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Viene Mel Zelaya, ¿quién dijo miedo?

Mel Zelaya hizo un pésimo gobierno, pero ganó notoriedad internacional por ser la víctima de un supuesto golpe de Estado, eso ha sido suficiente para atraer a un grupo de seguidores que esperan recibirlo como a un mesías el sábado 28 de mayo en Honduras, mientras los hondureños que no simpatizan con Zelaya ven con desagrado su venida. ¿Cómo es posible que una persona que le ha hecho tanto daño a su país se le reciba con bombos y platillos?

Los seguidores de Mel responderán que son los «golpistas» los que han dañado al país. Ellos olvidan, convenientemente, todos los desaciertos de Zelaya, y los constantes desafíos a las instituciones hondureñas.

Se teme que el recibimiento de Mel se torne violento. No se olvidan las escenas de vandalismo protagonizadas por los zelayistas en medio de la crisis política del 2009.

Pero Zelaya ya no es presidente ni pretende serlo. El acuerdo de Cartagena implica un reconocimiento de la legitimidad del Estado de Honduras. Zelaya ya no puede pretender asaltar la casa presidencial por medio de una turba que lo cargue en hombros. Mel Zelaya no tiene superpoderes para castigar a los «golpistas».

Pero aún así, hay gente que le tiene miedo a Zelaya.

En mi opinión, es positivo que Mel venga a Honduras. No hay por qué temer. Con su venida se le bajará el perfil internacional al drama del «golpe de Estado». Se cierra un círculo y se derrumba el mito de que Mel es un perseguido político.

Esto es lo que muchos países han pedido: el regreso de Mel; ahora ya lo tienen, ya no hay más excusas para discriminar a Honduras y pretender seguir interviniendo en sus asuntos internos.

El ex-presidente Zelaya causará cierta agitación con su venida, al principio, pero luego dejará de ser una novedad, aunque siempre mantendrá cierto liderazgo entre sus seguidores incondicionales.

El acuerdo Cartagena es positivo

Considero que el acuerdo Cartagena es positivo, porque sirve para disminuir el nivel de confrontación en Honduras. Aunque puede resultar extraño el deseo del presidente Chávez de colaborar con Honduras para que ésta regrese a la OEA, después de su retórica extremista, acusando al gobierno de Lobo de ser una continuación del «golpe de Estado». También es positiva la reanudación de las relaciones diplomáticas con Nicaragua.

Con este acuerdo, el presidente Lobo se anota una victoria diplomática más, ubicándose en el centro de la controversia entre las facciones encontradas de blanquitos y «resistencia».

Un sector de la auto-denominada resistencia interpreta este acuerdo como una victoria política, mientras que otro sector cuestiona la poca transparencia de las negociaciones.

Se espera que Manuel Zelaya arribe a Honduras el sábado 28 de mayo. Se está organizando un recibimiento multitudinario por parte de la «resistencia».

En el sector de los blanquitos también hay división, hay quienes ven este acuerdo como una traición a la patria, mientras que otros lo ven como una oportunidad para bajar el perfil de Zelaya.

Este acuerdo no significa la finalización de las tensiones. Es posible que el acuerdo sea malinterpretado por alguna de las partes, lo que creará tal vez más conflictos. Específicamente en lo que concierne a la supuesta persecución judicial de los funcionarios zelayistas.

La teoría de la conspiración chavista

Según los blanquitos, Hugo Chávez fue el causante de la crisis política del 2,009 en Honduras.

Hay varias versiones de esta teoría, pero la más radical dice que Manuel Zelaya recibió apoyo financiero de Hugo Chávez para ganar las elecciones del 2,005 por medio de un fraude electoral, otros dicen que Manuel Zelaya se desvió hacia la izquierda chavista cuando firmó la adhesión de Honduras al ALBA.

El modus operandi de la izquierda chavista consiste en llegar al poder por medio de las urnas, y una vez en el poder destruir la democracia desde adentro, destruyendo la separación de poderes, creando nuevas constituciones políticas que les permitan obtener poderes totalitarios, estableciendo una reelección presidencial indefinida que les permita perpetuarse en el poder por medio del fraude electoral.

Esto es lo que Hugo Chávez pretendía hacer en Honduras por medio de Manuel Zelaya, porque Manuel Zelaya no es más que un lacayo de Hugo Chávez.

El gobierno de Zelaya promovió fuertemente la idea de que era necesario cambiar la Constitución para resolver los problemas de Honduras, pero nunca explicó en qué consistían esos cambios.

El plan inicial era realizar una consulta popular o plesbicito para preguntarle a la población si quería tener una nueva constitución. Esta consulta se haría el mismo día de las elecciones presidenciales: el 29 de noviembre del 2009.

Pero Zelaya nunca obtuvo la aprobación del Congreso para aprobar el marco legal que le permitiera realizar esta consulta, por lo que Zelaya decidió saltarse la ley, y para legitimar esta consulta decidió crear otra consulta, en la que se le preguntaría al pueblo si quería que se le consultara sobre el tema de crear o no una nueva constitución para Honduras.

