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Biografia del Padre Manuel de Jesús Subirana

Padre Manuel de Jesús Subirana

Nació este abnegado sacerdote en la ciudad de Manresa, de la Provincia de Barcelona, España.

A la edad en que sus facultades vigorosas se abrían a todas las fuentes del saber, hizo su ingreso en el Seminario de la ciudad de Vich, habiéndose ordenado en dicho centro religioso el año de 1834.

Ejerció hasta 1845 los servicios cristianos en su ciudad natal, y fue durante ese tiempo cuando sintió una fuerza suprema que, orientándolo hacia la vida apostólica, vióse en el deber de presentarse a su Ordinario, solicitándole facultades para recorrer la Diócesis de la ciudad que lo vió nacer y, con el carácter ya de Misionero, visitó también la de Barcelona, observando una conducta evangélica y edificante que inspiraba toda fe.

Mas, el destino le había señalado América como el campo ávido donde debía ofrendar las bondades de su vida ejemplar. Y en 1850 embarcóse hacia estas tierras y vino al Arzobispado de Cuba, donde emprendió su papel de Misionero, bajo la protección del Arzopispo don Antonio María Claret y Clara y su Secretario el Presbítero Felipe Rovira. Permaneció en Cuba hasta el año de 1856, llevando con fervor a todos los rumbos de la isla la religión cristiana y sufriendo, por la inclemencia del clima, terribles enfermedades que pusieron en peligro su vida preclara.

Del 8 de julio de 1856 al 17 de enero de 1857 ejerció su apostolado en la Diócesis de San Salvador, bajo la dirección benéfica del Reverendísimo doctor Tomás Saldaña y Olivares.

En el mismo año de 1857 vino a la Diócesis de Comayagua, ocupando en aquella época la Sede Episcopal del ilustrísimo Hipólito Casiano Flores, quien lo autorizó para que, al desempeñar su ministerio, usara de grandes privilegios, a fin de llevar a cabo su misión humanitaria.

En el año de 1859 pasó nuevamente a la Diócesis de San Salvador y en 1860 a la de Nicaragua, siendo el Obispo de esta Diócesis el doctor Bernardo Piñol y Aycinena.

En el mismo año de 1860 regresó a Honduras, escogiendo como centro de sus actividades evangélicas la ciudad de Yoro, cabecera del departamento del mismo nombre. Cruzó toda esta región, haciendo las jornadas, casi en su mayor parte a pie, por lo accidentado de los caminos. Aunque infundió la caridad cristiana en otros lugares, tuvo especial predilección por las numerosas tribus selváticas (los jicaques) de esta zona, que se hallaban en un lamentable estado de salvajismo. Conocedor no sólo de su lengua (la de Cervantes), como la de la Iglesia, la francesa y quizá otras más, habló con perfección los dialectos de los jicaques, de tal manera que con ellos se entendía a maravilla. En su informe de 27 de junio de 1864, rendido al Obispo, doctor Juan de Jesús Zepeda, y que escribió en lenguaje sencillo y místico, se destaca el hecho de haber catequizado a los indios de Machigua (cerca de la ciudad de Yoro), El Siriano, Luquigue, Santa Marta, Jimía, Sompopero, Pueblo Quemado (hoy Subirana, reducción a la que él mismo dio su nombre), Tablón, Mataderos, Lagunitas, Cuchillas, Tigre, San Francisco, La Bolsita, Caridad, Ocote Paulino, Alvarenga y muchos caseríos y villorrios más, levantando en muchos de estos lugares ermitas a donde concurrían los indios a oír sus prédicas cristianas y abriendo al mismo tiempo escuelas, pues decía él en el informe aludido “les he puesto rezadores y maestros de escuela”. Cristianizó a 2.000 Mosquitos, 150 Tuacas, 700 Payas, 5.500 Jicaques y a 2.000 caribes de la Mosquitia. Atendió a los redimidos indígenas no sólo en el orden religioso, sino que, preocupándose por el porvenir de ellos, logró del Gobierno civil algunos terrenos fertilísimos que él midió con toda exactitud.

A los treinta años de haber emprendido una labor evangelizadora, bajó a la tumba aquel virtuoso Misionero, el 27 de noviembre de 1864, en el lugar llamado “Potrero de los Olivos”, situado al Norte y en la jurisdicción de Santa Cruz de Yojoa, del actual departamento de Cortés, y cumpliendo un deseo suyo, fue conducido desde aquel lugar hasta la ciudad de Yoro, en cuya iglesia fueron inhumados sus restos.

