gritar
mil injurias atroces al incauto atrevido;
mas de pronto se puso toda humilde a llorar.

¿Qué pasó en las entrañas de la Ñusta salvaje?
¿Y por qué su fiereza se trocó en mansedumbre?
Que lo diga la fuente, que lo diga el boscaje,
que lo diga la luna que atisbaba en la cumbre…

Ni ella misma lo supo… Sin saber como fuera
se sintió aprisionada por los brazos nervudos
y fue un beso de incendio la caricia primera,
de aquel bello salvaje de los ímpetus rudos.

Desde entonces la Ñusta de la boca escarlata
vibra sólo a los besos del gentil cazador,
y en las noches divinas, junto al lago de plata,
se adormece al arrullo de sus frases de amor…

Mas la dicha es un sueño que muy pronto se pasa;
hombres blancos y extraños de otra tierra lejana,
de otra ley y otra lengua, de otro dios y otra raza,
han hollado la tierra de la América indiana.

Y el rugido de guerra de los incas feroces
ha volado al instante por la selva sombría:
por doquiera tropeles de caballos veloces
y el espanto y la muerte por doquier día a día.

Muchos ya son los muertos en las filas rapaces
que arrebatan al indio su vivienda y su fuero.
Pero el blanco es más fuerte, y los incas audaces
han buscado en los bosques un refugio postrero.

Ya no tienen hogares, ya no es de ellos el suelo
que regara el sudor de sus frentes cetrinas;
son ilotas malditos, olvidados del cielo,
que disputan sus cuevas a las bestias felinas.

¡Pobrecita la Ñusta de la estirpe bravía!
Los extraños no sólo le han robado su hogar
con la turba invasora de españoles venía
una rubia muy blanca, con los ojos de mar.

Y el cacique altanero que no tuvo otro empeño
que matar invasores con sediento furor,
cuando vio a la española de los ojos de ensueño
se sintió poseído de un fantástico amor.

Ya su vida, antes libre, se ha trocado en infierno
y el amor de la Ñusta solamente le enfada;
se le ve siempre solo, cejijunto y enfermo,
atisbando los pasos de la nívea adorada…

¡Ah, la angustia secreta de la indiana princesa!
¡Ah, los celos feroces, que cual buitres hambrientos
destrozaban su pecho con rugiente fiereza
y trocaban su dicha en despojos sangrientos…!

Sin embargo, un reproche no salió de sus labios,
solamente en sus ojos un siniestro fulgor
descubría las ansias de vengar sus agravios,
como vengan las Ñustas las afrentas de amor.

Y una noche terrible de tormenta horrorosa,
se le vio como loca penetrar al poblado
que ocupaban los blancos; fue derecho a la choza
que habitaba la intrusa de cabello dorado.

Arrastróse en silencio como astuta serpiente
hasta el lecho, en que sola, sin temor, ni recelo,
reposaba tranquila, toda blanca y sonriente,
la infeliz española de los ojos de cielo…

En las selvas bramaba por mil bocas el trueno
y el boscaje azotado por feroz vendabal
sacudía la hirsutaa cabellera sin freno,
cual si fuera un proceso de la furia infernal.

Y a la lívida luz de un relámpago inmenso
vio la Ñusta los ojos de su odiada rival,
y acercándose suave, con el alma en suspenso,
apretando en sus manos un sediento puñal,

Dio dos tajos certeros en los ojos azules
que se hundieron por siempre en la noche falaz….
¡un inmenso gemido…. un desgarre de tules….
que cubrían el lecho…., un pavor… nada más!

Y la noche horrorosa que poblaba el boscaje
sólo vio una mujer, desgreñada y sangrienta,
que rasgó las malezas en carrera salvaje
y se hundió en lontananza con la negra tormenta.

Cuentan hoy muchas gentes que en las noches furiosas
cuando ruge y destroza el feroz vendaval,
se ve, en loco galope por las selvas frondosas,
un extraño fantasma con un rojo puñal.

Ramón Lobo Herrera: contra la violencia y la dependencia capitalista o comunista

Por: Augusto Irías Cálix

RAMÓN LOBO HERRERA fue una personalidad destacada de la intelectualidad olanchana, profesional del Derecho capacitadísimo, sentó cátedra como Maestro de Filosofía en el Instituto «La Fraternidad» de Juticalpa, donde con su palabra pausada y con principios afirmativos de un amplio conocimiento y dominio de la mayor parte de las ciencias del saber humano, supo incursionar en todas las líneas, tesis, teorías y corrientes ideológicas, filosóficas y sociológicas del conocimiento universal.

