El Departamento de Estado ha decidido revocarle las visas diplomáticas a los que considera cuatro miembros del «gobierno de facto» de Honduras. Estas personas habrían estado trabajando para el gobierno de Manuel Zelaya, pero ahora sirven al «gobierno de facto».
Y como Estados Unidos no reconoce a este «gobierno de facto» es normal que se les quiten las visas diplomáticas a sus miembros, ya que serían inservibles, al no poder estas personas realizar una gestión gubernamental de Honduras en Estados Unidos, ya que el gobierno de este país no los reconoce.
Estas personas son: Alfredo Saavedra, presidente del CN; Adolfo Sevilla, ministro de Defensa; Ramón Custodio, comisionado de Derechos Humanos; y Tomás Arita, magistrado de la CSJ.
Mi comentario:
Si esto es una medida de presión, es una medida que no resulta muy disuasiva.
Estos funcionarios tienen visa de turista, por lo que pueden viajar a Estados Unidos cuantas veces lo estimen necesario.
El señor Alfredo Saavedra, presidente del Congreso, confesó que él nunca había usado su visa diplomática. Adolfo Sevilla dijo que el viaja poco a el exterior. Y Ramón Custodio dijo que tiene visa de turista, pero que no la usaría, por que considera que esta medida es una ofensa al pueblo hondureño.
El Departamento de Estado está un tanto desorientado. Este gobierno no es de facto, es un gobierno legítimo según las leyes hondureñas. El diputado Saavedra fue electo en elecciones libres, tiene toda la legitimidad para representar al pueblo hondureño, no es un diputado «de facto».
El señor Tomás Arita, magistrado de la Corte Suprema de Justicia, no es un magistrado «de facto». El fue nombrado cuando estaba en funciones el gobierno de Zelaya. Quitarle la visa diplomática por haber dictado orden de captura contra Manuel Zelaya sugiere un intervencionismo repudiable en los asuntos internos del Estado de Honduras. Manda un mensaje equivocado a la opinión pública internacional: que los presidentes ungidos con el voto popular están por encima de las leyes.
Estas acciones no van a producir el regreso de Zelaya al poder, sino provocar la desconfianza del pueblo hondureño hacia el gobierno de Estados Unidos, el cual creíamos que era nuestro aliado.