Sesenta y tres años pesan ya sobre aquella fecha fúnebre en que la vida luminosa de aquel hombre místico apagóse para siempre; sus anécdotas le recuerdan con religiosidad vehemente, y hoy día, en la procelosidad de nuestra vida social y política, su figura se destaca con iluminaciones de APÓSTOL, SANTO y PROFETA.

APÓSTOL, porque convertido en un Cristo, no sólo para las tribus selváticas del litoral nórdico del país, catequizó y redimió de la obscuridad y olvido a aquellas gentes en cuyas almas aún no había penetrado el rayo luminoso de la cristiandad, el pan consolador de la fe; porque, cual un maestro de la verdad, llevó al lado de la CRUZ el ALFABETO que civiliza; porque vertió el encanto de su virtud en los corazones cosechando mansedumbre y paz, luz en los cerebros, incrementando la instrucción y el progreso entre aquellos hijos de la selva que él, con la suave palabra de la dulzura y la mirada penetrante de la convicción, conquistó para incorporarlos a la Humanidad civilizada.

SANTO, porque fué un modelo de castidad y virtud, a cuyo ejemplo no pudo resistir el vicio de la vida secular y abandonada de nuestros pueblos, avivando en ellos, con la fuerza de su prestigio y los actos de su vida, el santo temor a Dios; porque dotado de un don especial y raro en estos tiempos, patentizó ante los pueblos la Divina Providencia, encauzándolos en la verdadera Moral y castigando a los incrédulos y perversos. (Su infinidad de anécdotas, recordadas por la tradición como verdaderos milagros, han llegado hasta Roma y se espera que algún día la Iglesia canonizará a este diáfano varón y llegue a figurar en el sagrado calendario de los santos de la tierra).

PROFETA, porque dueño de una visión clara del mundo y de las cosas, anunció la escasez de los granos, el verano perpetuo y la sequedad de los ríos y multitud de cosas más que cuentan los ancianos y que se están mirando en estos tiempos, tal como lo predijo la MISIÓN —como también llamaban a aquel virtuoso sacerdote.

Hoy, con el tiempo, brota de nuestros corazones la hermosa flor de la gratitud y se recuerda a aquel cruzado de la fe como un Apóstol, un Santo y un Profeta.

Tegucigalpa, 17 de septiembre de 1927.

Fuente: Revista Tegucigalpa, Serie 10, Número 40, del 2 de octubre de 1927). Citado en el libro El Misionero Español: Manuel Subirana, de Ernesto Alvarado García. 1964.

Supermercados La Colonia

La Colonia Mega Boulevar SuyapaCon una larga experiencia que contar en donde sus clientes, la variedad, la economía y el mejor servicio han sido en todo momento protagonistas de esta historia. Todo comenzó en enero de 1975 cuando un grupo de empresarios con visión se unieron para construir una sociedad anónima, estableciéndose como Supermercados La Colonia S.A. de C.V., la cual abrió sus puertas en el mismo local que actualmente ocupa La Colonia Mega Bulevar Suyapa, más cariñosamente conocida como La Colonia #1.

En 1998, para satisfacer las necesidades de los habitantes del sur de la capital, La Colonia vio nacer su segunda tienda, La Colonia #2, actualmente llamada La Colonia Mega Las Torres.

Entre los años de 1995 y 2007, debido al gran prestigio, grandes ofertas, mejores precios, exitosas promociones y exigencias de los clientes, se comenzó la expansión de esta cadena de supermercados, abriéndose 10 establecimientos más, ubicados estratégicamente por toda la ciudad de Tegucigalpa y Comayagüela.

En los últimos 3 años, reiterando su compromiso con el desarrollo del país, Supermercados La Colonia ha tenido un impresionante crecimiento abriendo 5 tiendas más, con lo que ha iniciado su incursión en toda Honduras al abrir sus nuevas tiendas La Colonia Choluteca, La Colonia Comayagua y La Colonia Juticalpa.

Asimismo ha renovado todas sus tiendas, ofreciendo un ambiente más limpio, más cómodo, con nuevos sistemas de refrigeración, agrupación de productos y muchos servicios más para cada uno de sus clientes.

