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Alfonso Guillén Zelaya, "Se parecía con Ernesto Renán"

Alfonso Guillén Zelaya
Alfonso Guillén Zelaya

Por: Raúl Gilberto Tróchez

Medardo Mejía, humanista coterráneo de Alfonso Guillén Zelaya, admirador incansable de la obra del poeta que fundara la escuela postmodernista en Honduras, sociólogo y periodista de altura, lo retrató así:

«Era de regular estatura, más alto que bajo. De raza blanca, como descendiente de los viejos criollos de Olancho, ennoblecidos con las mercedes del Rey de España. Cabeza grande y bien formada de pensador; pelo abundante, negro y sedoso; frente espaciosa y límpida; ojos entre oscuros y claros, de mirar penetrante; nariz aguileña, exactamente acomodada al conjunto facial; boca ancha, labios delgados, que conocían la sonrisa y nunca la carcajada. El rostro de Guillén Zelaya sugería al pensador francés. Se parecía con Ernesto Renán».

«Voz profunda y lenta. Movimientos pausados. Con el secreto de imponer su personalidad a primera vista. Trato suave y estimado de poeta. Cuidadoso de su persona. En su ropero existía la riqueza de trajes de un gentleman. En su mesa siempre había uno o dos cubiertos más para las personas que llegaran a la hora de las comidas. Fumaba puros finos. A las tres de la tarde solía tomar una taza de café, acompañado de sus amigos, en un salón elegante de México, por ejemplo Samborn’s. Guillén Zelaya sabía aconsejarse de la naturaleza. Tenía la sencillez de un campesino honrado que armonizaba con su grandeza intelectual. Era la antítesis del artificio, la pose, el engreimiento y la vulgaridad».

De su poesía, apenas se han rescatado sesenta poemas en Honduras, su vasta producción poética está perdida en los laberintos de revistas y periódicos de Estados Unidos y Centroamérica. Uno de sus cuadernos de versos que su viuda, doña Isabel, puso en manos de un Ministro de Educación, se perdió. Sin descansar un solo instante, aquella señora se dirigió al escritor Medardo Mejía, director de la Revista «Ariel», (nueva etapa), y en sus páginas se dieron a conocer sus versos en junio de 1972, con el título de «EL QUINTO SILENCIO», título de un bello poema que contiene aquella antología.

Medardo Mejía, haciendo honor a su distinguido paisano, había publicado en su Revista, en noviembre de 1965, un ensayo filosófico, titulado: «ALFONSO GUILLÉN ZELAYA EN LAS RUTAS DE LA DIALÉCTICA». Es un trabajo profundo, juicioso, en el que da a conocer a fondo al erudito escritor, al poeta liberado, a un Guillén Zelaya de cuerpo entero, militante decidido y sincero de las fuerzas renovadoras de escritores y poetas de este siglo.

A pesar de lo que se ha especulado, no concebimos a un Guillén Zelaya extremista, como lo configuran algunos fanáticos ignorantes. Entendemos que, sin estar comprometido en hacer literatura «hipotecada», fue vanguardista y, luego regresaba a su postmodernismo filosófico, a los González Martínez, creía en Dios y por eso siempre estuvo al lado de las causas justas, siempre poniendo en práctica su eterna filosofía para el logro de la «Unidad de la familia hondureña y el olvido del pasado». Desnudó su alma y demostró que tenía un corazón abierto para las nobles causas, generoso, como la feliz naturaleza que tiene todo para brindarse a todos.

Como periodista, -dice Rafael Heliodoro Valle- «Fue uno de los mejores estructurados para construir la obra que en diario «El Cronista» emprendió Paulino Valladares. Tenía su ventana espiritual abierta a las nuevas corrientes del pensamiento político y gracias a ello pudo ser buena receptora de numerosas emociones e ideas. De su capacidad para orientar a la opinión pública dejó muestras desde que editorializaba en aquel periódico y en «El Pueblo» de Tegucigalpa, periódico que fundó en 1931.

Supo mantener un diálogo constante con su pueblo desde un plano de serenidad, y con franqueza hizo la crítica más constructiva de los errores de la admnistración pública, defendiendo siempre su credo pacifista y la conveniencia de dar una organización previsora a la vida económica del país».

