Archivo por años: 2010

Efemérides del mes de Septiembre

Septiembre 6, 1531 Desígnase Trujillo como sede del Obispado, que había sido fundado en 1527 por el Papa Clemente VII.
Septiembre 8, 1525 Hernán Cortés desembarca en Puerto Caballos, hoy Cieneguita.
Septiembre 12, 1860 Fusilamiento de William Walker en Trujillo.
Septiembre 13, 1977 Los Reyes de España, Juan Carlos y Sofía, visitan Honduras.
Septiembre 15, 1821 Se proclama en Guatemala la Independencia de Centro América.
Septiembre 15, 1842 Morazán muere fusilado en San José de Costa Rica.
Septiembre 16, 1824 Dionisio de Herrera toma posesión de la Jefatura del Estado de Honduras.
Septiembre 19, 1847 Inauguración de la Universidad de Honduras.
Septiembre 19, 1974 El Huracán Fifí azota la Costa Norte de Honduras.
Septiembre 20, 1855 Muere en Tegucigalpa el Padre José Trinidad Reyes.
Septiembre 20, 1952 Nace en Catacamas el ex-presidente Manuel Zelaya Rosales.
Septiembre 21, 2009 Manuel Zelaya se recluye en la embajada de Brasil en Tegucigalpa.
Septiembre 22, 1812 Llegan a Comayagua los pliegos de la Constitución de Cádiz.
Septiembre 28, 1821 Llegan a Tegucigalpa y Comayagua los pliegos de la Independencia.
Septiembre 29, 1578 Se funda el Real de Minas de San Miguel de Tegucigalpa.

Canto a la Bandera

Bandera de Honduras flameando al sol.

Por: Augusto C. Coello

¡Oh! Bandera esplendorosa,
¡Oh! Bandera sacrosanta…
Cuando subes lentamente,
cuando subes majestuosa sobre el asta
y a los besos aromados de la brisa,
te despliegas como un ala
que se tiende bajo el cielo,
temblorosa y agitada,
me imagino que de pronto
en un ímpetu iniciaras
la parábola de un vuelo milagroso
por la comba inmensa y diáfana.
Y me finjo que es tu vuelo
como el vuelo azul de un águila
sobre nieves sempiternas;
como el vuelo azul de un águila
sobre cumbres milenarias que los siglos,
que los siglos y la nieve hicieron blancas.

Tú has cruzado los caminos de los astros aclamada
por las hurras de las épicas legiones,
el estrépito feral de la batalla,
el clamor de la victoria
y las áureas estridencias de la fama.

Tú has cruzado los caminos de los astros
a los vientos de la guerra desplegada,
por las manos del epónimo caudillo,
que en las gestas legendarias,
a galope victorioso por las cumbres
o las fértiles cañadas,
frente al pasmo de los siglos escribiera,
con los rayos de su espada,
la epopeya resonante de la Gloria,
la epopeya de la Gloria y de la Patria.

Te conocen las auroras
sonrosadas,
cuando en éxodos errantes
por los riscos y los páramos ondeabas,
cobijando las cabezas de los héroes
que, en falanges apretadas
y sonámbulos de ensueños imprecisos,
con la planta ensangrentada
iban siempre tras la Tierra Prometida
en la inútil ansiedad de su esperanza.

En los rojos mediodías,
a través de las ciudades domeñadas,
por las calles tumultuosas
bajo de arcos y guirnaldas,
al estruendo de los vivas
y el clamor de las campanas,
por las calles tumultuosas
triunfalmente desfilabas…
En los rojos mediodías,
que el incendio de los solos abrillantan,
resaltaban sus colores tus estrellas,
del combate entre las rojas llamaradas.

Y te han visto los crepúsculos dolientes,
de la noche frente al ara,
tras el término sangriento de la lucha
despiadada,
con los pliegues desgarrados
desmayada y macilenta sobre el asta,
como garza adormecida
que ha ocultado su cabeza bajo el ala.
Y al cuajarse sobre el campo los crespones
de la sombra densa y vasta,
te han dorado los reflejos mortecinos
de las trágicas ciudades incendiadas.

Cuántas veces, cuántas veces
de retorno hacia la Patria
todavía tembloroso y anhelante
pleno el pecho de nostalgia
escrutando el horizonte,
en los ojos puesta el alma,
tras el límite indeciso de la tierra,
tras el límite ondulante de las aguas,
con las ansias ardorosas de un amante
te buscaba…
Y evocando tus colores,
en mi cálido espejismo no atinaba,
presintiéndote a lo lejos,
si era el cielo con el mar, a la distancia
confundidos,
o eras tú, Bandera mía, que en la playa,
como madre que amorosa aguarda al hijo,
me esperabas.

¡Oh! Bandera esplendorosa,
¡mi Bandera azul y blanca!
Cuando subes lentamente,
cuando subes majestuosa sobre el asta,
y a los besos aromados de la brisa
te despliegas como un ala
que se tiende bajo el cielo,
temblorosa y agitada.
Como ansío en mis anhelos fervorosos
que, a los vientos desplegada,
en la luz de las auroras
o en los rayos de la tarde reflejada
en tu vuelo al infinito,
en tu vuelo prodigioso te elevaras
tras las cúspides más altas de la Gloria,
tras las cumbres más radiosas de la Fama…

Bandera de la Patria

Por: Carlos Manuel Arita Palomo

Bajo el encanto diáfano del día
se retrata la Patria en tus colores
y el alma se emborracha de alegría
para irse a confundir con tus fulgores.