35 años después, La Colonia cuenta con 18 tiendas en 3 ciudades del país, y en un corto plazo se expandirá a muchas otras ciudades, con el afán de llevar toda la conveniencia, precios bajos, máxima calidad y servicio sin igual de productos en todo el país.

La Colonia ha impulsado grandes cambios dentro de sí implementando importantes proyectos. Uno de ellos es realizado con el fin de apoyar la protección del ecosistema del país y a su vez del mundo, a fin de mejorar la calidad de vida de las familias hondureñas.

Después de un muy elaborado proceso de investigación La Colonia es la primera empresa en Honduras en cambiar todas sus tradicionales bolsas plásticas por nuevas bolsas biodegradables.

Uno de los objetivos principales de este proyecto es servir de ejemplo para que otras empresas aporten su grano de arena a favor de la preservación de nuestro medio ambiente y así poder cuidar y amar al tesoro más valioso que tenemos: Nuestra Honduras.

Las bolsas biodegradables son utilizadas en Supermercados La Colonia de Tegucigalpa, Choluteca y Comayagua, lo que lo convierte en el primer supermercado ecológicamente responsable.

Otro proyecto que La Colonia mantiene vigente es el proyecto “Dar para educar” de la Fundación Ficohsa par la Educación Infantil en conjunto con los clientes de Supermercados La Colonia. Este programa nació con el fin de involucrar a la sociedad en general en una visión de país: Combatir los altos índices de pobreza apoyando la educación preescolar de los niños y niñas entre los 3 y 6 años de edad, de escasos recursos económicos que residen en zonas rurales y urbano-marginales de nuestro país, a través del redondeo de monedas.

Gracias a sus clientes, con las monedas recolectadas hasta el momento se han construido 7 centros de educación preescolar en las colonias Flor del Campo, Nueva España, Las Palmas, Ulloa, Flor #1, Aldea El Durazno y Nueva Era de Tegucigalpa, donde más de 420 niños y niñas de estas comunidades tienen acceso a una educación en condiciones dignas con mobiliario y materiales didácticos completos, botiquín médico, juguetes didácticos, merienda escolar para todos, y capacitación para sus maestros.

Esta gran cadena de supermercados también impulsa el proyecto “Honduras, Recursos para mi Tierra” en conjunto con Banco Ficohsa y Funder. Este programa de fideicomiso tiene como objetivo otorgar financiamiento, asistencia técnica, garantía de compra y garantía de precios de mercado para sus productos. De esta manera La Colonia les da la oportunidad a muchos compatriotas hondureños de poder aspirar a un mejor mañana. Asimismo los productores cuentan con un seguro agrícola para cualquier eventualidad que pueda suceder.

Este programa representará un beneficio para 450 productores y a la vez se verán beneficiados 2,350 compatriotas de forma indirecta. Entre las localidades beneficiadas se encuentran Güinope, Jutiapa, Lepaterique, Azacualpa e Izopo, Marcala y La Esperanza, comunidades que cultivan por lo menos 25 productos vegetales (papa, chile morrón, zanahoria, cebolla amarilla, lechuga, brócoli, coliflor, escarola amarilla, tomate pera, repollo, pepino, culantro de castilla, yuca parafinada, etc.

La Colonia siempre pretende beneficiar a sus comunidades vecinas. Esto se puede apreciar en la inauguración de La Colonia 5ta. Avenida de Comayagüela, cuya apertura generó las mejoras realizadas en las escuelas Lempira y Argentina de la capital. En estos centros escolares se pintaron y remozaron sus fachadas, creando un ambiente más limpio y digno para los cientos de niños y niñas que buscan aprender y mejorar sus vidas.

Son 35 años de éxitos continuos, en los que los clientes han sido parte fundamental por preferir a La Colonia. Por sus puertas mensualmente se atiende a más de 1 millón y medio de clientes que no quedarían satisfechos si no fuera gracias a los más de 1,200 colaboradores de La Colonia, quienes promulgan la nueva cultura de excelente servicio que ahora caracteriza a esta gran cadena de supermercados.

Tomado de La Tribuna, del 9 de agosto del 2,010.

¿Morazán en Resistencia?

Francisco Morazán no era conservador, era más bien un revolucionario que buscaba un cambio radical en la sociedad en que vivía, una sociedad colonial que funcionaba según las ideas propias del feudalismo. Morazán quería una sociedad de tipo liberal, con libertad de expresión, libertad de cultos, sin privilegios para el clero, con elecciones libres, etc.