«Los gobernantes -decía Guillén Zelaya- se levantan y se hacen acreedores al respeto y a la estimación pública mediante su propia obra, no con disertaciones inconducentes sobre hechos y obligaciones. Los hombres de Estado no levantan la dignidad de las naciones ni empujan su progreso con manifestaciones. Lo imponen con la acción inteligente, legítima y justa».

Si levantamos el telón del escenario poético de Guillén Zelaya, nos encontramos frente a un mundo lírico maravilloso, con creaciones de alta calidad artística, tanto en los temas como en la trayectoria firme y segura de su nuevo verso, original, trascendente, siempre con sabor a los codiciados panales olanchanos, con olor a beso de sol primaveral sobre la húmeda sabana, con altura de montaña y policromía tropical como la que ostentan orgullosas las flores de la campiña nacional.

Adelantamos una muestra de la delicada poesía de don Alfonso, quien sembró la simiente de la vida con su mano cariñosa de soñador; él se dio por entero a su patria, a su tierra y a su pueblo en tranquilos versos de redención humana:

TIERRA Y SOÑADOR

Me tienes aquí, ¡Oh, tierra! Diligente
abro en tu seno el surco; conmovida
deposita mi mano la simiente;
mano de soñador que siembra la vida.
Yo sé que nada soy en el presente,
mas la siembra conmigo confundida
prolongarase indefinidamente
en la voz de la selva estremecida.
La cosecha de rosas y pomas
dará más tarde lo que el bosque diera
en color, sustento y en aromas.
Y tierra y soñador, ritmo diverso,
cantaremos en toda primavera
la eterna comunión del universo.

Como un convencido creyente, el poeta pide a Dios un camino para peregrinar. Solo espera su voz para echarse a la marcha. Se ofrecerá como báculo si encuentra algún caído. De padre, si hay un huérfano. De esperanza si hay olvido. ¡Pero échame a la senda que yo quiero rodar! Así, rodando por diversos caminos de ilusión y de esperanza, triunfante y sereno, conformó su destino, grandioso y ejemplar:

ÉCHAME A LA SENDA

Señor, dame un camino y empújame a la mar;
mándame a todo rumbo por bosques y desiertos,
por llanos y guijarros y por floridos huertos,
que me siento cansado de tanto descansar.
Dame cualquier camino para peregrinar,
hoy tengo los impulsos de la marcha despiertos;
échame a todos los mares, guíame a todos los puertos,
que amo la incertidumbre y no puedo esperar.
Sólo tu voz espero para hacerme a la marcha;
no temeré la espina ni me helará la escarcha,
y gustaré el sustento que me quieras brindar.
Me ofreceré de báculo si encuentro algún caído;
de padre si hay un huérfano; de esperanza, si olvido;
pero échame a la senda que yo quiero rodar.

El poeta Guillén Zelaya decía en su ensayo, «LA INCONFORMIDAD DEL HOMBRE»: Bendigamos la inconformidad que no admite la inercia ni la capitulación. Ella es acicate del destino. Por ella canta la alondra y tendrá que ser voz de libertad el iris silencioso del quetzal. Por ella, después de esta catástrofe, (la segunda guerra mundial), existe un reclamo de justicia en cada escombro y arde una estrella de redención en cada horizonte».

Sobre la democracia decía: «La democracia es la pugna libre de las aspiraciones distintas en el seno de las naciones o de los partidos, dispuestos a unificarse mediante la justa, legítima expresión de la mayoría. Quiere decir que la unidad y la armonía no se consiguen imponiendo la voluntad de un hombre ni de un círculo sobre la voluntad de los demás, sino mediante el ejercicio del derecho de cada uno, sin otro límite que el establecido por las leyes».

En México y en los Estados Unidos se encuentra lo mejor de su obra literaria. Vivió pleno de cosechas y cargado de frutos; gozó de plenas satisfacciones al cumplir con su misión de hombre y artista. Nacido en la ciudad de Juticalpa, Olancho el 27 de junio de 1887, (y no en 1888 como indican algunos textos). Falleció en la ciudad de México, DF el 5 de septiembre de 1947, a los sesenta años de edad. El poema que al final regalamos a nuestros lectores, es como un himno para todos los hondureños que lo declaman cada vez que recuerdan al insigne poeta hondureño, Alfonso Guillén Zelaya.