El patriota te mira y se extasía,
eres la musa azul de sus amores,
y por ti siente el pueblo la poesía
de tus gloriosos pliegues bicolores.

Tú llevaste la paz a los confines
y anunciaste a la Patria la victoria
al acorde inmortal de los clarines.

Bandera del amor y de la gloria:
¡Por ti tiene la Patria paladines
y tiene porvenir y tiene historia!

Bandera de Honduras

Bandera de Honduras

Por: Rafael Heliodoro Valle

Alas blancas y azules, bandera,
alto ensueño clavado en la cruz,
solio insigne de la primavera,
milagrosa magnolia de luz.

En el alba —con manos seguras—
te ilumina radiante ilusión
y en tus pliegues el aire de Honduras
se estremece como un corazón.

Claro espejo en que tiemblan montañas
y trasuntos de gloria en que están
el gemelo Jazmín de Cabañas
y el azul que adoró Morazán.

Tus colores enseñan caminos
tus estrellas erigen altar,
y compendias aromas de pinos
y mañanas sublimes del mar.

Que jamás te mancillen las manos
de los viles, y nunca, jamás
se refugien en ti los tiranos
ni a tu sombra respiren en paz.

Alegría tan solo por verte
donde el númen de Honduras está
más allá de la gloria y la muerte,
más allá del amor, más allá.

Los desfiles del 15 de Septiembre

Desfile de Palillonas en 15 de Septiembre

Por: César Indiano (1999)

«Yo nunca he entendido los desfiles, no sé qué diablos intentan representar con ese montón de cipotes en fila».

Es curioso que históricamente la educación hondureña haya sido hostil al militarismo, más por razones de presupuesto que por causas ideológicas. Porque ciertamente, no hay mucha diferencia entre un profesor y un sargento. Ya dije antes que es mucho pedir querer que los profesores tengan, al menos ideología.

En los tiempos de la guerra fría, los educadores se asumían como enemigos del sistema, lo cual era contradictorio si tenemos en cuenta que el Sistema Educativo es una Agencia del Gobierno. Pero los profesores, bien lo recuerdo, salían a las calles con la consigna de «menos armas, más educación», en esos tiempos, como ahora, no sabían que la mejor arma del gobierno es justamente la «educación». Lo cierto es que eran declaradamente antimilitares.

Otro factor que agudizó la hostilidad entre estos dos grupos fue la militarización de los centros educativos, que era un derecho legítimo del gobierno. Según la «doctrina de seguridad» comandada por el célebre Álvarez Martínez (¡Estos Martínez!) los centros educativos se estaban convirtiendo en nidos de subversión. Curiosamente, y esto deseo dejarlo como una nota marginal, las maestras de esos días terribles terminaban casadas con coroneles y capitanes. No es casual que el hombre más feo que ha gobernado el país fuera general y esposo de la maestra de educación primaria Nora de Melgar.

Pero volvamos al punto crítico, decía que la educación nunca pudo congeniar con el ejército a nivel de sus finalidades sociales, es decir, nunca se han puesto de acuerdo en lo que se refiere a la delegación de funciones. Pero aquí viene el chiste, la máxima exaltación cívica del país que se hace el 15 de septiembre de cada año es una Marcha Militar hecha con penderejetes de colegios que se ensartan un traje de cadetes y marchan por la principal avenida de cada ciudad haciendo plantas de recluta.

Aprenden a marchar y a dar giros, los forman en pelotones, practican todos los pasos de rutina y salen a las calles con las caras estiradas de majadería y vanidad. Los gastos en vestuario, flecos, kepis, tambores y colorete son nada en comparación con el derroche de estupidez que campea en estas fiestas tristes y tortuosas. ¿Qué tiene de divertido llevar semejantes atavíos bajo la inclemencia del sol durante cuatro horas?

Yo nunca he entendido los desfiles, no sé que diablos intentan representar con ese montón de cipotes en fila, por más que le busco, no entiendo de qué se trata todo eso. No encuentro ninguna relación entre las palillonas, por ejemplo, y los militares. No entiendo qué hace una lira en medio de tanto redoblante, no comprendo porqué van serios y estirados ni sé para qué sirven las carrozas. No me explico qué hacen las reinas caminando a la par de unas muchachas que van vestidas con trajes de manta y trenzas falsas ¿porqué las mantas, de dónde viene eso?, no sé a quién saludan ni porqué las palillonas le enseñan el culo al presidente como un saludo de respeto y admiración. Si celebran la libertad porqué no hacen una fiesta libre, porqué no la hacen por la noche y evitan la insolación, porqué no hacen una gran zarabanda de música, bailes, comidas públicas, canto, guitarras.

No lo hacen así porque son tristes, la tristeza y el tedio es la única opción de sociedades que no cultivan la gracia. Si supieran bailar, cantar, leer, ejecutar instrumentos, pintar, conversar, departir, comunicar, actuar, danzar; entonces este ejército de acémilas que cada año se toman las avenidas, podrían celebrar con conocimiento de causa la razón de ser de una patria y de una sociedad.

Tomado del libro «La Biblia del Asno» de César Indiano. (1,999).