El señor Óscar Arias tiene un Premio Nóbel de la Paz en su haber, por sus gestiones diplomáticas para resolver los conflictos armados en Centroamérica, durante la guerra fría de los años ochentas.
Sin embargo, ante la crisis interna de Honduras demostró una incapacidad que demuestra que no se merecía el Premio Nóbel.
Desde el primer día en que se expulsó a Zelaya de Honduras hacia Costa Rica, Arias demostró una parcialidad hacia el derrocado presidente que nunca abandonó.
En vez de ser facilitador del diálogo entre las partes, Arias se convirtió en un estorbo, ya que presentó en forma unilateral su propia propuesta, a la que llamó «Acuerdo de San José», siendo que todavía no se había llegado a un acuerdo. Pero él pensaba que él sabía más que las partes mismas lo que a ellas les convenía, y ante su falta de ideas, pensó que lo único que faltaba era presionar al «gobierno de facto» con amenazas de más aislamiento para que firmara su «acuerdo».
Nunca trató de aproximar a las partes, probando diferentes propuestas. Su papel de mediador quedó desvirtuado, pues el papel de mediador no es decidir por las partes, sino tratar de aproximar las posiciones de las partes hacia un punto de convergencia.
Al regresar Manuel Zelaya a Honduras, y refugiarse en la embajada de Brasil en Tegucigalpa, el diálogo avanzó rápidamente, ya sin el estorbo de Arias.
Como vio que llevaba las de perder, Arias se descalificó a sí mismo al decir en una entrevista que la Constitución política de Honduras era un «adefesio jurídico», y que era la peor sobre la faz de la tierra. Este tipo de expresiones resulta algo inaudito para un mediador. Un verdadero mediador no trata de ofender a una de las partes.
Algo que demuestra en forma palpable el fracaso de Arias es el asunto de la amnistía. Las dos partes en el diálogo Guaymuras no tuvieron problemas en descartar rápidamente el asunto de la amnistía. Al mantener en su «acuerdo» el tema de la amnistía, Arias pretendía imponer algo que las dos partes rechazaban, alejándolas así aun más de un acuerdo.
Creo que sin la desvirtuada mediación de Arias este conflicto se hubiera resuelto más rápidamente.
No se puede, en justicia, llamar al acuerdo logrado en Tegucigalpa gracias al empujoncito de Thomas Shannon «Acuerdo de Tegucigalpa – San José». Quitémosle lo de San José, este es un acuerdo netamente hondureño.