Esta nueva consulta, totalmente ilegal, no era más que una cortina de humo de Zelaya para ganar tiempo y ocultar sus verdaderas intenciones, cosa que no logró, pues todos en Honduras se dieron cuenta de que la verdadera intención de Zelaya era perpetuarse en el poder, a pesar de que la Constitución de Honduras prohibe la reelección.

El 2,009 era un año electoral en Honduras, normalmente el tema electoral acapara la atención de la prensa, pero Manuel Zelaya opacó el tema de las elecciones con su campaña de la «cuarta urna» o consulta popular.

En esta campaña se sembró el odio contra todos los que se oponían al plan chavista de Zelaya, acusándolos de ser «instrumentos de la oligarquía», o en el mejor de los casos: «tontos útiles».

Era obvio que Zelaya no quería que hubieran elecciones, razón por la cual no dio los fondos suficientes al Tribunal Supremo Electoral, organismo encargado de dirigir el proceso electoral, y es por esa razón que se negó a presentar el presupuesto nacional anual, con el objetivo de malversar impunemente los fondos del Estado para invertirlos en la ilegal consulta.

Zelaya recibió resoluciones del Poder Judicial, que le prohibían realizar la tal consulta, pero él se había ensoberbecido y se creía por encima de la ley.

El 28 de junio era el día señalado para la consulta, la cual no se pudo realizar porque Zelaya fue expulsado del país, y el material electoral fue decomisado.

Se descubrió el fraude electoral que tenía preparado Zelaya, y el decreto ejecutivo en que ordenaba la inmediata convocación de una Asamblea Nacional Constituyente. Zelaya pretendía ese día disolver la Corte Suprema de Justicia y el Congreso Nacional por oponerse a sus planes totalitarios y continuistas.

Este plan de Zelaya constituía un verdadero golpe de Estado, y la expulsión de Zelaya se realizó para evitar ese golpe de Estado, pero el mundo no pudo entender esto, por la campaña de desinformación realizada por Hugo Chávez y la izquierda internacional.

La Corte Suprema de Justicia emitió una orden de captura contra Zelaya, por delitos de abuso de autoridad y traición a la patria, entre otros, pero los militares encargados de la captura de Zelaya decidieron que por cuestiones de seguridad nacional era preferible expulsar a Zelaya del territorio nacional antes de que una turba intentara liberarlo.

Para llenar el vacío de poder resultante el Congreso decidió juramentar a Roberto Micheletti como presidente de la República, a quien le correspondía ese alto cargo por ser el siguiente en la línea de mando de acuerdo a la Constitución.

Roberto Micheletti fue un presidente legítimo y no de facto, como dijeron los enemigos de Honduras, porque Zelaya había sufrido una destitución automática de acuerdo al artículo 239 de la Constitución, por haber promovido la reelección.

Roberto Micheletti se comportó como un verdadero héroe nacional al resistir la presión internacional para dimitir de su cargo.

La población tuvo que sufrir el terrorismo zelayista financiado por Hugo Chávez, por eso fue necesario decretar varios días de toque de queda, medida que sirvió para aminorar la violencia callejera.

Por su parte, Zelaya se empecinó en difamar a su país, lanzando acusaciones absurdas de violaciones a los derechos humanos, aunque después, bajo la presión de Estados Unidos, decidió firmar un acuerdo con el gobierno de Micheletti, acuerdo que desconoció cuando se dio cuenta de que no le favorecía.

Pero ya era demasiado tarde para Zelaya, por que ese acuerdo permitió el reconocimiento de las elecciones del 2,009 por parte de Estados Unidos.

Las elecciones se realizaron con éxito, a pesar del intento de boicot chavista. Pero la conspiración chavista no terminó con la toma de posesión de un nuevo presidente en Honduras.

Se ha demostrado que el nuevo presidente, el señor Porfirio Lobo, se doblega fácilmente ante los intereses zelayistas, mientras finge ser un político moderado. El presidente Lobo es parte de la conspiración chavista contra Honduras, la cual ha entrado en una nueva etapa.

Problemas con esta historia

La expulsión de Zelaya dio la impresión de un auténtico golpe de Estado. Las razones para opinar lo contrario dan la impresión de ser meras racionalizaciones.

Esta teoría de la conspiración no contó con una propaganda internacional de difusión, por lo que resultó fácil sepultar la verdad con toneladas de mentiras.

Los blanquitos exageran cuando ven la sombra de Chávez por todas partes.

La conspiración del golpe de Estado

Tanto los que estuvieron a favor del golpe de Estado (ellos lo llaman «sucesión constitucional») como los que están en contra recurren a diferentes versiones de teorías de conspiración para explicar lo que pasó en Honduras.

Mientras en otras partes del mundo las teorías de conspiración sufren de una mala reputación, en Honduras son necesarias.

Y por supuesto, a nivel internacional, la teoría de la conspiración más aceptada es la de la del golpe de Estado.