Estas son cosas que hoy damos por sentado, pero que en aquel tiempo había que luchar para conseguirlas.

Un revolucionario busca cambiar rápidamente la estructura de una sociedad, mientras que un reformista prefiere los cambios graduales. El problema de las revoluciones es que suelen ser violentas, por la gran resistencia al cambio que producen, y Morazán murió siendo víctima de esa violencia reaccionaria, por sus ideas, que en ese momento parecían radicales.

Pero todo esto no significa que Morazán hubiera apoyado un movimiento político autoritario que usa la retórica populista solo como un medio para consolidarse en el poder. Morazán, que buscaba la libertad de los pueblos, no hubiera estado de acuerdo con cambiar un tipo de servidumbre por otra.

Poesías en honor a Francisco Morazán

Estatua de Morazán en Yuscarán, El Paraíso.

Morazán

Por: Pablo Neruda

(chileno)

Alta es la noche y Morazán vigila
¿Es hoy, ayer, mañana? Tú lo sabes.

Cinta Central, américa angostura
que los golpes azules de dos mares
fueron haciendo, levantando en vilo
cordilleras y plumas de esmeralda;
territorio, unidad, delgada diosa
nacida en el combate de la espuma.

Te desmoronan hijos y gusanos,
se extienden sobre ti las alimañas
y una tenaza te arrebata el sueño
y un puñal con tu sangre te salpica
mientras se despedaza tu estandarte.

Alta es la noche y Morazán vigila.

Ya viene el tigre enarbolando un hacha
Vienen a devorarte las entrañas.
Vienen a dividir la estrella.
Vienen,
pequeña América olorosa,
a clavarte en la cruz, a desollarte,
a tumbar el metal de tu bandera.

Alta es la noche y Morazán vigila.

Invasores llenaron tu morada.
Y te partieron como fruta muerta,
y otros sellaron sobre tus espaldas
los dientes de una estirpe sanguinaria,
y otros te saquearon en los puertos
cargando sangre sobre tus dolores.
¿Es hoy, ayer, mañana? Tú lo sabes.
Hermanos, amanece. (Y Morazán vigila).

A Morazán

Por: Primitivo Herrera

(dominicano)

Epónimo y excelso creador de la Epopeya:
yo miro tu Pegaso con sus crines aladas
como si de repente fuera a estampar su huella
en un rojo horizonte de lívidas espadas.

Bien estás en el bronce que confirma y resuella
el fragor impetuoso de tus grandes jornadas;
y donde vigorizan su plenitud más bella
el laurel y el acanto de tus cumbres amadas.

Aun vibran por el aire los pífanos marciales
de la heroica fanfarria que en tus horas triunfales
pasó soliviantando las selvas y el peñol.

Y en el alba de gloria que a tu nombre se aferra,
sobre los lambriquines de tu corcel de guerra
flotan cinco banderas desplegadas al sol…

Morazán

Por: Jacobo Cárcamo

Por montañas de pinos imposibles…
por valles de verdura impenetrable…
por ríos que paraban hasta el viento…
por calles, por abismos,
por sombras, por inviernos
iba en cascos de rayo tu caballo guerrero.
Y ni la noche vertical de odios…
ni la herida de cauce pavoroso…
ni murallas de espadas…
ni huracanes de pólvora
nulificar podrían tu marcha luminosa.

Llegabas a los pueblos…
te llenaban de escudos todos los corazones…
El Golfo de Nicoya tiene en perlas tus frases
la voz de tus cañones esconde el Momotombo,
es barro de tus botas el oro en el Guayape.
Hombres te acompañaban…
de acero toledano,
de toledano ensueño,
era el sol obediente de tu espada.

Y reían los árboles
y cantaban los niños
Y bailaban los héroes de los libros de escuela
y afloraban en canción la libertad
y nacían banderas
y venían soldados
cuando se abría en llamas tu rosa liberal.

Hoy lejos de tu mano
ha crecido tu ejército…
la huella de tus plantas es órbita de astros….
en tu dolor aprenden a quererse los hombres…
es un cielo de lucha la tumba en que te hundiste
Bolívar de los pobres
Napoleón de los tristes.
Y cuando un golpe artero precipitó tu sangre,
cuando tu voz perdióse,
para nacer más honda,
cuando tu espada loca de fulgor
se te fue por los ojos hasta el héroe,
y te perdiste
y te alejaste
y naufragaste
tras un negro dominio de fusiles,
todos te saludamos,
todos te revivimos.
Vivo están en el bronce…
firme en la miserable carne de cinco pueblos…
erguido en tus heridas…
en el volcán que elogia tu corazón de fuego
y en el hombre que exalta tu muerte con su vida.