LA CASITA DE PABLO

La casita de Pablo, era verde y tendida
como un ala en el mar;
y en las grandes mareas semejaba una vida
que por miedo al naufragio se pusiera a rezar.
La casita de Pablo, siempre estuvo vestida
de bejucos del monte y en flor: era el altar
donde el sol y los pájaros en cada amanecida,
celebraban la misa primera del lugar.
La casita de Pablo, después quedó desierta,
sin misas y sin flores ¡Como una rosa muerta!
De Pablo ahora dicen que yerra sin parar.
Y del espacio humilde donde hicera su nido,
que perduran apenas, impidiendo el olvido,
cuatro postes rebeldes a los golpes del mar.

Tomado de «La Tribuna», del sábado 19 de marzo de 1994.

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Poema «El Oro» de Alfonso Guillén Zelaya

El Padre Manuel de Jesús Subirana en Catacamas

Por: Winston Irías Cálix

Un mensajero de Dios en Catacamas

Difundió y practicó el mensaje de amor, fe y esperanza, que son la esencia de la doctrina de Cristo.- Defendió como pocos los derechos de los indígenas hasta lograr la titulación de sus tierras.- Castigó y convirtió a hechiceros y estudiantes de la Escuela de Brujería que funcionaba en Catacamas, la cual cerró, advirtiéndoles que estaban fuera de la gracia de Dios, tal como lo expresa La Biblia en Gálatas 5.- Hizo milagros que amparan su futuro reconocimiento como un santo de la Iglesia Católica.

Estas son algunas de las múltiples actividades realizadas en Catacamas, en 1860, como parte de una intensiva campaña de evangelización, por el misionero español Manuel de Jesús Subirana, de acuerdo al relato de mi tía abuela y segunda madre, la señorita Francisca Irías Cálix, a quien mi hermana mayor, Dilcia, por mala pronunciación de su nombre le decía «Mi Chacha».

Según le contaba su padre, mi bisabuelo don Antonio Irías, quien conoció al Padre Subirana, cuando aquel santo varón se encaminaba hacia nuestra ciudad, proveniente de Santa María de El Real, afirmó a la muchedumbre que fue a su encuentro: «Nos dirigimos a La Laguna de Catacamas».- Al aclararle que el poblado está ubicado sobre tierra firme, él insistió en el nombre que había mencionado.

Refiriéndose a ese nombre de «Laguna de Catacamas», varias personas afirman que existe abundante agua a poca profundidad en el Valle de Catacamas; hace décadas había en la ciudad «ojos de agua» o fuentes superficiales, como el que existió en el sector de Ojo de Agua, hasta hace 40 años aldea del municipio, al igual que El Hatillo.- Ambas son ahora barrios de Catacamas.- En ese tiempo una quebrada corría por la segunda avenida de la ciudad, donde estaba la escuela Rosmunda Herrera, actualmente Biblioteca Municipal, y, aun más, el caudal del Río Catacamas, que anteriormente desembocaba en el Guayape, quedó reducido por el derrumbe de un cerro en su nacimiento, allá por 1940.

Durante la tragedia provocada por el Huracán Mitch, voluminosos chorros de agua surgieron a la superficie en cerros y laderas de Catacamas.

Es popularmente conocido en Catacamas que el misionero Subirana predijo que la ciudad sería destruida por la Montaña Piedra Blanca y que mientras esa desgracia no ocurriera el Pueblo de Santa María de El Real no prosperaría.

Al respecto, mi tía abuela me tranquilizaba diciéndome que el Padre Subirana hizo tan fatal vaticinio para que los habitantes de Catacamas se arrepintieran de sus pecados y que oraran todos los días a Nuestro Señor, pidiéndole que conserve a salvo a la ciudad.

El Padre Subirana se alojaba en el sitio que ocupó la Escuela Rosmunda Herrera, local que he considerado el más idóneo para el funcionamiento del Museo de Catacamas, junto a la Biblioteca Municipal.

Reaparece la escuela de brujería

Me relataba mi tía-abuela que algunos brujos desobedecieron la orden del Padre Subirana y continuaron sus prácticas anticristianas.

Al principio del siglo XX resurgió en Catacamas la «escuela de brujería», ubicada en el lugar donde actualmente funciona la Escuela «Juan Pablo II», en el Barrio La Cruz.- Por la noche sus «alumnos» se convertían en monos y caminaban tomados de la mano por el centro de las calles, hasta la plaza donde está el Parque Central.- Allí jugaban en las ramas del frondoso árbol de ceiba y después regresaban a su local, de donde salían furtivamente, ya en su forma humana según el relato.