Este preclaro ciudadano fue un gran apasionado de los principios en que se sustentó la «Revolución Francesa»; intuyó que en tiempos no lejanos nuestro pueblo tendría que rebelarse contra la explotación de que ha sido víctima; primero, por los conquistadores españoles; después, por los ingleses que se apoderaron de las Islas de la Bahía y que incursionaron con corsarios y piratas para conquistar territorios y, por último, el colonialismo norteamericano que controla, domina, explota y limita nuestro desarrollo económico, imponiendo precios a nuestros productos de exportación que lindan con la limosna, con el aumento de intereses de préstamos leoninos que nos imposibilita pagar la deuda externa en la próxima centuria; igual con los altos precios de las importaciones de maquinaria y equipos sofisticados.

Rebatía, analizaba y sacaba sus propias conclusiones sobre las teorías y principios filosóficos sustentados por los clásicos del pensamiento universal; de lemas, teoremas, leyes físicas y metafísicas expuestas por las grandes lumbreras del pensamiento clarividente de personalidades como Sócrates, Aristóteles, Raimundo Lulio, Pericles, Demóstenes, Demócrito, Augusto Comte, Spinoza, Spencer y Ramón del Valle Inclán, etc., etc.

En su tiempo se materializaron los principios ideológicos del socialismo del judío-alemán Carlos Marx y su amigo Engels; comentó ampliamente todos sus criterios y fundamentos, y en muchos aspectos coincidió pero nunca estuvo de acuerdo en la conquista del poder por la violencia, al precio de la sangre y sacrificio de nuestros humildes compatriotas.

No estuvo de acuerdo con la dependencia de las grandes potencias que se disputan el control mundial y la explotación de las pequeñas naciones subdesarrolladas.

Discrepó de la dependencia norteamericana o «capitalista», y de la rusa o «comunista». Estuvo acorde con los cambios y conquistas sociales para mejorar las condiciones de vida de los hondureños; igual que coincidió con un socialismo humanizado, verdaderamente democrático, respetuoso a la justicia y garante de la vida y propiedades.

No comulgaba con el internacionalismo como forma de injerencia o intervención política y económica para acuerpar los intereses estratégicos de cualquier superpotencia. Propugnaba por un nacionalismo patriótico, que hiciera realidad la independencia y emancipación política y económica de Honduras.

Le tocó vivir en un período convulso de nuestra historia, en que se hacían revoluciones sin fines ideológicos y patrióticos, y únicamente para acuerpar las ambiciones de mando de grupos privilegiados, que deseaban usufructuar las alturas del poder y los beneficios económicos consiguientes.

Tuve la oportunidad de convivir con él en mi infancia, en su casa de Juticalpa, con una pared de por medio; tenía largas y profundas pláticas diarias con mi padre, el doctor Romualdo Irías Cálix. Sentía yo una profunda admiración por él, cuando expresaba sus autorizados y bien fundamentados criterios sobre diferentes aspectos de la vida nacional.

Cuando mi padre le hacía alguna pregunta, se concentraba, su rostro se ponía inmóvil y parecía que sus respuestas eran consultadas con los poderes y fuerzas cósmicas del universo.

Siempre he creído que el doctor Lobo Herrera tenía visión profética, que vivió en una época que no le correspondía, porque sus pensamientos se proyectaban con tal magnitud y fuerza, que vislumbraban la vivencia y realización de futuros acontecimientos.

Si hubiera nacido en un país europeo como Francia o Italia, etc., se le hubiera considerado como un genio o un predestinado; pero desgraciadamente las incomprensiones del medio ambiente y la ceguera intelectual de sus contemporáneos no supieron captar todo los destellos y las enseñanzas que se podían obtener de este ser superdotado y clarividente.

Su poder mental era tan grande y poderoso que no se podía circunscribir a nuestros límites físicos y astrales. De haber sido presidente de Francia, en la «Ciudad Luz», a la que amaba tanto, casi como a Olancho, hubiera realizado profundas reformas sociales con proyecciones futuristas a nivel mundial.

Su vida se podía catalogar como la de un místico, atormentado, inconforme, inquieto, sofisticado, incomprendido y constante luchador por el perfeccionamiento espiritual y material del ser humano.

Gozó de una sólida posición económica que le dejaron sus padres; y su fama, como profesional del Derecho, le inundaron su bufete de tanto trabajo y que aunque le llenaban sus arcas diariamente le agotaron su resistencia y capacidad física.

Su hermano, FRANCISCO LOBO HERRERA, brillante juventud estudiosa, murió en acción de guerra en «El Corpus», Choluteca, junto con POLICARPO IRÍAS MENDOZA, también intelectual de altos kilates y olanchano —hermano de mi padre—, luchando por redimir esta patria tantas veces mancillada por seudo demócratas, que en nombre de la libertad esclavizaban estos pueblos.

Su lápida funeraria bien podía llevar este epitafio:

«Aquí yace un hombre que con sus ideas, iluminó el sendero de la superación multilateral de sus conciudadanos».

Tomado de La Tribuna, del 3 de septiembre de 1984.