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Oración del Hondureño

Por: Froylán Turcios

¡Bendiga Dios la pródiga tierra en que nací!

Fecunden el sol y las lluvias sus campos labrantíos; florezcan sus industrias y todas sus riquezas esplendan magníficas bajo su cielo zafiro.

Mi corazón y mi pensamiento, en una sola voluntad, exaltarán su nombre, en un constante esfuerzo por su cultura.

Número en acción en la conquista de sus altos valores, factor permanente de la paz y del trabajo, me sumaré a sus energías; y en el hogar, en la sociedad o en los negocios públicos, en cualquier aspecto de mi destino, siempre tendré presente mi obligación ineludible de contribuir a la gloria de Honduras.

Huiré del alcohol y del juego, y de todo cuanto pueda disminuir mi personalidad, para merecer el honor de figurar entre sus hijos mejores.

Respetaré sus símbolos eternos y la memoria de sus próceres, admirando a sus hombres ilustres y a todos los que sobresalgan por enaltecerla.

Y no olvidaré jamás que mi primer deber será, en todo tiempo, defender con valor su soberanía, su integridad territorial, su dignidad de nación independiente; prefiriendo morir mil veces antes que ver profanado su suelo, roto su escudo, vencido su brillante pabellón.

¡Bendiga Dios la pródiga tierra en que nací!

Libre y civilizada, agrande su poder en los tiempos y brille su nombre en las amplias conquistas de la justicia y del derecho.


Froylán Turcios

Froylán Turcios nació el 7 de julio de 1875 en la ciudad de Juticalpa, Olancho. Fue escritor, poeta, periodista y político. Es considerado uno de los intelectuales más importantes de principios del siglo veinte. Ejerció el puesto de Ministro de Gobernación, fue diputado del Congreso Nacional y delegado de Honduras ante la Sociedad de Naciones en Ginebra, Suiza. Fue un patriota que se opuso firmemente al intervencionismo norteamericano en Honduras.

En su función de periodista dirigió diario El Tiempo y fundó varias revistas, como «Ariel» y «Esfinge». Es autor de la Oración del Hondureño. Escribió varios libros de novelas, cuentos y poesía. Escribió la letra del Himno al Árbol y el Himno a Morazán. Muere en San José de Costa Rica, el 20 de noviembre de 1943, de un paro cardíaco. Sus restos mortales fueron sepultados en Tegucigalpa.


Froylán Turcios

Por: Carlos Manuel Arita Palomo

Maestro de la prosa y del ensueño
artífice de imágenes preciosas,
fueron las nueve musas su beleño
y las letras sus armas primorosas.

Su vida fue como un hermoso sueño
lleno de evocaciones luminosas,
y no ha habido en la historia un hondureño
que sembrara en la patria tantas rosas.

Deslumbraron cual gemas sus escritos,
tiene su obra: alientos infinitos,
y es afluente del Guayape su canción.

Son «Esfinge» y «Ariel» como un santuario,
nos legó en sus memorias un ideario
y está en Annabel Lee su corazón.

Celebración del día del Niño en Honduras

El 10 de septiembre se celebra el día del niño en Honduras.

Los niños va a las escuelas, pero no a clases, solo a ser festejados con música, dulces y juegos.

Quebrar la piñata es un juego popular en este día.

También hay padres que en esta fecha le compran juguetes a sus niños, por lo que el día del niño en Honduras es como una segunda Navidad para ellos.

Asociaciones privadas y públicas también festejan a los niños.

Himno al Niño

Por: Francisco A. Mejía

Entonemos con tierno cariño
nuestro canto de fraternidad
al que todos loamos por niño
mensajero de paz y amistad.

En los niños está la esperanza
y el futuro de la sociedad,
a los padres inspiran confianza
alegría, ternura y bondad.

El hogar con los niños se alegra
lindo es con ellos compartir,
con amor hoy Honduras celebra
por los niños el gran porvenir.

El Niño

Por: Carlos Manuel Arita Palomo

El niño es la simiente milagrosa,
es la sabia divina del mañana,
es el Rey de la nueva caravana
que se adentra en la senda luminosa.

Es el botón ardiente de la rosa
que en líricos fulgores se desgrana,
es el sueño del hombre, su fe humana
y su mágica aurora esplendorosa

El que vive en los astros o en la nube
y que a veces es Ángel o querube
y nos llena la vida de ilusión.

Y es de todos los pueblos la esperanza,
de la Patria la dicha y la bonanza
y de sus padres, es el corazón.

Canto a la Bandera

Bandera de Honduras flameando al sol.