Francisco Morazán

Por: José Antonio Domínguez

Él es el semidiós de nuestra historia,
que, cual un nuevo Homero, con su espada
escribió la epopeya de otra Iliada
y se bañó en los lampos de la gloria.

Paladín inmortal que la victoria
a su genio mantuvo esclavizada
y de laurel la frente coronada
vive del pueblo en la feliz memoria.

Luchar con la reacción fue su delito;
fue unir a Centroamérica su anhelo;
mas el triunfo esquivóle al fin la suerte.

Recorrió el viacrucis del proscrito;
y cuando pudo redimir su suelo,
mártir excelso, fue un Tabor su muerte.

Estatua-Morazán

Por: Antonio José Rivas

Frente al vano reposo yo transijo.
Tu figura: península del viento.
Curso del mar. Sustancia. Padre, hijo
y espíritu terrestre del sustento.

Luz de perfil. El germen que prolijo
levantaste a la altura del tormento,
tiene que ser un sol, pero no fijo
porque la luz se mueve en tu momento.

Como no sé qué hacer para envolverte
con la cintura de la Patria y verte
de tu amor la estatura y su concierto;

desde mi tiempo-antonio te venero.
Y tu vida y tu muerte recupero.
Y estás en la mañana. Y no estás muerto.

Francisco Morazán

Por: Carlos Manuel Arita

Pasó como un relámpago divino
regando la simiente del ideal
y su sola presencia abrió el camino
de la unión de la América Central.

Su espada fue un ariete diamantino,
su palabra era un sol en el erial.
¡Cinco pueblos forjaron tu destino,
cinco pueblos te hicieron inmortal!

En Las Charcas te esperan tus soldados
y aún están tus jinetes denodados
abriendo brecha allá en Perulapán;

y aún admira el tiempo tus hazañas,
y a la par del perínclito Cabañas
eres el sol del istmo, Morazán.

Canto a Morazán

Por: Raúl Gilberto Tróchez

Se hizo carne la idea, y hecha carne bullía
en el lago de sombras de la Patria irredenta.
Morazán era el genio, que por alma traía
un chispazo divino de volcán que revienta.

Era el barro con vida desatándose en ira;
denunciando imperioso el terrible pasado;
que viviendo las glorias del cacique Lempira
vino airoso a la lucha como fiero soldado.

Era llama vibrando por fundir las cadenas
de tres siglos de oprobio, de fanáticas greyes,
de burgués muchedumbre que llevaba en las venas
el microbio maligno de irrespeto a las leyes.

Morazán, el divino, construyó nuestra historia;
por amor a la Patria, consagró el Unionismo;
fue muy grande su idea, pero más fue su gloria,
fue el Bolívar segundo de estas tierras del istmo..

En la torre de un siglo te contemplo, severo:
va tu potro volando, dando al viento las crines;
la tizona en tu diestra, que ilumina el sendero,
con regueros de estrellas, y rumor de clarines…

Sueña Morazán

Por: Jorge Federico Travieso

Si hay más allá que sea hermoso y bueno
para tu gran amor atormentado.
Algo como tu ensueño realizado
en la escondida realidad del sueño.

Si hay más allá que tengas cinco estrellas
bajo tu mando, ¡General osado!
y pasees la vista emocionado
con un solo fulgor prendido a ellas.

Si hay más allá, mi General, espero
que te adorne el ojal de la solapa
un escudo con cinco pebeteros

en campo azul, y vivas prisionero
para no ver tu desunida patria
en hipnótica torre de luceros.

Al héroe

Por: Rigoberto Paredes

Para empezar
digamos que no luces tan bien en esa estatua
y da lástima verte a sol y agua
espada en mano
guerreando contra nadie
sitiado por la oscura maleza del vacío
tanta vuelta y revuelta
sudorosas distancias batalladas
todo el tiempo ganado en esos años
¿tan sólo para el manso latido de este bronce?
la realidad
(tu más cierto homenaje)
sobrevive
debajo de las patas de tu potro fantástico
bájate
descabalga esas alturas
dale historia y quehaceres a tu espada.