El indígena Rojas me aseguró que los «alumnos» de esa escuela se convertían en monos en un sitio ubicado unos 300 metros al oeste de su centro de brujería, que en efecto funcionó donde está ubicada la escuela «Juan Pablo II».- De acuerdo a la tradición, para convertirse en animales los hechiceros dejaban el «alma» en un guacal, que escondían con suma precaución, y al retornar «la bebían», recuperando así su forma humana.- Si alguien les derramaba el «alma» se quedaban de por vida como animales, según la creencia popular.

Pero el misionero español hizo después de muerto un nuevo milagro, me aseguraba mi tía-abuela.- El edificio de la escuela comenzó a derrumbarse y los brujos de alguna manera fueron identificados por sus parientes, amigos y curiosos.- El pueblo les recordó como sus antepasados habían sido castigados y convertidos por el Padre Subirana y muchos de ellos convulsionaron al solo escuchar su nombre.- Arrepentidos, no volvieron a ejercer sus prácticas de brujería.

Tomado del libro «Catacamas- del ayer al año 2000», de Winston Irías Cálix.

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El mito de "Cinchonero"

Por: Segisfredo Infante

Don Medardo Mejía publicó, creo que allá por 1965, la obra de teatro, dividida en tres actos, llamada “Cinchonero”, bajo la idea de reinventar la personalidad de Serapio Romero. Don Medardo pensó que era oportuno oponer, a las huestes de José María Medina –más conocido como “Medinón”–, un personaje cuasi histórico sacado de los arrabales olanchanos y convertirlo, partiendo de la nada, en un revolucionario antifeudal. La idea, desde el punto de vista puramente literario, fue fructífera, considerando que Honduras era, todavía, un país brumoso, con atmósfera “medieval”, en donde había cabida para los “Robin Hood” de una anticipada modernidad.

El escritor le dio continuidad al drama decimonónico con la trilogía de “La Ahorcancina”, en donde se sacó algunos clavos personales en tanto que la soldadesca de Medinón había sacrificado la vida de antiguos familiares de don Medardo, quienes eran oriundos de la municipalidad del pueblo minero y ganadero de Manto, antigua cabecera departamental de Olancho. La personalidad imaginaria, y bastante díscola, de Serapio Romero, brindó la gran oportunidad literaria para que el escritor rehiciera la historia de mediados del siglo diecinueve hondureño al gusto del dramaturgo de tendencia marxista ocasional que era don Medardo Mejía.

Nosotros, lo hemos confesado muchas veces, admiramos sinceramente a don Medardo como uno de los mejores ensayistas, humanistas y prospectivistas hondureños del siglo veinte. Pero, como historiador científico y dramaturgo, percibimos algunas fallas y limitaciones en su obra que es imposible compartir. Por ejemplo, el famoso “Cinchonero” de don Medardo se encuentra muy lejos de la realidad histórica que le acompañó. En la década del setenta del pasado siglo veinte nosotros tuvimos la oportunidad de leer y estudiar el “Juicio Sumario” que se le hizo en Juticalpa al campesino y arriero Serapio Romero, y nada de sus actuaciones concretas dejan entrever al revolucionario antifeudal fabricado un siglo más tarde por el patriota don Medardo. El susodicho “Cinchonero” había sido, en primera instancia, un facineroso que, con machete en mano, se dedicaba al asalto de los pueblos colindantes con el valle del río Guayape.

Pero al margen de los posibles manipuleos de las declaraciones que en el “Juicio Sumario” le tomaron los escribanos al encausado Serapio Romero, tenemos que correr los telones teatrales a fin de averiguar aquello que realmente estaba ocurriendo en Olancho en los tiempos de “Medinón” y “Cinchonero”. Las tropas del presidente José María Medina incursionaron en los años sesentas del siglo diecinueve sobre el departamento de Olancho, porque ahí estaba organizando una molotera el valiente militar don Florencio Xatruch, quien obedecía las órdenes conspirativas del ultraconservador guatemalteco el presidente vitalicio Rafael Carrera. Este último conspiraba contra “Medinón” porque había incluido en su aparato de gobierno a algunos “liberales” como José Trinidad Cabañas. El caso es que Serapio Romero, es decir, el “Cinchonero”, en la vida real obedecía las órdenes de los sectores más ultraconservadores de América Central, los antiguos enemigos de José Cecilio del Valle, Dionisio de Herrera y Francisco Morazán Quesada. Por cualquier duda al respecto invitamos a los amigos a realizar una auténtica investigación histórica.