Y siendo esto así, cabe preguntarse, si las teorías de conspiración gozan de tan mala prensa, ¿por qué en el caso de Honduras sí son aceptables?

En mi opinión, esto sucede así por la mala imagen que se tiene del país a nivel internacional. A mucha gente se le hace difícil pensar que el gobierno de Estados Unidos, por ejemplo, pueda conspirar contra su propio pueblo, pero es más fácil pensar que un país pequeño y con mala fama, como Honduras, pueda hacerlo.

La teoría de la conspiración del golpe de Estado

Según el grupo que asegura que en Honduras hubo un golpe de Estado, conocido como la «resistencia», Manuel Zelaya fue el mejor presidente que haya tenido Honduras, el que tuvo el valor , como ningún otro, de confrontar a los «grupos de poder». Prueba de ello fue el desproporcionado aumento al salario mínimo y el proyecto de la «cuarta urna», por medio de la cual iba a inaugurar la soberanía popular y la democracia participativa. Su afiliación con los gobiernos progresistas de Latinoamérica aglutinados en el ALBA no daba lugar a dudas sobre sus sanas intenciones.

Por eso la oligarquía hondureña se atemorizó, porque veía como se le iba de las manos el poder, por lo que decidió conspirar para dar un golpe de Estado, contando con la secreta aprobación de Estados Unidos. De hecho, fue Estados Unidos el que tomó la iniciativa para dar el golpe de Estado, ya que la torpe oligarquía hondureña es demasiado servil para atraverse a dar un golpe de Estado sin la aprobación del Tío Sam.

Los conspiradores fueron un grupo de empresarios de ascendencia árabe que se han apoderado del país por medio del poder económico, explotando a los nativos y a sus recursos naturales. Este grupo de empresarios árabes utilizaron a los militares para dar un golpe de Estado militar con cierta apariencia de ser un régimen civil. Roberto Micheletti aparecía como un presidente civil de facto, aunque en realidad solo era una marioneta en manos de los militares.

Los militares tomaron el control del Congreso y de la Corte Suprema de Justicia.

Al saber del golpe de Estado, el pueblo salió inmediatamente a las calles para protestar por el golpe de Estado militar salvaje, y repudiar al dictador Micheletti, por lo que fue reprimido por el régimen de facto por medio de torturas, asesinatos y desapariciones.

Los muertos, torturados y desaparecidos se cuentan por miles, es una verdadera masacre; sin embargo, uno no podía darse cuenta de esto por los medios de comunicación hondureños porque todos fueron controlados por los golpistas. Todos los medios de comunicación anti-golpistas fueron cerrados. Los canales de internacionales de noticias como CNN fueron censurados.

La oligarquía organizó pequeñas marchas de empleados del gobierno y de la empresa privada golpista para dar la impresión de que tenía respaldo popular, pero no lograron convencer a nadie.

Estados Unidos denunció públicamente el golpe de Estado mientras seguía financiando a los golpistas.

Con la ayuda de Estados Unidos se organizaron unas elecciones fraudulentas a las que asistió menos del 5% de la población, y sin embargo, Estados Unidos reconoció a esas elecciones como válidas.

Con estas elecciones se pretendió lavar la cara del golpe de Estado, aunque la triste realidad es que los militares continúan en el poder por medio de la represión salvaje y brutal, pero esto se le oculta a la opinión pública internacional por medio de la campaña de desinformación del imperialismo yanqui.

El pueblo hondureño continúa creyendo en que Mel Zelaya es su mesías, y que muy pronto vendrá a liberarlo de las cadenas de la oligarquía.

Pero la realidad es que…

No es cierto que Mel Zelaya haya hecho una excelente gestión como presidente a favor de los pobres. Zelaya se caracterizó por su forma caótica de gobernar, él despilfarró los dineros de la condonación de la deuda. A Zelaya no lo sacaron por favorecer a los pobres, sino por pretender saltarse por la barda las reglas del juego político.

No hay ninguna evidencia de conspiración para dar un golpe de Estado. La expulsión de Mel Zelaya del país al parecer fue un evento inesperado. Micheletti asumió el poder porque era el que seguía en la línea de mando según la Constitución. No hay ninguna evidencia de que los militares haya ejercido el poder. Micheletti dirigió un gobierno civil. El Congreso y la Corte Suprema de Justicia continuaron con los mismos funcionarios que había durante el gobierno de Zelaya.

Los grupos que apoyaron a Zelaya fueron y continúan siendo una minoría. Los reportes de abusos de derechos humanos fueron manipulados políticamente para perjudicar a Honduras. Los medios de comunicación zelayistas siguieron operando en medio de la crisis, difamando e incitando a la población a la violencia.

Las elecciones fueron todo un éxito, y han sido la base para el reconocimiento internacional del gobierno de Honduras. No hay ninguna evidencia de que Estados Unidos haya participado en el derrocamiento de Zelaya, antes bien, al contrario, presionaron para el regreso de Zelaya al poder, y continúan considerando lo sucedido el 28 de junio del 2009 como un golpe de Estado.