Por: Augusto C. Coello

¡Oh! Bandera esplendorosa,
¡Oh! Bandera sacrosanta…
Cuando subes lentamente,
cuando subes majestuosa sobre el asta
y a los besos aromados de la brisa,
te despliegas como un ala
que se tiende bajo el cielo,
temblorosa y agitada,
me imagino que de pronto
en un ímpetu iniciaras
la parábola de un vuelo milagroso
por la comba inmensa y diáfana.
Y me finjo que es tu vuelo
como el vuelo azul de un águila
sobre nieves sempiternas;
como el vuelo azul de un águila
sobre cumbres milenarias que los siglos,
que los siglos y la nieve hicieron blancas.

Tú has cruzado los caminos de los astros aclamada
por las hurras de las épicas legiones,
el estrépito feral de la batalla,
el clamor de la victoria
y las áureas estridencias de la fama.

Tú has cruzado los caminos de los astros
a los vientos de la guerra desplegada,
por las manos del epónimo caudillo,
que en las gestas legendarias,
a galope victorioso por las cumbres
o las fértiles cañadas,
frente al pasmo de los siglos escribiera,
con los rayos de su espada,
la epopeya resonante de la Gloria,
la epopeya de la Gloria y de la Patria.

Te conocen las auroras
sonrosadas,
cuando en éxodos errantes
por los riscos y los páramos ondeabas,
cobijando las cabezas de los héroes
que, en falanges apretadas
y sonámbulos de ensueños imprecisos,
con la planta ensangrentada
iban siempre tras la Tierra Prometida
en la inútil ansiedad de su esperanza.

En los rojos mediodías,
a través de las ciudades domeñadas,
por las calles tumultuosas
bajo de arcos y guirnaldas,
al estruendo de los vivas
y el clamor de las campanas,
por las calles tumultuosas
triunfalmente desfilabas…
En los rojos mediodías,
que el incendio de los solos abrillantan,
resaltaban sus colores tus estrellas,
del combate entre las rojas llamaradas.

Y te han visto los crepúsculos dolientes,
de la noche frente al ara,
tras el término sangriento de la lucha
despiadada,
con los pliegues desgarrados
desmayada y macilenta sobre el asta,
como garza adormecida
que ha ocultado su cabeza bajo el ala.
Y al cuajarse sobre el campo los crespones
de la sombra densa y vasta,
te han dorado los reflejos mortecinos
de las trágicas ciudades incendiadas.

Cuántas veces, cuántas veces
de retorno hacia la Patria
todavía tembloroso y anhelante
pleno el pecho de nostalgia
escrutando el horizonte,
en los ojos puesta el alma,
tras el límite indeciso de la tierra,
tras el límite ondulante de las aguas,
con las ansias ardorosas de un amante
te buscaba…
Y evocando tus colores,
en mi cálido espejismo no atinaba,
presintiéndote a lo lejos,
si era el cielo con el mar, a la distancia
confundidos,
o eras tú, Bandera mía, que en la playa,
como madre que amorosa aguarda al hijo,
me esperabas.

¡Oh! Bandera esplendorosa,
¡mi Bandera azul y blanca!
Cuando subes lentamente,
cuando subes majestuosa sobre el asta,
y a los besos aromados de la brisa
te despliegas como un ala
que se tiende bajo el cielo,
temblorosa y agitada.
Como ansío en mis anhelos fervorosos
que, a los vientos desplegada,
en la luz de las auroras
o en los rayos de la tarde reflejada
en tu vuelo al infinito,
en tu vuelo prodigioso te elevaras
tras las cúspides más altas de la Gloria,
tras las cumbres más radiosas de la Fama…

Bandera de la Patria

Por: Carlos Manuel Arita Palomo

Bajo el encanto diáfano del día
se retrata la Patria en tus colores
y el alma se emborracha de alegría
para irse a confundir con tus fulgores.

El patriota te mira y se extasía,
eres la musa azul de sus amores,
y por ti siente el pueblo la poesía
de tus gloriosos pliegues bicolores.

Tú llevaste la paz a los confines
y anunciaste a la Patria la victoria
al acorde inmortal de los clarines.

Bandera del amor y de la gloria:
¡Por ti tiene la Patria paladines
y tiene porvenir y tiene historia!

Bandera de Honduras

Bandera de Honduras

Por: Rafael Heliodoro Valle

Alas blancas y azules, bandera,
alto ensueño clavado en la cruz,
solio insigne de la primavera,
milagrosa magnolia de luz.

En el alba —con manos seguras—
te ilumina radiante ilusión
y en tus pliegues el aire de Honduras
se estremece como un corazón.

Claro espejo en que tiemblan montañas
y trasuntos de gloria en que están
el gemelo Jazmín de Cabañas
y el azul que adoró Morazán.

Tus colores enseñan caminos
tus estrellas erigen altar,
y compendias aromas de pinos
y mañanas sublimes del mar.

Que jamás te mancillen las manos
de los viles, y nunca, jamás
se refugien en ti los tiranos
ni a tu sombra respiren en paz.

Alegría tan solo por verte
donde el númen de Honduras está
más allá de la gloria y la muerte,
más allá del amor, más allá.