(sinfante1@yahoo.es).
Aldea de Cerro Grande, Distrito Central

Tomado de La Tribuna.

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Juan Ramón Matta Ballesteros

Ramón Mata BallesterosJuan Ramón Matta Ballesteros, también conocido como Juan Ramón Matta López, o Matta del Pozo, fue un narcotraficante hondureño muy poderoso, cuya deportación ilegal a Estados Unidos resultó muy controversial, viéndose como una injerencia de ese país en los asuntos internos de Honduras, y como una flagrante violación de la Constitución.

Matta Ballesteros, que nació en el Barrio La Hoya de Tegucigalpa, en el 12 de enero de 1945, era reclamado por los delitos de narcotráfico y homicidio en México, Estados Unidos, Colombia y Honduras. Se fugó de varias cárceles de alta seguridad. Entre ellas EGLIN (EE.UU.), LA PICOTA y MODELO (Colombia).

Al regresar a Honduras fue encarcelado, pero luego fue absuelto. Autoridades hondureñas y norteamericanas lo capturaron el 5 de abril de 1988 para entregarlo a la policía federal estadounidense con el fin de que fuera juzgado allá. Su condena fue de cárcel perpetua.

Cuando Matta Ballesteros estuvo en una cárcel hondureña, alguien le preguntó como había escapado de la cárcel «Modelo» de Colombia, que en ese tiempo se consideraba la más segura de Latinoamérica, a lo que él contestó: «Bueno, las puertas se van abriendo y uno va pasando».

La reacción ante la captura de Matta

La opinión ilustrada de Honduras calificó de ilegal la expulsión de Matta, citando el artículo 102 de la Constitución, que sostiene que «ningún hondureño podrá ser expatriado, ni entregado por las autoridades a un Estado extranjero». Entre los que se pronunciaron contra esta medida se encuentra el señor Guillermo Pérez Cadalso, que en ese entonces era decano de la Facultad de Derecho de la UNAH, y presidente del Colegio de Juristas Hondureños. También el entonces rector de la UNAH, el abogado Oswaldo Ramos Soto, y el entonces diputado Manuel Zelaya Rosales, el que habló en nombre de un grupo de compañeros diputados.

Como respuesta a éste último, el también parlamentario y entonces Ministro de Recursos Naturales, Rodrigo Castillo Aguilar, dijo en una frase que se hizo famosa: «Yo entiendo que con la entrega de Matta a los Estados Unidos se violó la Constitución, pero, si es para beneficio de Honduras, QUE SE VIOLE LAS VECES QUE SEAN NECESARIAS.» El presidente Azcona argumentó que la expulsión de Matta era por motivos de «profilaxis social».

Ese mismo día 7 de abril, a las siete de la noche, se reunió una multitud en las instalaciones de la embajada de Estados Unidos en la avenida La Paz, y de inmediato comenzaron a lanzar piedras y objetos al edificio. La turba, a la que se incorporaron estudiantes universitarios, incendió algunos automóviles que estaban en la calzada. Esta turba fue reprimida por agentes anti-motines del ejército alrededor de las 10 de la noche.

Días después, el 19 de abril, fue detenido por agentes de seguridad el estudiante de secundaria Roger González Zelaya bajo la acusación de ser uno de los que incendió la Embajada. Este joven nunca apareció, y algunos dicen que fue torturado hasta la muerte por la Dirección Nacional de Investigación (DNI).

En respuesta a los disturbios en la Embajada, el Presidente Azcona decretó un Estado de Sitio con vigencia solo en las ciudades de Tegucigalpa, Comayagüela y San Pedro Sula. Al ejecutar la disposición Azcona ordenó el establecimiento obligatorio de una «Cadena Nacional de Radio y Televisión», que solo pasaba boletines del gobierno en noches informativas completas, desde el 8 de abril hasta el 12 del mismo mes. Esta medida fue muy criticada por la opinión pública internacional.

Como respuesta a la expulsión de Matta, el señor Jaime Rosenthal Oliva renunció al cargo de Asesor en Asuntos Económicos de Azcona, aunque continúo en su puesto de Designado Presidencial.

Fuente: Libro «Evolución Histórica de Honduras» de Longino Becerra (2009).