Morazán Vive

Por: Roberto Sosa

No.
No estas ahí de bruces
indefenso en el polvo.
Ni se oculta tu estatua entre los fríos
picoteados por los pajaros

Vives entre nosotros, trabajas,
tienes sed. O profundo en el monte
se anudan en tu barba
los hilos de lo trágico.

Cabalgas por la selva
Triangulado
El espacio de nuestra geografía.

Miramos tus señales
desde los grandes pinos.
Oímos tus espuelas arañando el vacío.
El eco de tus botas por los mapas de guerra.

No eres signo escarnio
congelado en la boca.
Ni falsísimo brillo de medallas.

Eres bajo del lodo
una espada continua.
Nuestro honor y destino
que custodian los mares.

Que lo aprendan los jóvenes
y resurja el milagro
del pan y de los peces.

Vuelves de todas partes desde tu dignidad.
Estás entre nosotros
Bajo la misma noche.
Repartiendo la luz, todos los dias.

Mi General a solas

Por: Rafael Paz Paredes

Atento estoy a darte los buenos días
General, mi General a solas,
Padre de tantas patrias repartidas,
venero inagotable de heroísmos,
Capitán infeliz, suma del sueño,
hijo de la luz recién nacida
en campos desolados que no atinan
a perfilar tu imagen todavía.

Atento estoy a tu reclamo, Padre,
pues ya mi madre tierra está rastreando
las secas huellas de tus lágrimas.

Por ellas corre un río manantial
el espejismo que empujó tu sino
hacia el mortal madero del ensueño.

Todos los días, al nacer el alba
busco tu nombre en mi breviario;
busco la sangre que no alcanza
a colmar la amargura de tu cáliz.

Tus ojos visionarios corren pares
con tu impar hidalguía de soldado;
pionero de las ansias libertarias,
General de la idea, baluarte recio,
donde acuna su amor mi Centroamérica.

Hoy quiero confesarte, Morazán,
que tu trágica partida
no restañó la herida
abierta en el costado del pueblo.

Tus huestes invencibles aún cabalgan
por cerros y por montes solitarios
cuyo seno de rocas se conmueve
bajo el peso ancestral de tus pisadas.

Escruta en vano la mirada terca
el cielo de la noche, constelado
de rútilas estrellas incendiadas.
Tu rostro ya no brilla iluminando
la eterna noche de mi patria.

Regresa, General de las luciérnagas,
íntegro escudo, lanza invencible,
capitán de veras, armado caballero del decoro,
regresa un día a conquistar de nuevo
la tierra que copió tu imagen limpia
el perfil de tu bronce que aún resuena
cual campana de luz —clarín alerta—
en la noche sin fin de la esperanza.

Tu pueblo está aguardando tu retorno
con los puños en alto, como antenas,
elevándose más allá de tus pinares
y de la onda nebulosa en que circula
el mensaje de unión que nos legaste.

Romance de la Muerte de Francisco Morazán

Por: David Moya Posas

El silencio se estregaba
contra todas las paredes.
San José de Costa Rica
tiene el corazón ausente.

Como sombra de la tarde
que en los altos cerros muere
va Francisco Morazán
por caminos de la muerte.

Su alta frente le reluce
con resplandores celestes
y sus botas de combate
con el paso duro y fuete.

No le cuelgan charreteras
en el hombro, ni sostienen
la guerrera y los botones
sus geografías de leche.

Francisco -el hijo- se cuelga-
de su cuello porque quiere
unos ojos sin sentido
y mil muscúlos inertes.

Villaseñor a su lado
en su hamaca de inconsciente
camina con los pies altos
y un carbón entre las sienes.

Saravia sueña ya muerto
con fusiles impotentes
y un anillo de alas blancas
que entre los dedos mantiene.

Una luna sin luz blanca
en la tarde, absurda, tiende
su papalote redondo
entre murallas de nieve.

En su pecho reventaron
granadas de sangre y muerte,
de una descarga cerrada.
Hombres como él, no se mueren.

Entre una negra humareda
su cabeza hermosa yergue
y una nueva voz de mando
sobre la tierra le tiende.

Antonio Pinto se mira
lleno de sangre inocente
y en los rincones de su alma
oscuros gusanos muerden.

Sobre la plaza con luna
a esas horas, como siempre,
la negra araña nocturna
costura telas silvestres.

Fuentes: ·El Declamador Nacional, de Carlos Manuel Arita. ·La Tribuna del 3 de octubre de 1982.